camara. Habria unos diez en total, pero ?como saber cual servia para disminuir la presion y cual para aumentarla? Si cortaban uno de ellos, habia un gran riesgo de que empeorase la situacion de quien estaba en la camara de descompresion. Lo mismo ocurriria si metian mano en los cables electricos.

Avanzo hacia la compuerta y examino las cajas de reles que habia al lado. Ahi no habia ninguna duda, estaba claramente escrito en los seis interruptores: abrir puerta superior, cerrar puerta superior. Compuerta exterior abierta, compuerta exterior cerrada. Compuerta interior abierta, compuerta interior cerrada.

Y las dos compuertas estaban cerradas. Asi tenian que seguir.

– ?Para que crees que es esto? -pregunto Assad, que estuvo a punto de girar un pequeno potenciometro de OFF a ON.

Habria estado bien tener a Hardy al lado. Si habia algo que Hardy supiera hacer mejor que los demas, era todo lo relacionado con botones.

– Ese interruptor esta puesto despues de todo lo demas -dijo Assad-. Los otros ?por que estan hechos de ese material marron?

Senalo una caja cuadrada de baquelita.

– Y ese de ahi, ?por que es el unico que es de plastico?

Era verdad. Habia muchos anos de diferencia entre los dos tipos de interruptor.

Assad movio la cabeza arriba y abajo.

– Creo que ese boton de rosca detiene el proceso, o si no, no significa nada en absoluto -concluyo con maravillosa falta de concrecion.

Carl aspiro profundamente. Hacia casi diez minutos que habia hablado con la gente de Holmen, y aun pasaria tiempo. Si Merete Lynggaard estaba alli dentro, iban a tener que tomar alguna medida drastica.

– Hazlo girar -ordeno, temiendo lo peor.

En el mismo instante oyeron el silbido atravesar la estancia a todo volumen. A Carl se le puso el corazon en un puno. Por un momento estuvo convencido de que habian aumentado la presion.

Despues alzo la vista y se dio cuenta de que los cuatro paneles agujereados del techo eran altavoces. Los silbidos procedentes de la camara, que eran penetrantes y enervantes, se oian por ellos.

– ?Que ocurre ahora? -bramo Assad, tapandose los oidos con las manos. Era dificil responderle en aquellas circunstancias.

– ?Creo que has puesto en marcha un interfono! -respondio Carl a gritos.

Miro hacia los paneles del techo.

– ?Estas ahi dentro, Merete? -grito tres o cuatro veces, y se quedo escuchando con atencion.

Oia con claridad que era el sonido del aire al pasar por algo estrecho. Como el sonido que se genera entre los dientes antes de que llegue el autentico silbido. Y el sonido era constante.

Miro con preocupacion al manometro. La presion habia disminuido a cuatro coma cinco atmosferas. Aquello iba rapido.

Volvio a gritar, esta vez con todas sus fuerzas, y Assad se quito las manos de los oidos y grito tambien. Su grito conjunto era como para despertar a un muerto, penso Carl, aunque esperaba que no hubiera llegado a tanto.

Despues se oyo un golpe sordo procedente de la caja negra de lo alto de la pared, y por un momento la estancia quedo en silencio.

Esa caja de arriba debe de ser la que controla la descompresion, penso, y dudo si deberia correr al otro cuarto a por algo a lo que subirse para poder abrir la caja.

Fue entonces cuando oyeron gemidos por los altavoces. Como el sonido emitido por animales acorralados o personas en profunda crisis o doloridas. Un sonido quejumbroso, largo y monotono.

– Merete, ?eres tu? -grito.

Estuvieron un rato esperando, y entonces oyeron un sonido que interpretaron como un si.

A Carl le abrasaba la garganta. Merete Lynggaard estaba ahi dentro. Encerrada durante mas de cinco anos en aquel entorno desagradable y desolado. Y tal vez estuviera moribunda, y Carl no tenia ni idea de que hacer.

– ?Que podemos hacer, Merete? -vocifero, y oyo de inmediato un enorme estampido procedente de la placa de pladur que habia en la pared del fondo.

