terminaron sus carreras por la casa. Junto a la fuente del gratinado habia una pequena nota encima de un sobre.

Vaya, ahora va a despedirse, penso Merete, y leyo la nota: «Ha venido un hombre a entregar este sobre. Debe de ser algo del ministerio».

Merete cogio el sobre y lo desgarro. Solo ponia: «Buen viaje a Berlin».

Junto a ella estaba Uffe con el plato vacio, sonriendo expectante mientras las ventanas de su nariz vibraban por el delicioso aroma. Merete apreto los labios y le sirvio, mientras trataba de contener las lagrimas.

El viento del oeste habia arreciado y levantaba olas cuyas crestas espumosas golpeaban los costados del transbordador hasta media altura. A Uffe le encantaba estar en cubierta contemplando como se formaba la estela y mirando las gaviotas suspendidas sobre ellos. Y a Merete le encantaba ver feliz a Uffe. Estaba contenta. Menos mal que a pesar de todo habian partido. Berlin era una ciudad maravillosa.

Algo mas alla una pareja mayor los observaba, y tras ellos se sentaba una familia en una de las mesas cercanas a la chimenea, con termos y bocadillos que habian llevado de casa. Los ninos ya habian terminado, y Merete les sonrio. El padre miro el reloj y dijo algo a su mujer. Despues empezaron a recoger las cosas.

Merete recordaba ese tipo de excursiones con sus padres. Hacia mucho tiempo de aquello. Se dio la vuelta. La gente habia empezado a bajar a la cubierta de automoviles. Pronto llegarian al puerto de Puttgarden, solo quedaban diez minutos, pero no todo el mundo tenia prisa. Junto a la ventana panoramica de proa habia al menos dos hombres con las bufandas bien subidas hasta la barbilla, mirando tranquilamente al mar. Uno de ellos parecia muy flaco y agotado. Merete calculo que habria un par de metros entre ellos, o sea que no estarian juntos.

Un impulso repentino le hizo sacar la carta del bolsillo y volver a leer aquellas cuatro palabras. Despues volvio a meter la hoja en el sobre y lo suspendio en el aire, dejo que ondeara un rato al viento y lo solto. El sobre dio un salto hacia arriba y despues cayo en picado hacia un entrante bajo la cubierta. Por un momento penso que tendrian que bajar a recogerlo, pero de repente volvio a aparecer danzando, planeo sobre las olas, dio un par de giros y desaparecio en la espuma blanca. Uffe rio. No habia perdido de vista el sobre en ningun momento. Entonces dio un chillido, se quito la gorra de beisbol y la lanzo tras la carta.

– ?No! -fue lo unico que tuvo tiempo de gritar Merete antes de que la gorra se hundiera en el mar.

Era un regalo de Navidad y a Uffe le encantaba. Se arrepintio en el mismo instante en que desaparecio. Era evidente que estaba pensando en lanzarse al agua para recuperarla.

– ?No, Uffe! -grito Merete-. No hay nada que hacer, ?ha desaparecido!

Pero Uffe tenia ya un pie sobre una barra metalica de la borda y vociferaba apoyado en la balaustrada, con el centro de gravedad demasiado alto.

– ?Dejalo, Uffe, no hay nada que hacer! -volvio a gritar Merete, pero Uffe era fuerte, mucho mas fuerte que ella, y estaba a lo suyo. Su mente estaba en aquel momento en las olas, en una gorra de beisbol que le regalaron por navidades. Era una autentica reliquia en su vida simple y descreida.

Entonces Merete arreo un buen sopapo a su hermano. Nunca lo habia hecho, y enseguida retiro la mano, asustada. Uffe no entendia nada. Se olvido de la gorra y se llevo la mano a la mejilla. Estaba conmocionado. Llevaba muchos anos sin sentir un dolor asi. No lo entendia. La miro y le devolvio el golpe. Le pego como nunca antes.

Capitulo 12

2007

Tampoco aquella noche durmio gran cosa Marcus Jacobsen, el jefe de Homicidios.

La testigo del caso del ciclista asesinado en el parque de Valby habia intentado tomar una sobredosis de somniferos. No entendia que diablos pudo impulsarla a hacer algo asi. Al fin y al cabo tenia hijos y una madre que la queria. ?Quien podia amenazar a una mujer hasta ese extremo? Le habian ofrecido proteccion policial y lo que hiciera falta. La vigilaban dia y noche. ?De donde habia podido sacar las pastillas?

