cerebral, hemorragias generalizadas, incluso…

Carl lo interrumpio.

– ?Quien puede ayudar en esa situacion?

Kurt Hansen volvio a carraspear. Tal vez no lo supiera.

– ?Es una situacion real, Carl? -anadio despues.

– Me temo que si.

– Entonces llama a Holmen. Tienen una camara de descompresion movil. Una Duocom de Drager -dijo. Le dio el numero de telefono y Carl le dio las gracias.

Fue cuestion de un momento poner en antecedentes de la situacion a la gente de la Marina de Guerra.

– Daos prisa, es muy importante -suplico Carl-. Teneis que traer taladros y cosas asi. No se que obstaculos vais a encontrar. Y avisad a Jefatura. Necesito refuerzos.

– Creo que me hago cargo de la situacion -lo tranquilizo la voz.

Capitulo 39

Se acercaron con sumo cuidado al ultimo de los edificios. Exploraron con atencion la tierra, para ver si se habia enterrado algo recientemente. Miraron con detenimiento a los pringosos cubos de plastico alineados junto a la pared, como si pudieran contener una bomba.

Tambien aquella puerta estaba cerrada con un candado que Assad rompio con el hierro plano. A ese paso iba a convertirse en parte de su curriculum.

Habia un olor dulzon en la entrada. Como una mezcla del agua de colonia del dormitorio de Lasse Jensen y de carne pasada. O quiza mas bien como el olor de las jaulas de animales salvajes del zoo un calido y floreado dia de primavera.

En el suelo habia un monton de relucientes contenedores de acero inoxidable de diversas longitudes. En la mayoria estaban sin terminar de montar los instrumentos de medida, pero algunos estaban acabados. Las interminables estanterias de una de las paredes sugerian que se habia esperado que la produccion fuera grande. Pero no lo fue.

Carl indico a Assad con un gesto que lo siguiera a la proxima puerta y se llevo el indice a los labios. Assad asintio en silencio y agarro el hierro hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Caminaba algo agachado, como si quisiera ofrecer un blanco menor. Casi parecia un reflejo.

Carl abrio la siguiente puerta.

Habia luz en la estancia. Las lamparas de cristal reforzado iluminaban una zona de pasillos en la que a un lado habia puertas que llevaban a una serie de oficinas sin ventanas, y al otro una puerta que llevaba a otro pasillo mas. Carl hizo un gesto con la mano para que Assad registrara las oficinas, y se adentro en el pasillo largo y estrecho.

Era algo repugnante. Como si durante anos hubieran arrojado mierda o suciedad a las paredes y al suelo. Algo incompatible con el espiritu con el que Henrik Jensen, fundador de la fabrica, habia deseado crear aquel entorno. A Carl le costaba imaginar a ingenieros con bata blanca en aquel ambiente. Le costaba muchisimo.

Al final del pasillo habia una puerta, que Carl abrio con cuidado mientras apretaba la navaja que llevaba en el bolsillo de la chaqueta.

Encendio la luz y vio que se encontraba en un espacio que hacia las veces de almacen, con un par de mesas sobre ruedas y montones de placas de pladur y diversas bombonas de hidrogeno y oxigeno. Dilato de manera instintiva las ventanas de la nariz. Olia a polvora. Como si hubieran disparado un arma recientemente.

– No habia nada en ninguna oficina -oyo que le decia Assad por detras en voz baja.

Asintio en silencio. Al parecer, tampoco alli habia nada. Aparte de la misma impresion de sordidez que acababa de percibir antes en el pasillo.

Assad entro en la estancia y miro alrededor.

– Ese Lasse tampoco esta aqui.

– Ahora no lo buscamos a el.

– ?A quien buscamos, entonces? -pregunto Assad arrugando el entrecejo.

– Shhh -susurro Carl-. ?No lo oyes?

– ?Que?

– Escucha con atencion. Se oye un silbido muy debil.

– ?Un silbido?

Carl levanto la mano para hacer que callara, y cerro los ojos. Podria ser un ventilador lejano. Podria ser el agua corriendo por las canerias.

– Es ruido de aire, Carl. Como si algo estuviera pinchado.

– Ya, pero ?de donde viene?

Carl giro poco a poco sobre si mismo. Era sencillamente imposible de localizar. La estancia tendria a lo sumo tres metros y medio de ancho por cinco o seis de largo, y aun asi parecia que el sonido procedia de todas partes y de ninguna parte.

Hizo una fotografia mental de la estancia. A su izquierda habia cuatro montones de unas cinco placas de pladur apoyadas en la pared. En el extremo de la pared del fondo habia una placa de pladur torcida. La pared de la derecha estaba desnuda.

Miro al techo y vio cuatro paneles con pequenos agujeros, y entre ellos manojos de cables y tubos de cobre que iban desde el pasillo y pasaban al otro lado de las placas de pladur.

Assad tambien lo vio.

– Debe de haber algo, o sea, al otro lado de las placas, Carl.

Este asintio con la cabeza. Tal vez la pared exterior, tal vez otra cosa.

Con cada placa que retiraban y colocaban en la pared opuesta era como si el sonido se hiciera mas audible.

Finalmente se encontraron frente a una pared en cuya parte superior habia una gran caja negra y tambien diversos interruptores basculantes, instrumentos de medida y botones. A un lado de aquel panel de control habia incrustada una puerta arqueada de dos secciones, forrada con placas metalicas, y al otro dos enormes ojos de buey con cristal blindado y completamente blanco donde habian pegado con cinta adhesiva unos cables entre un par de barras que supuso podrian ser detonadores. Debajo de cada ojo de buey habia una camara de vigilancia sobre un soporte. No era dificil de imaginar para que se habian utilizado y cual podia ser el objetivo de los detonadores.

Debajo de las camaras habia unas pequenas bolas negras. Las recogio y comprobo que eran perdigones. Palpo la estructura del cristal y retrocedio un paso. No habia duda de que habian disparado contra los cristales. De modo que los habitantes de la granja no controlaban quiza por completo la situacion.

Pego la oreja a la pared. El sonido sibilante procedia de ahi dentro. No de la puerta ni de los cristales, sino de dentro. Debia de ser un sonido sumamente penetrante para poder atravesar el recinto macizo.

– Indica mas de cuatro bares, Carl.

Este alzo la vista hacia el manometro al que Assad daba golpecitos. Era verdad. Y cuatro bares era el equivalente de cinco atmosferas. O sea, que la presion de la camara habia descendido una atmosfera.

– Assad, creo que Merete Lynggaard esta ahi dentro.

Su companero se quedo quieto mirando la puerta metalica arqueada.

– ?Tu crees?

Carl asintio en silencio.

– La presion esta bajando, Carl.

Era cierto. El movimiento de la aguja era visible.

Carl miro los numerosos cables. Los finos que habia entre los detonadores terminaban con los cabos aislados en el suelo. Seguramente habian pensado conectarlos a una bateria o algun otro componente explosivo. ?Seria eso lo que querian hacer el 15 de mayo, cuando bajaran la presion a una atmosfera, tal como ponia en la parte trasera de la foto de Merete Lynggaard?

Miro en derredor tratando de encontrar una logica a aquello. Los tubos de cobre entraban directamente en la

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