– No, en absoluto -repuso Raymond con excesiva rapidez.

– Bueno, la cuestion es que sacamos el cadaver sin problemas. Y lo hicimos desaparecer. Pero, como comprendera, no fue como un paseo por el parque. De hecho, fue muy complicado teniendo en cuenta que hubo que organizarlo todo en tan poco tiempo.

– Bien, si alguna vez puedo hacer algo por ustedes… -dijo Raymond tras una incomoda pausa.

– Gracias, doctor -respondio Vinnie. Apuro el cafe como si se tratara de un chupito y dejo la taza y el plato sobre el escritorio-. Ha dicho exactamente lo que esperaba, y eso nos lleva al motivo de mi visita. Como quiza ya sepa, yo soy uno de sus clientes, igual que Franconi, y aun mas importante, mi hijo de once anos, Vinnie Junior, tambien lo es. De hecho, es previsible que el haga uso de sus servicios antes que yo. De modo que tenemos que afrontar dos cuotas, como las llaman ustedes. Lo que queria proponerle es no pagar nada este ano.

?Que responde?

Raymond bajo la vista y la fijo en su escritorio.

– Favor por favor -dijo Vinnie-. Creo que es lo mas justo.

Raymond se aclaro la garganta.

– Tendre que comentarlo con las autoridades pertinentes -repuso.

– Vaya; esa es la primera cosa descortes que dice -anadio Vinnie-. Segun mis informes, usted es la autoridad pertinente. De modo que encuentro su reticencia insultante. Cambiare mi oferta. No pagare la cuota ni este ano ni el proximo.

Espero que comprenda el curso que esta tomando la conversacion.

– Lo comprendo -dijo Raymond. Trago saliva con evidente esfuerzo-. Me ocupare de todo.

Vinnie se puso en pie y Franco y Angelo lo imitaron.

– Esa es la idea -concluyo Vinnie-. Asi que cuento con que usted hable con el doctor Daniel Levitz y lo ponga al corriente de nuestro acuerdo.

– Desde luego -contesto Raymond incorporandose.

– Gracias por el cafe. Estaba muy bueno. Felicite a su ayudante de mi parte.

Cuando los matones se marcharon, Raymond cerro la puerta y se apoyo contra ella. Su pulso estaba desbocado.

Darlene aparecio en la puerta de la cocina.

– ?Ha sido tan terrible como temias? -pregunto.

– ?Peor! -respondio Raymond-. Se comportaron como es de esperar en gente de su calana. Ahora tendre que vermelas tambien con unos mafiosos de medio pelo que quieren nuestros servicios gratis. ?Que otra cosa puede salir mal?

Echo a andar. Despues de un par de pasos, se tambaleo.

Darlene lo cogio del brazo.

– ?Te encuentras bien?

Raymond aguardo un instante antes de asentir con un gesto.

– Si; estoy bien. Solo un poco mareado -dijo-. Por culpa de este embrollo con el cuerpo de Franconi, anoche no pude pegar ojo.

– Deberias cancelar tu cita con el nuevo candidato.

– Creo que tienes razon. En mi actual estado, no podria convencer a nadie de que se una al grupo, ni aunque estuvieramos al borde de la quiebra.

CAPITULO 4

4 de marzo de 1997, 9 horas.

Nueva York

Laurie termino de preparar las verduras para la ensalada, cubrio el bol con una servilleta de papel y lo metio en el frigorifico. Luego mezclo el alino, una sencilla combinacion de aceite de oliva, ajo fresco y vinagre blanco. Tambien lo puso en la nevera. Concentrando ahora su atencion en la pata de cordero, retiro la pequena cantidad de grasa que habia dejado el carnicero, puso la carne en el adobo que habia preparado con anterioridad y la metio en el frigorifico con el resto de la cena. Solo faltaban las alcachofas. Tardo apenas unos minutos en cortar la base y retirar las hojas mas duras.

Mientras se secaba las manos con un pano de cocina, miro el reloj de la pared. Conocia las costumbres de Jack, y sabia que era la hora precisa para llamarlo. Uso el telefono de la cocina, situado junto al fregadero.

Mientras se establecia la comunicacion, imagino a Jack subiendo por la escalera llena de trastos del deteriorado edificio. Aunque sabia por que habia alquilado el piso en un principio, le costaba entender por que seguia alli. Era un sitio deprimente. Echo un vistazo a su propio apartamento y tuvo que admitir que no era muy distinto del de Jack, salvo por el hecho de que el de el era casi el doble de grande.

El telefono sono en el otro extremo. Laurie conto los timbrazos. Cuando llego a diez, comenzo a dudar de su familiaridad con las costumbres de Jack. Estaba a punto de colgar cuando el respondio.

– ?Si? -dijo sin ceremonias. Estaba sin aliento.

– Esta es tu noche de suerte.

– ?Quien es? -pregunto el-. ?Eres tu, Laurie?

– Pareces agitado -dijo Laurie-. ?Es porque has perdido el partido de baloncesto?

– No; es porque acabo de subir corriendo cuatro pisos para coger el telefono -respondio Jack-. ?Que pasa? ?No me digas que todavia estas trabajando!

– Claro que no -repuso Laurie-. Llevo una hora en casa.

– Entonces, ?por que es mi noche de suerte? -pregunto Jack.

– De camino a casa pase por Gristede y compre todos los ingredientes de tu comida favorita -respondio Laurie-. Ya esta en el horno. Lo unico que tienes que hacer es ducharte y venir hacia aqui.

– Y yo que creia que te debia una disculpa por reirme de la desaparicion del mafioso -dijo Jack-. Si alguien deberia compensarte, ese soy yo.

– Esto no tiene nada que ver con una compensacion -repuso Laurie-. Solo quiero disfrutar de tu compania. Pero hay una condicion.

– Vaya. ?Cual?

– No vengas en bici. Tendras que coger un taxi, o no habra cena.

– Los taxis son mas peligrosos que mi bici -protesto Jack.

– No pienso discutir contigo. Tomalo o dejalo. El dia que te atropelle un autobus y acabes en el arcen, yo no quiero sentirme responsable. -Laurie sintio que su cara se tenia de rubor. Ni siquiera queria bromear sobre ese tema.

– De acuerdo -acepto Jack de buen humor-. Estare alli dentro de treinta y cinco o cuarenta minutos. ?Llevo el vino?

– Estupendo -respondio Laurie.

Laurie se sintio dichosa. Unos minutos antes, no estaba muy segura de que Jack fuera a aceptar su invitacion. Durante el ano anterior habian salido juntos con frecuencia, y varios meses antes ella habia reconocido ante si misma que se habia enamorado de el. Pero Jack parecia reacio a formalizar la relacion. Cuando Laurie habia intentado forzar las cosas, el se habia distanciado. Entonces ella, sintiendose rechazada, habia reaccionado con furia. Durante varias semanas solo habian hablado de cuestiones de trabajo.

Pero en el ultimo mes la relacion habia mejorado poco a poco. Volvian a verse de tarde en tarde, y esta vez ella habia decidido ser prudente, cosa que no resultaba facil a su edad.

Laurie siempre habia querido ser madre, y tenia treinta y siete anos; pronto, treinta y ocho. Consciente de que los cuarenta estaban a la vuelta de la esquina, sentia que le quedaba poco tiempo.

Con la cena practicamente lista, se dedico a poner un poco de orden en su apartamento de una sola habitacion.

Eso significaba guardar algunos libros en los correspondientes huecos de la estanteria, apilar las revistas medicas y vaciar la caja de arena de Tom, un gato atigrado de seis anos y medio, que seguia siendo tan travieso

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