de llamar antes.

– ?Jesper, me cago en…! Las ondas sonoras ya han destrozado dos ventanas en la calle de abajo. ?Tendras que pagarlas de tu bolsillo! -vocifero tan alto como pudo.

El chaval ya habia oido antes aquello, y su espalda encorvada sobre el teclado no se enderezo ni un milimetro.

– ?Hola! -le grito Carl directamente al oido-. Baja el volumen o corto el cable del ADSL.

Aquello funciono.

En la cocina Morten Holland ya habia puesto la mesa. Uno de los vecinos lo habia apodado «el ama de casa suplente del numero 73», pero se equivocaba. Morten no era suplente de nadie, era la mejor y mas autentica ama de casa que habia conocido Carl. Hacia la compra, ponia la lavadora, cocinaba y limpiaba mientras de sus labios sensibles brotaban las arias de opera. Y ademas pagaba el alquiler.

– ?Has estado en la uni hoy, Morten? -le pregunto, aunque sabia la respuesta. Habia cumplido treinta y tres anos, y durante los ultimos trece habia estudiado con gran aplicacion todo tipo de temas excepto los que correspondian a las tres carreras en las que habia estado matriculado. Y el resultado era un conocimiento apabullante sobre todo lo que no fuera el estudio para el que le dieron las becas, y que se suponia que iba a ser su futura fuente de ingresos.

Morten le volvio la espalda rolliza y miro fijamente la masa borboteante de la cazuela.

– He decidido estudiar en la Escuela de Administracion Publica.

Ya lo habia mencionado antes, solo era cuestion de tiempo.

– Joder, Morten, ?no deberias terminar antes la carrera de politicas? -le pregunto Carl de todas formas.

Morten echo sal a la cazuela y removio.

– La mayoria de los de politicas votan a los partidos del Gobierno, y eso no es lo mio.

– ?Que cono sabes de eso? Si nunca vas a clase, Morten.

– Fui ayer. Les conte a los companeros de clase un chiste sobre Karina Jensen.

– Un chiste sobre una politica que empieza en la extrema izquierda y termina con los Liberales. No deberia ser muy dificil.

– «Un ejemplo mas de que tras una fachada respetable se esconde una cabeza de chorlito», les dije. Y no se rieron.

Morten era especial. Sobrecrecido, eterno estudiante, androgino y virgen, para el las relaciones sociales consistian sobre todo en comentarios que hacia a los ocasionales clientes del super acerca de sus compras. Una pequena conversacion junto al arcon de los congelados acerca de si las espinacas habia que hacerlas con o sin nata.

– No se rieron, Morten, pero para eso puede haber diversos motivos. Yo tampoco me he reido, y no voto a los partidos del Gobierno, para que te enteres.

Sacudio la cabeza. Era una batalla perdida. Mientras Morten siguiera cobrando bien en la tienda de alquiler de videos, a el le importaba un pimiento lo que estudiara o dejara de estudiar.

– En la Escuela de Administracion Publica, dices. Suena aburridisimo.

Morten se encogio de hombros y anadio a la cazuela dos zanahorias cortadas. Estuvo callado un rato, cosa inusual en el. Carl ya sabia lo que venia.

– Ha llamadoVigga -dijo Morten finalmente con cierta inquietud en la voz, y se hizo a un lado. En tales situaciones solia continuar diciendo Don't shoot me, I'm only the piano player. Esta vez se abstuvo.

Carl no hizo ningun comentario. Si Vigga queria hablar con el, no tenia mas que esperar a que llegara a casa.

– Me parece que esta helada en la cabana -oso anadir Morten mientras removia con la cuchara el contenido de la cazuela.

Carl se volvio hacia el. Aquella cazuela olia de maravilla. Hacia mucho que no sentia tanta hambre.

– ?Que esta helada? Pues que meta en la estufa a un par de sus amantes macizos.

