Ella jadeo en voz alta, una suave protesta. Esta era la ultima cosa que habia esperado. Sus ojos se abrieron de par en par mientras intentaba ver en el interior del nicho oscurecido. Para verle, para ver su cara. Tenia que verle.

– No creo que sea necesario casarse. Me alegrara bastante permanecer como domestici en su palazzo. -Hizo una reverencia deliberadamente-. Se lo aseguro, signore, soy una buena trabajadora.

– No tengo necesidad de otra domestica. Necesito una esposa. Se casara conmigo. Ha dado su palabra de honor, y no la liberare de ella. -Ese extrano y bajo grunido retumbo profundamente en su garganta, y el pajaro en su brazo sacudio las alas nerviosamente, como repentinamente nervioso o dispuesto a atacar. Sus ojos redondos miraban a Isabella tan implacablemente como los ojos entre las sombras. El corazon de Isabella tartamudeo, y se aferro al respaldo de la silla para estabilizarse, pero su mirada se fijo en el nicho, negandose a dejarse intimidar.

– No pedi ser liberada, Don DeMarco. Simplemente intentaba senalar que no esperaba que se casara usted conmigo. No tengo dote, ni tierra, ni nada que aportar al matrimonio. -Deberia haber estado encorvada de alivio de que no fuera a alimentar con ella a sus leones, pero en vez de eso estaba mas asustada que nunca-. El mio fratello esta enfermo. Necesitara cuidados. Debe traersele aqui inmediatamente para que pueda atenderle hasta recuperar la salud.

– No tolerare interferencias de su hermano. El no querra que intercambie usted su vida por la de el. Debe creer que nuestro matrimonio es por mutuo afecto.

Despues de todo lo que habia pasado, su alivio fue tan tremendo que Isabella temio que pudiera derrumbarse. Podia sentir las lagrimas atascando su garganta y nadando en sus ojos, y dio la espalda al don para mirar fijamente al fuego, esperando que el no notara su debilidad. Espero hasta que estuvo segura de poder controlar su voz.

– Si salva al mio fratello, no tendre que fingir afecto por usted, Don DeMarco. Asi sera. Le he dado mi palabra. Por favor haga los preparativos. Cada momento cuenta, cuando la salud de Lucca esta decayendo, y Don Rivellio ha ordenado su muerte al final de este ciclo lunar. -Se volvio a hundir en la silla para evitar derrumbarse en un penoso monton en el suelo.

– No haga promesas que no pueda mantener, Signorina Vernaducci. Todavia no ha visto a su novio. -Habia una nota siniestra en su voz, una advertencia dura e implacable.

El se adelanto entonces… ella le sintio moverse en vez de oirle… pero no aparto la mirada del fuego. De repente no queria verle. Queria estar a solas consigo misma para darse tiempo a recuperar fuerza y coraje. Pero sus piernas estaban demasiado temblorosas para conducirla fuera de los aposentos de el. El entro a zancadas en su campo de vision, alto y musculoso, un varon poderoso y adecuado, alzando el brazo para permitir que el halcon se posara sobre una percha colocada en un nicho lejos del fuego. Y despues camino hacia ella. Mientras se aproximaba Isabella fue consciente de lo silenciosamente, lo rapidamente, lo fluidamente, que se movia.

El extendio la mano hacia la pequena tetera sobre la mesa entre las dos sillas. Por un horrible momento Isabella vio una enorme zarpa de leon con peligrosas garras. Parpadeo, y la garra, solo una ilusion de su aterrada imaginacion, se convirtio en la mano de el. Observo como servia el liquido en dos tazas y le ofrecia una.

– Beba esto. Se sentira mejor -Su voz fue brusca, casi como si lamentara la pequena bondad.

Agradecidamente cerro las manos alrededor de la taza caliente, accidentalmente rozo la piel de el con la yema de los dedos. Ante el ligero contacto un relampago salto en su riego sanguineo, arqueandose y chisporroteando, humeando. Sorprendida, casi salto lejos de el, su mirada alarmada volo hacia arriba para encontrarse con la de el.

CAPITULO 3

Isabella se encontro mirando fijamente al interior de unos extranos y liquidos ojos color ambar. Eran mezmerizantes. Ojos de gato. Salvajes. Misteriosos. Hipnotizadores. Llameando con alguna emocion que ella no podia determinar. Sus pupilas eran intensamente palidas y de una inusual forma eliptica. Aun asi, sentia que habia visto esos ojos antes en alguna parte. No le eran del todo extranos, y se relajo, con una pequena sonrisa curvando su boca.

