Isabella no habia comido una autentica comidad desde hacia mucho, casi temia probar un bocado. Su estomago protesto al principio, pero despues el extrano pastel dulzon se fundio en su boca, y descubrio que estaba hambrienta.

– Esta bueno -alabo en respuesta a la expresion expectante de Sarina- ?Que fue ese terrible grito que oi? Eso no fue un sueno sino alguien mortalmente herido -Era renuente a hablar incluso a Sarina de la visita de Francesca, insegura de si meteria en problemas a la joven. Le gustaba Francesca y necesitaba al menos una aliada en el castello. Sarina era dulce, y muy buena con ella, pero su lealtad era definitivamente para Don DeMarco. Todo lo que Isabella dijera, todo lo que hiciera, seria cumplidamente informado. Isabella aceptaba eso como un deber de Sarina. Su padre habia sido don de su gente. Ella conocia la lealtad que el titulo conllevaba.

– Esas cosas pasan. Alguien fue descuidado -Sarina encogio sus delgados hombros casi despreocupadamente, pero cuando se dio la vuelta, Isabella vio que su cara estaba palida y sus labios temblaban-. Debo irme. Volvere a por usted cuando sea el momento. -Ya estaba a medio camino de la puerta, estaba claro que no deseaba continuar la conversacion. Antes de que Isabella pudiera protestar, la puerta fue firmemente cerrada, y oyo la llave girar en la cerradura.

Isabella paso gran parte de la manana tomando una siesta. Todavia estaba cansada y exhausta a causa de su agotador viaje, y cada musculo de su cuerpo parecia doler. Habia estudiado cada centimetro de la habitacion y los cristales tintados y de nuevo habia buscado pasadizos ocultos, despues finalmente se lanzo sobre la cama. Estaba profundamente dormida cuando Sarina volvio, y tuvieron que apresurarse, Isabella arreglando su apariencia arrugada, Sarina arreglandole el pelo y cloqueando como una gallina.

– Debe apresurarse, signorina. No querra hacerle esperar demasiado. Tiene muchas citas. Usted no es la unica.

– No quise quedarme dormida -se disculpo Isabella. La mujer mayor le abrio la puerta, pero Isabella era repentinamente renuente a dar un paso hacia el pasillo, recordando la terrible y sobrecogedora nube de maldad que habia encontrado la noche anterior.

Isabella era 'diferente'. Lucca le habia dicho que guardara sus extranas premoniciones y rarezas para si misma, sin permitir nunca que nadie supiera que era 'sensible' a cosas mas alla de lo que el ojo podia ver. Pero Lucca y su padre habian confiado en sus presentimientos cuando buscaban aliados, cuando buscaban a otros para unirse a sus sociedades secretas con vistas a proteger sus tierras de los continuos asaltos de gobernantes externos.

– Signorina -dijo Sarina suavemente-. No podemos arriesgarnos a que llegue tarde a su cita. El no le concedera otra.

Isabella tomo un profundo aliento y siguio a Sarina puertas afuera, palmeando a los angeles para que le dieran buena suerte mientras pasaba junto a ellos. Levanto la mirada justo cuando una joven sirvienta le tiraba agua de un caliz de oro a la cara. El agua salpico sus mejillas para chorrear por el escote de su vestido. Isabella se detuvo en el acto, mirando con sorpresa entumecida a la chica que estaba de pie ante ella.

Un subito silencio cayo cuando todo trabajo ceso y los sirvientes jadearon con horrorizada fascinacion. El agua continuo chorreando por el vestido de Isabella, corriendo entre sus pechos como gotas de sudor.

– ?Alberita! -Sarina reprendio a la chica, frunciendo el ceno severamente, aunque la risa era evidente en sus chispeantes ojos-. ?El agua bendita se rocia sobre una persona, no se le tira en la cara! Scusi, Signorina Isabella. Es joven e impulsiva y no siempre escucha bien. El agua bendita era para su proteccion, no para su bano.

Alberita efectuo una leve reverencia en direccion a Isabella, boqueando con horror, con la cara cenicienta, y lagrimas en los ojos.

– ?Scusi, scusi! La prego no se lo diga al Amo.

– Estoy mas que agradecida por la proteccion, Alberita. Deberia ir al encuentro de mi destino sin miedo en el corazon. Seguramente tengo proteccion extra contra cualquiera que pudiera desear hacerme dano -Isabella tuvo que luchar para evitar la risa.

Sarina sacudio la cabeza y limpio cuidadosamente la cara de Isabella.

– Es bueno que sea usted tan comprensiva. La mayoria habria exigido que fuera azotada.

