aire cargado del palazzo parecio desvanecerse. Isabella noto que podia respirar mas libremente, y la pesadez de su pecho se alivio. Comprendio que el extrano olor surgia de la superficie del agua caliente de la banera preparada para ella, una fragancia limpia, fresca y floral que nunca habia encontrado antes. Inhalo profundamente y agradecio la taza de te que la mujer presiono en su mano temblorosa.

– Debe beber esto inmediatamente. – Animo Sarina. – Esta usted muy fria, ayudara a calentarla. Bebase hasta la ultima gota… eso es, buena chica.

El te ayudo a caldear sus entranas, pero Isabella temia que nada la calentaria a fondo otra vez. Temblaba incontrolabremente. Levanto la mirada hacia Sarina.

– En realidad puedo arreglarmelas. No deseo causarle problemas. Esta habitacion es encantadora, y tengo todo lo que podria necesitar. Por cierto, soy Isabella Vernaducci. – Miro hacia la confortable cama, el fuego alegre y calido. Apesar del agua invitadora y humeante de la banera, en el momento en que la criada la dejara sola, Isabella pretendia caer sobre la cama, completamente vestida, y simplemente dormir. Sus parpados caian, no importaba cuanto intendara permanecer despierta.

– El Amo desea que la atienda. Se tambalea de cansancio. Si mi hija estuviera lejos de casa, queria que alguien la ayudara. Por favor, hagame el honor de permitirme asistirla. – Sarina ya estaba sacandole la capa de los hombros. -Vamos, signorina, el bano esta caliente y la calentara mucho mas rapidamente. Todavia esta temblando.

– Estoy tan cansada. – Las palabras escaparon antes de que Isabella pudiera detenerlas. – Solo quiero dormir. – Sonaba joven e indefensa incluso a sus propios oidos.

Sarina la ayudo a desvestirse y la urgio a entrar en el agua caliente. Cuando Isabella se deslizo dentro de la banera humeante, Sarina solto las hebras sedosas y extendio el pelo de la joven. Muy gentilmente masajeo el cuero cabelludo de Isabella con la punta de los dedos, frotando con un jabon casero que olia a flores. Graduamente, mientras el calor del agua rezumaba en Isabella, su terrible temblor empezo a disminuir.

Isabella estaba tan cansada, sabia que iba a la deriva mientras la criada le enjuagaba el pelo y la envolvia en una pesada toalla. Fue a tropezones hasta la cama como en un ensueno, medio consciente de lo que la rodeaba y medio dormida. Sintio a Sarina trabajando en los nudos de su pelo, liberando las largas trenzas, despues volviendo a trenzarlo en pesados mechones mientras Isabella se quedaba tendida tranquilamente reconfortada, algo que su madre habia hecho cuando era muy pequena. Sus largas pestanas cayeron, y quedo tendida pasivamente sobre la cama, con la toalla rodeando su cuerpo desnudo absorbiendo el exceso de humedad del bano.

El golpe en la puerta no pudo provocar su interes. Ni siquiera el olor de la comida pudo captar su atencion. Queria dormir y alejar todas las preocupaciones y miedos. Sarina murmuro algo que no pudo captar. Solo queria dormir. Se llevaron la comida, e Isabella continuo adormilada, el confort del crujir del fuego, y las manos de Sarina en su pelo la arrullaban con una sensacion de bienestar.

Desde lejos, aislada en su estado de ensonacion, Isabella oyo jadear a Sarina. Intento abrir los ojos y arreglarselas para espiar a hurdatillas por debajo de las pestanas. Las sombras de la habitacion se habian alargado alarmantemente. Las filas de delgadas velas de la pared habian sido apagadas de un soplo, y las llamas del hogar se habian apagado, dejando las esquinas del domitorio oscuras y poco familiares. En una esquina diviso la oscura figura de un hombre. Al menos penso que era un hombre.

Era alto, de anchos hombros, pelo largo y ojos mordaces. Las llamas del fuego parecian resplandecer con el rojo anaranjado de su ardiente mirada. Podia sentir el peso de esa mirada sobre su piel expuesta. Su pelo era extrano, de un color leonado que se oscurecia en negro cuando caia sobre los hombros y bajaba por su amplia espalda. Estaba mirandola desde las sombras, confundiendose entre ellas haciendo que no pudiera discernirle claramente. Una figura sombria para sus suenos. Isabella parpadeo para intentar enfocarle mejor, pero tenia demasiados problemas para arrancarse de su estado de sueno. Su cuerpo se sentia flotar, y no podia encontrar la energia suficiente como para arrastrar su brazo expuesto bajo la toalla. Mientras estaba tendida, intentando fijar la vista en la sombria figura, su vision se nublo todavia mas, y las largas manos de el parecieron garras por un momento, su gran masa se movia con una gracia no del todo humana.