Observo enseguida que habian disparado con una escopeta de cartuchos y que el pladur habia diseminado los perdigones por la estancia. Noto en varios lugares que su carne palpitaba y la sangre manaba lentamente. Durante una decima de segundo que se le hizo eterna se quedo paralizado, y despues se arrojo hacia atras, hacia Assad, que sangraba por el brazo y cuyo rostro expresaba lo apurado de la situacion.

Mientras estaban en el suelo la placa de pladur habia caido, dejando al descubierto al autor del disparo. No era dificil de reconocer. Aparte de los pliegues del rostro, que su vida penosa y su alma atormentada habian cincelado durante los ultimos anos, Lasse Jensen se parecia muchisimo al de las fotos de juventud que habian visto.

Lasse salio de su escondite con la escopeta humeante en la mano y examino los destrozos provocados por su disparo con la misma expresion de frialdad que si hubiera habido una inundacion en el sotano.

– ?Como me habeis encontrado? -pregunto, mientras doblaba la escopeta y metia mas cartuchos. Avanzo hasta donde estaban. No cabia duda de que apretaria el gatillo cuando quisiera.

– Todavia estas a tiempo, Lasse -dijo Carl, incorporandose un poco del suelo para que Assad pudiera liberarse de su cuerpo-. Si te entregas ahora pasaras solo unos anos en la carcel. De lo contrario es la perpetua, por asesinato.

El tipo sonrio. No era dificil de entender que las mujeres se enamorasen de el. Era un diablo disfrazado.

– Entonces hay muchas cosas que no sabeis -repuso, apuntando directamente a la sien de Assad.

Eso es lo que tu crees, penso Carl, mientras notaba la mano de Assad abriendose camino en el bolsillo de su chaqueta.

– He pedido refuerzos. Mis companeros llegaran pronto. Dame esa escopeta, Lasse, y terminemos con esto.

Lasse sacudio la cabeza. No se lo creia.

– Matare a tu companero si no respondes. ?Como me habeis encontrado?

Teniendo en cuenta la presion que debia de sufrir, su autocontrol era excesivo. Probablemente estaba loco de atar.

– Fue Uffe -respondio Carl.

– ?Uffe? -se sorprendio el hombre, y la expresion de su rostro cambio. Aquella informacion no encajaba en el mundo que estaba decidido a gobernar-. ?Chorradas! Uffe Lynggaard no sabe nada, y no habla. He leido la prensa de los ultimos dias. No ha dicho nada, estas mintiendo.

Carl noto que Assad habia agarrado la navaja de muelles.

A tomar por culo las regulaciones de la ley de armas. Solo esperaba que Assad tuviera tiempo de emplearla.

Se oyo un ruido en los altavoces de la pared. Como si la mujer de la camara intentara decir algo.

– Uffe Lynggaard te reconocio en una foto -continuo Carl-. Una foto en la que apareceis tu y Dennis Knudsen de jovenes. ?Recuerdas la foto, Atomos?

El nombre le escocio como una bofetada. Era evidente que el sufrimiento padecido por Lasse Jensen durante anos estaba aflorando a la superficie.

Torcio el gesto y asintio en silencio.

– Vaya, ?tambien sabes eso! Asi que supongo que lo sabeis todo. Entonces comprendereis que teneis que acompanar a Merete.

– No te queda tiempo, la ayuda esta en camino -anadio Carl inclinandose un poco hacia delante para que Assad pudiera abrir la navaja y asestar una cuchillada. La cuestion era si el psicopata tendria tiempo de apretar el gatillo antes.

Si apretaba ambos gatillos a la vez de cerca, tanto Assad como el podian darse por perdidos.

Lasse volvio a sonreir. Se habia recuperado ya. La marca de clase del psicopata. Nada lo afectaba.

– Lo conseguire, estate seguro.

El tiron del bolsillo de la chaqueta de Carl y el consiguiente clic de la navaja al abrirse coincidieron con el sonido de la carne al pincharla. Nervios cortados, musculos que se desgarraban. Carl vio la sangre de la pierna de Lasse a la vez que Assad daba un golpe hacia arriba al canon de la escopeta con su brazo izquierdo

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