La mano de el le acuno de repente la barbilla, obligandola a continuar encontrando su penetrante mirada.

– Mirame, novia. Mira a tu novio. Echa una buena mirada a la ganga que has conseguido. -Su tono tenia una nota profunda y retumbante, ese soterrado grunido que ya habia notado antes.

Isabella hizo lo que le decia. Empezo a inspeccionarle. Su pelo era espeso y extranamente coloreado. Leonado, casi dorado, enmarcaba su cara y caia por debajo de sus hombros, donde se oscurecia para parecer tan negro y brillnte como el ala de un cuervo. La necesidad de tocar la espesa y lujuriosa masa era tan fuerte, que realmente alzo la mano e hizo la mas ligera de las caricias.

El le cogio la muneca en un apreton duro e inquebrantable. Podia sentir como su gran cuerpo temblaba. Sus ojos se volvieron turbulentos y peligrosos, observandola con la mirada inquietante y sin parpadear de un depredador fija en su presa. Vio sus rasgos entonces, las largas y obscenas cicatrices grabadas en el costado izquierdo de la cara de un angel. Malvadas y espantosas, corrian desde su cuero cabelludo hasta su mandibula ensombrecida, cuatro de ellas, como si algun animal salvaje hubiera aranado su mejilla, desgarrando la carne directamente hasta el hueso. Y el tenia la cara de un angel, absurdamente guapo, una cara que cualquier artista querria capturar en la lona para siempre.

La garra de el se apreto hasta que penso que podria aplastarle los huesos, sus ojos se volvieron mas salvajes, entrecerrandose peligrosamente, fijos en ella como si estuviera presto a saltar sobre ella y devorarla por alguna terrible fechoria. Se inclino hacia ella, su boca perfectamente esculpida retorcida, con un grunido de advertencia en su garganta.

Mientras ella continuaba mirandole, sus rasgos cambiaron, emborronandose extranamente haciendo que por un momento creyera estar mirando a la cara de una gran bestia con el morro abierto para mostrar afilados dientes blancos. Los ojos, sin embargo, seguian siendole de algun modo familiares. Miro directamente a esos ojos y sonrio.

– ?Va a tomar el te conmigo?

El cuerpo de el era muy musculoso, mucho mas que el de ningun hombre que ella hubiera conocido nunca, sus tendones se marcaban y ondeaban con fuerza bajo su elegante camisa. Sus muslos eran columnas gemelas de poder, como troncos de roble. Era alto pero bien proporcionado, aterrador por su tamano y el poder que exudaba.

Esos ojos ambar la miraron durante varios latidos de corazon. Lentamente le solto la muneca, la calidez de su palma se demoro sobre la piel de ella. Isabella retorcio los dedos entre los pliegues de su falta para evitar frotarse las marcas en la muneca. Su pulso latia con un ritmo de miedo y excitacion. Era estupida la forma en que su salvaje imaginacion persistia en verle como las extranas y leonadas esculturas de su casa. Y era igualmente estupido que el mundo exterior pensara que el era una bestia demoniaca a causa de unas pocas cicatrices.

Isabella no era una nina asustadiza para desmayarse porque el soportara la evidencia de sobrevivir a un cruel taque. Deliberadamente tomo un sorbo de te.

– No me desagrada usted, signore, ni me asusta, si esa es su intencion. ?Me cree tan debil o joven? No soy una nina para temer a un hombre. -Aunque el era mucho mas intimidante de lo que ella queria admitir. Y claramente tenia una fuerza enorme. Podia aplastarla facilmente sin ningun esfuerzo. Era imposible determinar su edad. No era un muchacho sino un hombre adulto, cargando el peso de su titulo y la responsabilidad de asegurar el bienestar de su gente sobre sus amplios hombros. Y ahora de su hermano. Ella le habia traido otro estorbo, y la idea la hizo sentir culpable.

– Por favor tome algo de te. Tengo la esperanza de trabar mayor amistad con usted.

– Digame que ve cuando me mira -La voz de el era tranquila, un simple hilo de voz, un susurro de terciopelo y calor. Aunque era una orden de un ser poderoso.

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