Se sentia expuesta, vulnerable, pero por mas que lo intentaba, no podia arreglarselas para levantarse. Tendida bocabajo sobre la cama, mirando aprensivamente a la esquina oscurecida, su corazon matilleo con dolorosa fuerza.

– Es mucho mas joven de lo que habia imaginado. Y mucho mas hermosa. – Las palabras fueron pronunciadas suavemente, como si simplemente pensara en voz alta, no para que le oyera nadie. La voz era profunda y ronca, una aleacion de seduccion y orden, y un grunido gutural que casi le detuvo el corazon.

– Tiene mucho valor. – La voz de Sarina llego del otro lado, bastante proxima, como si revoloteara protectoramente cerca, pero Isabella no se atrevio a comprobarlo, temiendo apartar la mirada de la figura que la observaba tan intensamente. Como un depredador. Un gran felino. ?Un leon? Su imaginacion estaba jugando con ella, mezclando realidad y suenos, y no podia estar segura de que era real. Si el era real.

– Fue una estupida al venir aqui. – Dijo con un latigazo en la voz.

Isabella intento obligar a su cuerpo a moverse, pero fue imposible. Se le ocurrio que debia haber habido algo en el te, o quizas en la esencia del agua del bano. Tendida en una agonia de temor, aun se sentia perezosa y adormilada, lejos del miedo, desconectada, como si estuviera observando como todo esto le ocurria a alguna otra.

– Requirio gran valor y resistencia. Vino sola. – Senalo Sarina amablemente. – Puede haber sido una estupidez, pero fue valeroso, y nada menos que un milagro que pudiera conseguir tal cosa.

– Se lo que estas pensando, Sarina. – Un singular cansancio matizo la voz del hombre. – No existen los milagros. Yo deberia saberlo. Es mejor no creer en tal sinsentido. – Se acerco, inclinandose sobre Isabella de forma que su sombra cayo sobre ella, engullendola completamente. No podia verle la cara, pero sus manos eran grandes y enormemente fuertes cuando la levantaron entre sus brazos.

Durante un horrible momento miro fijamente las manos que la sujetaban con tal facilidad. Por un momento las manos parecieron ser grandes patas de unas afiladas como navajas de afeitar, y al siguiente eran manos humanas. No tenia ni idea de cual era la ilusion. De que parte de esto era real o que pesadilla. Si el era real o una pesadilla. Su cabeza cayo hacia atras sobre su cuello, pero no pudo levantar los parpados lo suficiente como para verle la cara. Solo pudo yacer impotente entre sus brazos, con el corazon martilleando ruidosamente. El la coloco bajo las colchas, con toalla y todo, con movimientos seguros y eficientes.

Las palmas de sus manos le enmarcaron la cara, su pulgar le rozo la piel con una gentil caricia.

– Tan suave. – Murmuro para si mismo. Sus dedos se delizaron bajo la barbilla para tirar del grueso cordon de pelo apartandolo del cuello. Habia un inesperado calor en sus dedos, diminutas llamas que parecian encender su sangre, y todo su cuerpo se sintio ardiente, dolorido, poco familiar.

Los extranos rugidos empezaron de nuevo, y el castello parecio reverberar con los horrorosos sonidos.

– Estan intranquilos esta noche. – Observo Sarina. Su mano se apreto alrededor de Isabella, y esta vez no hubo duda de que habia sido protectoramente.

– Sienten una perturbacion, y eso los hace estar mas intranquilos y por consiguiente ser mas peligrosos. Cuidado esta noche, Sarina. – La advertencia del hombre era clara-. Vere si puedo calmarlos. – Con un suspiro, la oscura figura se volvio abruptamente y salio a zancadas. Silenciosamente. No hubo susurro de ropa, ni pisadas, absolutamente ningun sonido.

Isabella sintio que Sarina le tocaba el pelo de nuevo, arreglaba la colcha, y despues cayo en el sueno. Tuvo suenos sobre un gran leon que la asechaba implacablemente, paseandose tras ella sobre enormes y silenciosas patas mientras ella corria a traves de un laberinto de largos y amplios corredores. Todo mientras era observaba desde arriba por las silenciosas gargolas aladas, de picos curvados y ojos avidos.

Unos sonidos penetraron en sus extranos suenos. Extranos sonidos acordes con sus extranos suenos. El arrastrar de cadenas. Un gemido creciente. Gritos en la noche. Inquietamente Isabella se acurruco mas profundamente entre las colchas. El fuego se habia apagado hasta unas ascuas anaranjadas que resplandecian brillantemente. Solo podia divisar puntos de luz en la habitacion oscurecida. Estaba tendida mirando fijamente los colores y una ocasional chispa que volvia a la vida en las diminutas llamas. Pasaron varios minutos antes de que comprendiera que no estaba sola.

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