– Yo no tengo mas estatus que usted, signora -confeso Isabella, desvergonzada-. Y no creo en los azotes. Bueno, -murmuro por lo bajo-, quizas a Don Rivello le vendrian bien unos buenos azotes.

La boca de Sarina se retorcio, pero no sonrio.

– Vamos, no debemos llegar tarde. Don DeMarco tiene una agenda apretada. Ciertamente es usted apropiadamente considerada.

Isabella la miro, segura de que la mujer mayor se estaba riendo de ella, pero Sarina dirigia el camino a traves de amplios corredores y pasajes abovedados. Se apresuraron pasando junto a varios sirvientes que trabajaban. Noto que todos ellos la miraban con caras solemnes, algunos con tensas sonrisas. Todos hicieron el signo de la cruz hacia ella como si la bendigeran.

Agua bendita y bendiciones de los sirvientes. Isabella se aclaro la garganta.

– Signora, ?Don DeMarco es miembro de la Santa Iglesia? -Se voz vacilo un poco, pero Isabella estaba orgullosa del hecho de que se las hubiera arreglado para pronunciar las palabras sin tartamudear. Tenia el mal presentimiento de que quizas todos los rumores sobre el don eran verdad despues de todo. Envio una rapida y silenciosa plegaria porque Don DeMarco y Dios estuvieran en buenos terminos.

Sarina Sincini no respondio sino que camino rapidamente delante de ella, abriendo el camino a traves de un gran patio abierto con escaleras de caracol alzandose en varias direcciones. En el centro del patio habia una fuente que se alzaba casi hasta el segundo piso. Proporciono a Isabella cierto alivio el ver que cada seccion separada de la fuente estaba coronada por una cruz. En la base de cada columna circular, sin embargo, estaba el inevitable leon, grande y musculoso, con una melena leonada veteada de negro. Aun asi, el sonido del agua salpicando resultaba consolador, y las intrincadas tallas de amigables figuras en lo alto de la fuente proporcionaba mas seguridad.

Isabella quiso demorarse y examinar la gran escultura, pero Sarina estaba a medio camino subiendo una de las escaleras de caracol. Mientras Isabella se apresuraba a subir las escaleras aparentemente interminables, contemplo la serie de retratos de la pared. Uno, la cara de un hombre, era tan hermoso que hizo que le doliera algo por dentro. Sus ojos contenian dolor, profunda pena. Isabella quedo hipnotizada por sus ojos, deseando abrazarle y consolarle. Sentia la fuerte sensacion de que le conocia, de que reconocia esos ojos. Isabella paso al siguiente retrato. Reconocio esa cara inmediatamente. Los ojos risuenos de Francesca le devolvian la mirada, traviesos y felices. La pintura debia haberse hecho bastante recientemente, ya que Francesca parecia tener casi la misma edad que tenia ahora. Quien era ella exactamente, se pregunto Isabella. ?Una joven prima del don? El artista habia capturado su esencia, su calidez y disposicion alegre. Isabella reunio coraje solo mirando esa dulce cara. Cuadro los hombros y se apresuro tras Sarina.

Tomaron muchos recodos y esquinas a traves de numerosos salones y alcovas oscurecidas, pasando mas ventanas de vidrieras y arcos intrincadamente tallados. Isabella queria explorarlo todo. A la luz del dia el castello parecia mas abierto y aireado y mucho menos amenazador de lo que habia parecido la noche antes. Ya no sentia la pesada y aceitosa impresion de maldad.

Finalmente alcanzaron el extremo mas alejado del palazzo, a gran distancia de los aposentos principales. Capto vistazos de habitaciones llenas de libros y esculturas y toda clase de cosas intrigantes que le habria gustado examinar, pero Sarina continuaba apresurandose a traves del laberinto de corredores. Isabella estaba verdaderamente perdida cuando subieron un tercer tramo de amplios y arqueados escalones hasta un balcon y se encontraron directamente ante unas puertas dobles. Isabella se detuvo bruscamente ante ellas, no necesitaba que Sarina le dijera que estaba en la guarida privada de Don DeMarco.

– Todo esto es el hogar del Amo. No se permite la entrada a nadie a menos que el haya emitido una invitacion.

– ?Y que hay de los sirvientes? -pregunto Isabella, curiosa. Miraba fijamente a las enormes e intrincadamente talladas puertas dobles adornadas con una cabeza de leon de melena despeinada y ojos penetrantes. El morro parecia salir directamente de la escultura, una boca abierta mostrando dientes afilados. Pero habia algo diferente en este leon, algo muy diferente de los otros. Este leon parecia inteligente, astuto, amenazador. Era casi como si

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