– Deberias irte a casa a dormir un poco -le sugirio el subinspector cuando Marcus volvio de la reunion que solia tener los viernes por la manana con el inspector jefe en el despacho de la directora de la policia.

El jefe de Homicidios asintio en silencio.

– Si, tal vez un par de horas. Entonces tendras que ir tu con Bak al Hospital Central, a ver si puedes sonsacar a esa mujer. Y procura llevar a su madre y a sus hijos, para que los vea. Tenemos que intentar hacerla volver a la realidad.

– O alejarse de ella -dijo Lars Bjorn.

Habia hecho desviar las llamadas, pero aun asi sono el telefono. «Solo puedes pasarme a la reina y al principe consorte», le habia dicho a la secretaria, por lo que debia de ser su mujer.

– ?Si…? -contesto, y se sintio aun mas cansado cuando oyo la voz. Despues tapo el auricular con la mano y susurro-: Es la directora de la policia.

Le paso el receptor a Marcus y salio de la estancia sin hacer ruido.

– Hola, Marcus -sono la voz inconfundible de la directora de la policia-. Te llamo para decirte que el ministro de Justicia y las comisiones han trabajado rapido. La partida extraordinaria ya esta aprobada.

– Me alegro de oirlo -respondio Marcus, tratando de imaginar como podria distribuirse el presupuesto.

– Ya conoces el procedimiento. Hoy se han reunido en el Ministerio de Justicia Piv Vestergard y el portavoz de Justicia del Partido Danes, y ahora se pondra en marcha la maquinaria. El jefe del Departamento de Policia me ha pedido que te pregunte si teneis bajo control al nuevo departamento -dijo.

– Si, estoy seguro de eso -asintio con el ceno fruncido, mientras imaginaba el rostro cansado de Carl.

– Bien, pasare la informacion. Y ?cual va a ser el primer caso que investigueis?

No era una pregunta como para subir la moral, precisamente.

Carl se disponia a marcharse a casa. El reloj de la pared marcaba las 16.36, pero su reloj interior marcaba varias horas mas tarde. Por eso fue sin duda un contratiempo que Marcus Jacobsen lo llamara para decirle que iba a bajar a hacerle una visita.

– Tengo que informar sobre tus pesquisas.

Carl miro resignado al tablon de anuncios vacio y a la hilera de tazas de cafe sucias sobre la mesita baja.

– Dame veinte minutos, Marcus. Estamos ocupadisimos en este momento.

Colgo el receptor e hincho los carrillos. Despues expulso el aire lentamente mientras se levantaba y cruzaba el pasillo. Assad estaba instalado en su cuarto.

Sobre su minusculo escritorio habia dos fotos enmarcadas en las que aparecia un monton de gente. Detras, en la pared, colgaba un poster con caracteres arabes y una foto muy bonita de un edificio exotico que Carl no reconocio inmediatamente. Del colgador de la puerta pendia una bata marron de las que habian desaparecido de las tiendas a la vez que los calentadores. Habia alineado pulcramente sus herramientas a lo largo de la pared del fondo: cubo, fregona, aspiradora y un sinfin de frascos con eficaces detergentes. En las baldas de la estanteria habia unos guantes de goma, un pequeno transistor con casete que en un volumen bajisimo emitia sonidos que hacian pensar en un bazar tunecino, y justo al lado habia un cuaderno, folios, un lapiz, el Coran y una pequena seleccion de revistas arabes. Frente a la estanteria habia extendido una alfombra multicolor para orar que apenas podia albergar su cuerpo arrodillado. Era, en suma, bastante pintoresco.

– Assad -dijo-. Tenemos trabajo. El jefe de Homicidios va a bajar dentro de veinte minutos y tenemos que hacer unos preparativos. Cuando venga, te agradeceria que te pusieras a fregar el suelo del otro extremo del pasillo. Sera algo de trabajo extra, pero espero que no te importe.

– Vaya, vaya, Carl -aprobo Marcus Jacobsen, senalando el tablon de anuncios con mirada cansada-. Que ordenado lo tienes todo. Parece que estas levantando cabeza.

– ?Levantando cabeza? Si, bueno, hago lo que puedo. Pero todavia me queda mucho camino hasta ponerme en forma.

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