Se hizo el silencio en la habitacion. Rydberg tamborileaba con los dedos en el respaldo de la silla. Se oyo reir a una mujer en el pasillo.

Kurt Wallander los miro. Eran sus companeros. Ninguno era un amigo del alma. Pero estaban unidos.

– Bueno -dijo-. ?Que hacemos? Tenemos que empezar.

Eran las once menos veinte.

3

A las cuatro menos cuarto de la tarde, Kurt Wallander sintio hambre. No habia tenido tiempo de comer en todo el dia. Despues de la reunion habia dedicado la manana a organizar la caza de los asesinos de Lenarp. No dudaba en emplear el plural. Le costaba imaginar que una sola persona pudiera haber cometido aquel bano de sangre.

Fuera estaba oscuro cuando se dejo caer en la silla de detras de su escritorio con la intencion de redactar una nota de prensa. Encontro montones de mensajes telefonicos que le habia dejado una de las telefonistas. Busco en vano el nombre de su hija y luego los amontono en la bandeja de correo entrante. Para eludir la desagradable experiencia de ponerse ante las camaras de television de Noticias del Sur y decir que de momento no tenian ninguna pista de quienes habian cometido el brutal asesinato de los ancianos, le habia rogado a Rydberg que lo hiciera. A cambio escribiria la nota de prensa. Saco una hoja de un cajon de la mesa. Pero ?que iba a escribir? El trabajo de aquel dia solo habia consistido en acumular una gran cantidad de interrogantes.

Un dia de espera. En la unidad de cuidados intensivos, la anciana que habia sobrevivido al estrangulamiento de la cuerda luchaba por su vida.

?Llegarian a saber algun dia lo que la mujer habia visto aquella terrible noche en la casa solitaria? ?O se moriria sin poder contarles nada?

Kurt Wallander miro por la ventana, hacia la oscuridad.

En lugar de la nota de prensa empezo a escribir un resumen de lo que se habia hecho durante el dia y de lo que tenian como punto de partida.

«Nada», penso al acabar. «Atacan y torturan brutalmente a dos viejos que no tienen enemigos ni dinero escondido. Los vecinos no oyen nada. Hasta que los autores del crimen se han ido, no notan que una ventana esta rota ni oyen los gritos de socorro de la anciana. Rydberg todavia no ha encontrado ninguna pista. Eso es todo.

»Los viejos que viven en casas aisladas siempre han estado expuestos a atracos. Los atan, los golpean e incluso los matan.

»Pero esto es otra cosa», penso Kurt Wallander. «La fina cuerda al cuello trasluce una lugubre historia de resentimiento y odio, quiza tambien de venganza.»

Habia algo que no encajaba en aquel crimen.

En aquel momento se trataba de no perder la esperanza. Varios grupos de policias habian hablado con los habitantes de Lenarp. ?Podrian haber visto algo? A menudo, antes de asaltar casas aisladas en las que vivian ancianos, los malhechores practicaban un reconocimiento del lugar. Y Rydberg a lo mejor encontraria alguna pista en el lugar del crimen. Kurt Wallander miro el reloj.

?Cuanto hacia que no llamaba al hospital? ?Cuarenta y cinco minutos? ?Una hora?

Decidio esperar hasta que tuviera escrita la nota de prensa. Se coloco los auriculares del pequeno radiocasete y puso una cinta de Jussi Bjorling. La chirriante grabacion de los anos treinta no podia hacer sombra a la esplendida musica de Rigoletto.

La nota de prensa era de ocho lineas. Kurt Wallander le pidio a una de las empleadas que la pasara a maquina y luego sacara copias. Mientras tanto, el leeria el formulario de preguntas que se enviaria a todos los que vivian en los alrededores de Lenarp. ?Han visto algo fuera de lo normal? ?Algo que tuviera relacion con el brutal crimen? Estaba convencido de que el formulario no daria mas que molestias. Sabia que el telefono sonaria sin cesar y que dos policias tendrian que escuchar informaciones inutiles.

«De todos modos hay que hacerlo», penso. «Al menos confirmaremos que nadie ha visto nada.»

Volvio a su despacho y llamo de nuevo al hospital. Pero nada habia cambiado. La anciana aun luchaba por su vida. Cuando colgo, Naslund entro en su despacho.

– Tenia razon -dijo.

– ?Razon?

– El abogado de Manson se puso furioso.

Kurt Wallander se encogio de hombros.

– Tendremos que resignarnos a vivir con eso.

Naslund se rasco la frente y pregunto como iban las cosas.

– De momento, nada. Hemos empezado. Eso es todo.

– He visto que llegaba el informe preliminar del medico forense.

Kurt Wallander fruncio el entrecejo.

– ?Por que no me lo han dado a mi?

– Esta en el despacho de Hanson.

– ?Que cono hace alli?

Kurt Wallander se levanto y salio al pasillo. «Siempre lo mismo», penso. «Los papeles no llegan adonde deben.» Aunque el trabajo de la policia se registraba cada vez con mayor frecuencia en los ordenadores, los papeles importantes aun tendian a extraviarse.

Hanson estaba hablando por telefono cuando Kurt Wallander llamo a su puerta y entro. Vio que la mesa de Hanson estaba cubierta de boletos de juego y programas de diferentes hipodromos del pais. En la comisaria todo el mundo sabia que Hanson se pasaba la mayor parte de su jornada laboral llamando a diversos entrenadores de caballos para pedir soplos. Dedicaba las noches a idear sistemas de apuestas que le garantizaran las mayores ganancias. Corrian rumores de que una vez le habia tocado un gran premio. Pero nadie lo sabia con certeza. Y no se podia decir que nadara en la abundancia.

Cuando Kurt Wallander entro, Hanson tapo el auricular con la mano.

– El protocolo del informe del forense -dijo Kurt Wallander-. ?Lo tienes tu?

Hanson aparto un programa de las carreras de Jagersro.

– Ahora mismo te lo iba a llevar.

– El numero cuatro de la carrera numero siete es un ganador seguro -dijo Kurt Wallander y tomo la carpeta de plastico de la mesa.

– ?Que quieres decir con eso?

– Quiero decir que es un ganador seguro.

Kurt Wallander se fue y dejo a Hanson boquiabierto. Vio en el reloj del pasillo que aun faltaba media hora para la rueda de prensa. Volvio a su despacho y leyo el informe medico con mucha atencion.

La brutalidad del asesinato le parecia en aquel momento aun mas notoria, si cabia, que cuando habia llegado a Lenarp por la manana.

En el examen preliminar del cuerpo, el medico no habia podido determinar la causa de la muerte.

Habia demasiadas causas para elegir.

El cuerpo tenia ocho heridas o cortes profundos producidos por un objeto afilado y serrado. El medico sugeria una sierra de podar. Ademas, el femur derecho estaba roto, al igual que el brazo izquierdo y la muneca. En la piel aparecian senales de quemaduras, hinchazon en los testiculos y el hueso frontal estaba hundido. Aun no se podia constatar la verdadera causa de la muerte.

El medico habia acompanado el informe oficial con una nota aparte:

«El acto de unos locos», escribia. «La violencia a que fue expuesto este hombre habria sido suficiente para matar a cuatro o cinco personas.»

Kurt Wallander aparto el informe.

Se sentia cada vez peor.

Habia algo que no encajaba.

Los atracadores de ancianos no solian descargar su odio. Buscaban dinero.

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