– ?De que hablais? -se oyo desde la puerta. Tras Jesper, la cacofonia que volvia a rugir en su cuarto hacia estremecerse las paredes del pasillo.

Era un autentico milagro que pudieran oirse entre ellos.

Cuando Carl llevaba tres dias alternando entre mirar en Google y mirar la pared del sotano, y se sabia de memoria la distancia hasta el bano improvisado, ademas de sentirse descansado como nunca, dio los cuatrocientos cincuenta y dos pasos que habia hasta la Brigada de Homicidios, en el segundo piso, donde se alojaban sus antiguos companeros. Queria exigir que las obras del sotano terminaran de una vez y volvieran a montar la puerta, para que al menos pudiera dar algun portazo si le apetecia. Tambien iba a recordarles discretamente que aun no le habian llegado los expedientes. No porque corriera prisa, pero tampoco queria quedarse sin puesto de trabajo antes de haber empezado a trabajar.

Tal vez esperaba que sus companeros lo observaran con curiosidad cuando entrara en la Brigada de Homicidios. ?Estaria a punto de tener un ataque de nervios? ?Habria perdido color tras su estancia en la eterna oscuridad? Esperaba miradas de curiosidad, tambien burlonas, pero no que todos se encerraran en sus despachos cerrando la puerta de forma tan coordinada como habia sucedido.

– ?Que pasa aqui? -pregunto a un hombre a quien nunca habia visto, que estaba abriendo las cajas de mudanzas en el primer despacho.

El hombre le tendio la mano.

– Soy Peter Vestervig, vengo de la comisaria del centro. Voy a entrar en el grupo de Viggo.

– ?En el grupo de Viggo? ?De Viggo Brink? -se sorprendio. ?Jefe de grupo? ?Viggo? Pues debian de haberlo nombrado ayer.

– Si. Y tu ?quien eres? -dijo, dando la mano a Carl.

Carl la apreto brevemente y miro la estancia sin contestar. Habia otras dos caras que no conocia.

– ?Tambien del grupo de Viggo?

– El que esta en la ventana, no.

– Muebles nuevos, por lo que veo.

– Si, acaban de subirlos. ?Tu no eres Carl Morck?

– Una vez lo fui -confirmo, dando los ultimos pasos hacia el despacho de Marcus Jacobsen.

La puerta estaba abierta, pero una puerta cerrada no le habria impedido entrar sin mas.

– ?Teneis sangre nueva en el departamento, Marcus? -pregunto directamente, interrumpiendo una reunion.

El jefe de Homicidios miro resignado a su subinspector y a una secretaria.

– Bueno, Carl Morck ha subido de las catacumbas. Seguiremos dentro de media hora -dijo, haciendo un monton con los papeles.

Carl dirigio una mirada agria al subinspector cuando este salio por la puerta, y la que recibio de el fue del mismo estilo. El subinspector de la Policia Criminal Lars Bjorn siempre habia sabido mantener viva la llama de su frialdad.

– ?Que tal ahi abajo, Carl? ?Has empezado ya a ordenar los casos?

– Algo asi. Al menos los que me han llegado hasta ahora.

Despues senalo hacia atras.

– ?Que pasa ahi?

– Buena pregunta -convino el jefe levantando las cejas y enderezando la Torre Inclinada de Pisa, que es como solian llamar al monton de casos recien empezados de su escritorio-. La cantidad de casos nos ha obligado a montar dos grupos mas de investigacion.

– ?Para sustituir al mio? -pregunto Carl con una sonrisa ironica.

– Si, y otros dos mas.

Carl fruncio el entrecejo.

– Tres grupos. ?Como cojones habeis conseguido financiarlo?

– Una partida especial. Un pequeno ajuste relacionado con la reforma, ya sabes.

– ?Lo se? No jodas…

– ?Querias algo en concreto, Carl?

– Si, pero puede esperar, ahora que lo pienso. Antes tengo que mirar una cosa. Luego vuelvo.

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