banco-. ?Que dijiste al ir a telefonear?

– Que tenia que ir a buscar un sello.

– ?Crees que esos dos hombres sospechaban algo?

Ella nego con la cabeza.

– Bien -dijo Kurt Wallander de nuevo-. Has hecho lo correcto.

– ?Crees que los atrapareis ahora? -pregunto ella.

– Si -dijo Kurt Wallander-. Esta vez si.

La pelicula de video de la camara del banco mostraba dos hombres que no ofrecian mucho aspecto de extranjeros. Uno tenia el pelo corto y rubio, el otro era calvo. En la jerga policial fueron bautizados enseguida como Lucia y el Calvo.

Britta-Lena Boden escucho varias muestras de idiomas y llego a la conclusion de que los hombres habian intercambiado unas palabras en checo o en bulgaro. El billete de cincuenta dolares que habian cambiado se envio inmediatamente para su estudio tecnico.

Bjork los reunio a todos en su despacho.

– Despues de medio ano aparecen de nuevo -dijo Kurt Wallander-. ?Por que vuelven a la misma sucursal bancaria? Primero, porque viven por aqui cerca. Segundo, porque lograron un buen botin despues de visitar el banco. Pero esta vez no tuvieron suerte. El hombre que estaba delante de ellos en la cola ingreso dinero, no lo retiro. Pero era un hombre mayor como Johannes Lovgren. Tal vez piensan que los hombres mayores con aspecto de granjeros siempre sacan grandes sumas de dinero.

– Checos -dijo Bjork-. ?O bulgaros?

– No necesariamente -contesto Kurt Wallander-. La chica pudo haberse equivocado. Pero puede encajar con la fisonomia.

Vieron la pelicula de video cuatro veces mas, decidiendo que imagenes copiarian y ampliarian.

– Hay que investigar a cada europeo del este que se encuentre en la ciudad y en los alrededores -dijo Bjork-. Es desagradable y se interpretara como discriminacion indebida. ?Pero al diablo! En alguna parte tienen que estar, ?verdad? Hablare con los jefes de policia de Malmo y Kristianstad para ver que quieren que hagamos en la provincia.

– Que todas las patrullas vean el video -dijo Hanson-. Puede que aparezcan por las calles.

Kurt Wallander recordo la carniceria.

– Despues de lo que hicieron en Lenarp, hay que considerarlos peligrosos -dijo.

– Si fueron ellos -senalo Bjork-. Todavia no lo sabemos.

– Es verdad -reconocio Kurt Wallander-. Pero de igual manera…

– Ahora vamos a por todas -dijo Bjork-. Kurt se encarga y delega segun su propio criterio. Todo lo que no se tenga que hacer inmediatamente se deja aparte. Llamare a la fiscal, asi se pondra contenta de que ocurra algo.

Pero nada ocurrio.

A pesar de los masivos despliegues policiales y de lo pequena que es la ciudad, los dos hombres habian desaparecido. El martes y el miercoles transcurrieron sin resultado alguno. Los dos jefes de policia de la provincia dieron el visto bueno para reforzar la dotacion policial en ambas regiones. Copiaron y distribuyeron la pelicula de video. Kurt Wallander dudo hasta el ultimo momento en dar las fotos a la prensa o no. Temia que los hombres se hiciesen mas invisibles si se los buscaba abiertamente. Pidio consejo a Rydberg, que no estaba de acuerdo con el.

– A los zorros hay que sacarlos de la madriguera -sentencio-. Espera un par de dias. Pero luego suelta las fotos. Estuvo contemplando un largo rato las copias que le llevo Wallander.

– No existe lo que llamamos la cara del asesino -dijo-. Uno se imagina algo, un perfil, el tipo de pelo, la posicion de los dientes. Pero nunca encaja.

