al trabajo. Cuando se disponia a bajar las escaleras, Esmeralda le pregunto a que hora queria cenar. Respondio que a las siete, la hora habitual.

Mientras comia, un cumulo de nubes plomizas se habia acercado desde el oceano. Cuando cruzo la puerta, ya estaba diluviando, y la calle era una autentica cascada que descendia en direccion a la ribera. Al sur, mas alla del estuario del Muni, Kevin avisto una brillante franja de luz solar y el semicirculo completo del arco iris. En Gabon el tiempo seguia despejado, cosa que no le sorprendio. En ocasiones llovia en una acera y no en la de enfrente.

Previendo que no amainaria durante al menos una hora, rodeo su casa bajo la proteccion del alero y subio a su Toyota negro. Aunque el trayecto hasta el hospital era ridiculamente breve, Kevin prefirio hacerlo en coche a pasarse el resto de la tarde empapado.

CAPITULO 3

4 de marzo de l997, 8.40 horas.

Nueva York

– ?Y bien? ?Que quiere hacer? -pregunto Franco Ponti mirando a su jefe Vinnie Dominick por el retrovisor.

Estaban en el Lincoln de Vinnie, que se encontraba en el asiento trasero, inclinado hacia delante, cogido al asidero lateral con la mano derecha. Miraba hacia el numero 126 Este de la calle Sesenta y cuatro. Era un edificio de estilo rococo frances, con ventanas en arco de multiples panos. Las ventanas de la planta baja estaban protegidas con rejas.

– Es una casa lujosa -dijo Vinnie-. Parece que al buen doctor le van bien las cosas.

– ?Aparco? -pregunto Franco. El coche estaba en el centro de la calle, y el taxista que estaba detras tocaba el claxon con insistencia.

– ?Aparca!

Franco avanzo hasta la primera boca de incendio y acerco el coche al bordillo. El taxista los adelanto y levanto histericamente el dedo corazon al pasar. Angelo Facciolo cabeceo e hizo un comentario despectivo sobre los taxistas rusos. Angelo estaba sentado en el asiento delantero.

Vinnie bajo del coche, y Franco y Angelo lo siguieron.

Los tres hombres iban impecablemente vestidos con abrigos largos de Salvatore Ferragamo, en distintos tonos de gris.

– ?Cree que el coche estara bien aqui? -pregunto Franco.

– Intuyo que esta reunion durara poco -respondio Vinnie-. Pero pon la Recomendacion de la Asociacion de Policias Benevolentes en el salpicadero. Puede que asi nos ahorremos cincuenta pavos.

Echo a andar hacia el numero 126. Franco y Angelo lo siguieron con su perpetuo aire de suspicacia. Vinnie miro el portero automatico.

– Son dos casas -dijo-. Supongo que al doctor no le va tan bien como habia pensado.

Pulso el timbre correspondiente a la del doctor Raymond Lyons y espero.

– ?Si? -pregunto una voz femenina.

– Vengo a ver al doctor -respondio-. Soy Vinnie Dominick.

Hubo una pausa. Vinnie pateo la tapa de una botella con la punta de uno de sus mocasines Gucci. Franco y Angelo miraban de un extremo al otro de la calle.

– Hola, soy el doctor Lyons -se oyo por el portero automatico-. ?En que puedo servirle?

– Necesito verlo. Solo le robare diez o quince minutos de su tiempo.

– Creo que no lo conozco, senor Dominick -dijo Raymond-. ?Podria explicarme de que se trata?

– Se trata de un favor que le hice anoche -dijo Vinnie-. A peticion de un amigo mutuo, el doctor Daniel Levitz.

Hubo una pausa.

– Supongo que sigue alli, doctor-dijo Vinnie.

– Si, desde luego -respondio Raymond.

Sono un ronco zumbido. Vinnie empujo la pesada puerta y entro. Sus esbirros lo siguieron.

– Parece que el buen doctor no tiene muchas ganas de vernos -se burlo Vinnie en el pequeno ascensor. Los tres hombres estaban apretados como cigarrillos dentro de un paquete lleno.

Raymond recibio a sus visitantes junto a la puerta del ascensor. Tras las presentaciones de rigor, les estrecho la mano con evidente nerviosismo. Los invito a pasar con un ademan y, una vez dentro, los guio hacia un estudio con las paredes recubiertas con paneles de caoba.

– ?Les apetece un cafe? -pregunto.

Franco y Angelo miraron a Vinnie.

– No dire que no a un expreso, si no es mucha molestia -respondio este. Los otros dos dijeron que tomarian lo mismo.

Raymond pidio el cafe por el telefonillo interno.

Sus peores sospechas se habian confirmado en el preciso momento en que habia visto a sus inesperados visitantes.

A sus ojos, parecian estereotipos de una pelicula de serie B.

Vinnie media aproximadamente un metro setenta y cinco, tenia la tez oscura y era apuesto, con facciones regulares y el pelo engominado peinado hacia atras.

Saltaba a la vista que era el jefe. Los otros dos hombres eran delgados y median mas de un metro ochenta. Ambos tenian nariz y labios finos, ojos hundidos y brillantes. Podrian haber sido hermanos. La mayor diferencia en su aspecto era el estado de la piel de Angelo. Raymond penso que tenia crateres tan grandes como los de la luna.

– ?Quieren darme sus abrigos? -pregunto Raymond.

– Gracias; no pensamos quedarnos mucho tiempo -respondio Vinnie.

– Por lo menos sientense invito Raymond.

Vinnie se arrellano en un sillon de piel, mientras Franco y Angelo se sentaban erguidos sobre un sofa tapizado en terciopelo. Raymond se sento detras de su escritorio.

– ?Que puedo hacer por ustedes, caballeros? -pregunto procurando aparentar seguridad.

– El favor que le hicimos anoche no fue sencillo -dijo Vinnie-. Creimos que le gustaria saber como lo organizamos todo.

Raymond dejo escapar una risita triste y alzo las manos, como para atajar un proyectil.

– No es necesario. Estoy seguro de que…

– Insisto -interrumpio Vinnie-. Es lo mas sensato en esta clase de asuntos. No queremos que piense que no tuvimos que hacer un esfuerzo importante para complacerlo.

– Nunca pensaria algo asi.

– Bien, solo queriamos asegurarnos -dijo Vinnie-. ?Sabe?, sacar un cuerpo del deposito no es tarea facil, puesto que alli se trabaja las veinticuatro horas del dia y hay guardias de seguridad todo el tiempo.

– Esto es innecesario. Aunque agradezco sus esfuerzos, prefiero ignorar los detalles de la operacion.

– ?Calle y escuche, doctor Lyons! -exclamo Vinnie. Hizo una pausa para ordenar sus ideas-. Tuvimos suerte porque Angelo conoce a un muchacho llamado Vinnie Amendola, que trabaja en el deposito. Este chico era del grupo de Pauli Cerino, un tipo para el que Angelo trabajaba, pero que ahora esta en prision. Angelo ahora trabaja para mi, y gracias a que tiene alguna informacion confidencial sobre el muchacho, pudo convencerlo de que le dijera donde estaban los restos de Franconi. El chico nos facilito algunos datos mas para que pudieramos presentarnos alli en plena noche.

En ese momento llegaron los cafes. Los sirvio Darlene Polson, a quien Raymond presento como su ayudante. En cuanto hubo repartido las tazas, Darlene se marcho.

– Tiene una ayudante muy guapa -observo Vinnie.

– Es muy eficaz -respondio Raymond y se enjugo la frente.

– Espero que no lo estemos incomodando -dijo Vinnie.

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