sabanas y los tubos.

– Deberia estar muerta -continuo el medico.

– Espero que sobreviva -dijo Kurt Wallander-. Es el unico testigo que tenemos.

– Nosotros esperamos que todos nuestros pacientes sobrevivan -contesto el medico secamente, estudiando una pantalla donde las lineas verdes hacian movimientos oscilatorios sin cesar.

Kurt Wallander dejo la habitacion despues de que el medico dijera que no podia aclarar nada. El desenlace era imprevisible. Maria Lovgren podia fallecer sin recuperar la conciencia. Era imposible saber lo que ocurriria.

– ?Sabes leer los labios? -le pregunto a Martinson.

– No -contesto el muchacho, sorprendido.

– Lastima -dijo Wallander y salio.

Desde el hospital se dirigio en coche directamente al edificio pardo de la comisaria que estaba en la salida este de la ciudad.

Se sento ante su escritorio y miro por la ventana hacia el viejo deposito rojo de agua.

«Quizas haga falta otro tipo de policias», penso. «?Policias que no se impresionen cuando en una madrugada de enero esten obligados a entrar en un matadero humano en la campina surena de Suecia? ?Policias que no sufran mi inseguridad y angustia?»

El telefono interrumpio sus pensamientos.

«El hospital», penso rapidamente.

«Ahora llaman para comunicarme que Maria Lovgren ha muerto.

»Pero ?tuvo tiempo de despertar? ?Dijo algo?» Se quedo mirando el telefono mientras sonaba.

«Mierda», penso.

«Mierda. Lo que sea, pero eso no.»

Pero cuando levanto el auricular descubrio que era su hija. Se sobresalto tanto que casi tira el telefono al suelo.

– Papa -dijo, y el oyo caer las monedas.

– Hola -contesto el-. ?Desde donde llamas?

«Que no sea desde Lima», penso. «O Katmandu. O Kinshasa.»

– Estoy en Ystad.

Entonces se alegro. Eso significaba que la veria.

– He venido a verte -dijo-. Pero he cambiado de opinion. Estoy en la estacion. Me voy ahora. Solo queria decirte que por lo menos habia pensado en venir a verte.

Luego la llamada se corto. Wallander se quedo sentado con el auricular en la mano.

Era como si tuviese algo muerto, algo suelto en la mano.

«Maldita cria», penso. «?Por que me hace esto?»

Su hija Linda tenia diecinueve anos. Hasta los quince habian mantenido una buena relacion. Cuando tenia problemas se dirigia a el y no a su madre, o cuando queria hacer algo pero no se atrevia. Habia visto como se habia transformado de nina rechoncha en una mujer joven de belleza provocativa. Hasta cumplir los quince anos no dejo traslucir los demonios secretos que un dia la llevarian a un terreno inseguro y enigmatico.

Un dia de primavera, despues de cumplir quince anos, de repente y sin aviso, intento suicidarse. Fue un sabado por la tarde. Kurt Wallander estaba reparando una de las sillas del jardin mientras su esposa limpiaba los cristales. El dejo el martillo y entro en la casa, empujado por una ansiedad repentina. Linda estaba en la cama, se habia cortado las munecas y el cuello con una hoja de afeitar. Mas tarde, cuando todo habia pasado, el medico le explico que habria muerto si el no hubiera entrado en aquel momento o si no le hubiera puesto un vendaje a presion con la serenidad con que lo hizo.

Nunca supero el susto. La relacion entre el y Linda se rompio. Ella se apartaba y el no lograba entender que la habia llevado al intento de suicidio. Dejo el colegio, aceptaba diferentes trabajos temporales y de pronto desaparecia durante largos periodos. En dos ocasiones su esposa le habia obligado a denunciar su desaparicion. Los demas policias habian visto su dolor cuando Linda era el objeto de su investigacion. Pero ella volvia a aparecer y por sus bolsillos y pasaporte descubrian sus viajes.

«Cono», penso. «?Por que no te quedas? ?Por que cambias de idea?»

El telefono sono otra vez, cogio el auricular compulsivamente.

– Es papa -dijo sin pensar.

– ?Que quieres decir con eso? -pregunto su padre al otro lado de la linea-. ?Que quieres decir contestando «es papa»? Pensaba que eras policia.

– No tengo tiempo de hablar contigo ahora. ?Puedo llamarte mas tarde?

– No, no puedes. ?Que es eso tan importante?

– Ha ocurrido algo grave esta manana. Te llamo luego.

– ?Que ha pasado?

Su anciano padre lo llamaba casi cada dia. En varias ocasiones habia dado ordenes a la telefonista de no pasar sus llamadas. Pero su truco fue descubierto y empezo a dar otros nombres y a cambiar la voz para tomarles el pelo a las telefonistas.

Kurt Wallander solo vio una posible escapatoria.

– Ire a verte esta tarde -dijo-. Entonces podremos hablar.

Su padre se dejo convencer a reganadientes.

– Ven a las siete. Tendre tiempo para recibirte.

– Ire a las siete. Hasta luego.

Colgo y bloqueo el telefono para no recibir llamadas. Rapidamente penso en tomar el coche y bajar hasta la estacion a buscar a su hija. Hablar con ella, intentar resucitar la relacion que tan enigmaticamente se habia perdido. Pero sabia que no lo haria. No queria arriesgarse a que su hija se fuera corriendo para siempre.

La puerta se abrio y asomo la cabeza de Naslund.

– Hola -dijo-. ?Lo hago pasar?

– ?Pasar a quien?

Naslund miro su reloj.

– Son las nueve -contesto-. Ayer dijiste que querias a Klas Manson sobre esta hora para interrogarle.

– ?Que Klas Manson?

Naslund lo miro con curiosidad.

– El que atraco la tienda en la autovia Osterleden. ?Te has olvidado de el?

De pronto se dio cuenta de que Naslund, obviamente, no sabia nada del asesinato cometido durante la noche.

– Debes ocuparte de Manson -dijo-. Anoche hubo un asesinato en Lenarp. Es posible que sea un doble asesinato. Un matrimonio de ancianos. Debes ocuparte de Manson. Mejor pospon la entrevista. Tenemos que organizar la investigacion de Lenarp antes que nada.

– El abogado de Manson ya ha llegado -dijo Naslund-. Si le envio a casa montara un numero de cojones.

– Haz un interrogatorio preliminar -ordeno Kurt Wallander-. Si a pesar de todo el abogado empieza a gritar, no podremos hacer nada. Avisa que hay reunion en mi despacho a las diez. Tienen que venir todos.

De pronto estaba en marcha. Volvia a ser policia. La angustia que sentia por su hija y su esposa tendria que esperar. En aquel momento empezaba la laboriosa tarea de cazar al asesino.

Se deshizo de un monton de papeles del escritorio, rompio una quiniela que nunca tendria tiempo de rellenar, fue al comedor y se sirvio una taza de cafe.

A las diez estaban todos reunidos en su despacho. Rydberg habia ido desde el lugar del crimen y estaba sentado en una silla de madera cerca de la ventana. Siete policias, unos de pie otros sentados, llenaban la habitacion. Wallander llamo al hospital y se entero de que la situacion de la anciana era critica, sin novedades.

Luego se puso a dar detalles sobre lo que habia pasado.

– Fue peor de lo que podeis imaginaron -empezo-. ?O que dices tu, Rydberg?

– Exacto -contesto Rydberg-. Como en una pelicula americana. Hasta olia a sangre. No suele ocurrir.

– Tenemos que capturar a los que lo han hecho -siguio Kurt Wallander-. No podemos dejar sueltos a desquiciados de esa calana.

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