El viento soplaba sin cesar en Escania aquel martes 24 de julio. Nubes rotas se perseguian sobre el cielo y las rafagas de viento tenian la fuerza de una tormenta. Al amanecer, Kurt Wallander permanecio largo rato en la cama escuchando el viento antes de levantarse. Cuando se peso en el cuarto de bano, vio que habia perdido otro kilo. Eso le dio tanto animo que cuando aparco en su sitio de la comisaria no noto el malestar que ultimamente le habia agobiado.

«Esta investigacion se ha convertido en una cruz personal», penso. «Atosigo a mis colaboradores, pero al final nos encontraremos otra vez ante un vacio.»

«Pero tienen que estar en alguna parte», penso con ira al cerrar la puerta del coche. «En alguna parte, pero ?donde?»

En la recepcion intercambio unas palabras con Ebba. Vio una anticuada caja de musica al lado de la centralita.

– ?Todavia existen estas cosas? -pregunto-. ?De donde la has sacado?

– La compre en un puesto de venta en la feria de Sjobo -contesto ella-. A veces se pueden encontrar cosas interesantes entre todas las tonterias.

Kurt Wallander se marcho sonriendo. Paso por los despachos de Hanson y Martinson y les pidio que fueran al suyo. Todavia no tenian ninguna pista del Calvo ni de Lucia.

– Dos dias mas -suplico Kurt Wallander-. Si no conseguimos nada antes del jueves, convocaremos una rueda de prensa y soltaremos las fotos.

– Deberiamos haberlo hecho desde el principio -replico Hanson.

Kurt Wallander no contesto.

Volvieron a examinar el mapa. A Martinson le tocaba continuar con la organizacion del repaso de diferentes campings, donde posiblemente podrian haberse escondido los dos hombres.

– Los albergues -sugirio Kurt Wallander-. Y todas las habitaciones particulares que se puedan alquilar durante el verano.

– Era mas facil antes -dijo Martinson-. La gente estaba quieta en verano. Ahora se mueven sin parar, cono.

Hanson seguiria investigando unas cuantas empresas de la construccion que eran conocidas por contratar trabajadores ilegales de diferentes paises del este.

Kurt Wallander se meteria entre los campos de fresas. No podia pasar por alto la posibilidad de que los dos hombres se escondiesen en alguno de los grandes cultivos de frutas. Pero el trabajo fue en vano.

Cuando volvieron a reunirse, avanzada la tarde, los informes eran negativos.

– Encontre un fontanero argelino -hizo el recuento Hanson-. Dos albaniles kurdos y un sinfin de trabajadores polacos. Me muero de ganas de escribirle unas lineas a Bjork sobre eso. Si no hubiesemos tenido este maldito doble asesinato, podriamos haber hecho una limpieza en ese pantano. Ganan lo mismo que los jovenes estudiantes que trabajan en verano. No tienen seguro. Si ocurre un accidente, los constructores diran que no eran trabajadores de la empresa.

Martinson tampoco traia buenas noticias.

– Yo encontre un bulgaro calvo -dijo-. Con un poco de buena voluntad, podria haber sido el Calvo. Pero resulto ser medico en el hospital de Mariestad y podria presentar una coartada facilmente.

El aire de la habitacion era sofocante. Kurt Wallander se levanto y abrio la ventana.

De pronto recordo la caja de musica de Ebba. Pese a que no habia oido la melodia, todo el dia habia estado sonando en su subconsciente.

– Las ferias -dijo dandose la vuelta-. Deberiamos examinarlas. ?Cual es la proxima?

Tanto Hanson como Martinson sabian la respuesta.

La de Kivik.

– Comienza hoy -dijo Hanson-. Y acaba manana.

– Entonces ire manana -asintio Kurt Wallander.

– Es grande -objeto Hanson-. Deberias ir con alguien.

– Yo te acompanare -se ofrecio Martinson.

Hanson parecia contento por no tener que ir. Kurt Wallander penso que posiblemente habria carreras de caballos el miercoles por la tarde.

Dieron por terminada la reunion y se despidieron. Kurt Wallander se quedo delante de su escritorio ordenando un monton de mensajes telefonicos. Los selecciono para el dia siguiente y se preparo para marchar. De pronto

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