alrededor. La atmosfera comprimida por la gravedad y responsable de este efecto haria tambien que las estrellas, cuando se hiciesen visibles, temblasen con violencia. Dondragmer miro hacia la proa, pero las estrellas gemelas que vigilaban el polo sur del firmamento, Fomalhaut y Sol, eran todavia invisibles.

Se veian unos pocos cirros moviendose rapidamente hacia el oeste. Evidentemente, los vientos a trecientos o seiscientos metros de altura eran contrarios a los de la superficie, como era usual durante el dia. Esto podria cambiar pronto, y Dondragmer lo sabia; a unos cuantos miles de kilometros al oeste, la puesta del sol provocaria un cambio de temperatura mayor que aqui. En las proximas doce horas podria haber cambios en el clima. Exactamente que clases de cambios era mas de lo que su formacion de marino mesklinita le permitia adivinar, aunque estuviese fortalecida por la meteorologia y fisica alienigenas.

Sin embargo, por el momento todo parecia bien. Bajo por la rampa hasta la nieve, y noventa metros al este se acerco a la compuerta que estaba en el lado de estribor, en parte para asegurarse del estado del resto del cielo y en parte para conseguir una vista general de la maquina antes de comenzar una inspeccion detallada.

El cielo occidental no era mas amenazador que el resto, y le dedico solo una breve ojeada.

El Kwembly tenia el aspecto de costumbre. Probablemente a un ser humano le hubiese sugerido un puro de pasta descansando sobre una mesa llana. Media algo mas de treinta metros de largo, seis metros por encima de la nieve. En realidad, habia dos; la curva superior del casco a un tercio de la popa y el propio puente. Este ultimo formaba una cruz de seis metros, cuyos perfiles casi cuadrados estropeaban algo las suaves curvas del cuerpo principal. Estaba proximo a la proa para permitir al timonel, comandante y oficial de derrota observar el terreno cuando viajaban a casi hasta el punto donde lo cubrian las ruedas delanteras.

El fondo plano del vehiculo se encontraba casi a un metro de la nieve, sostenido por un conjunto casi continuo de ruedas portadoras de cadenas. Estaban fundidas individualmente y conectadas por un embrollado aparejo de finos cables que permitian al Kwembly girar en radio bastante corto, en un control de su traccion razonablemente completo. Las ruedas estaban separadas del casco propiamente dicho por algo que equivalia a un colchon neumatico, el cual distribuia la traccion y se adaptaba a las pequenas irregularidades del terreno.

Una figura semejante a una oruga progresaba lentamente a lo largo de un costado del vehiculo. Probablemente Beetchermarlf continuaba su inspeccion del aparejo. Veinte metros mas cerca del capitan habia sido erigida la pequena torre del taladro. Por encima, colgandose de los estribos que jalonaban el casco, aunque apenas podian verse desde la distancia del capitan, trepaban otros miembros de la tripulacion, que inspeccionaban los orificios comprobando su tension. Para un mesklinita, este era un trabajo enervante. Para un ser criado en un mundo donde la gravedad polar era mas de seiscientas veces la de la Tierra y donde incluso la gravedad bajo techo era un tercio de la misma, la aerofobia era un estado mental normal y saludable. La presion de Dhrawn, debil en comparacion, pues era escasamente de cuatrocientos metros por segundo cuadrado, hacia que trepar fuese algo mas llevadero, pero la inspeccion del casco era todavia la tarea menos popular. Dondragmer retrocedio reptando sobre la mezcla, fuertemente apretada, de cristales blancos y polvo castano, interrumpida por arbustos bajos ocasionalmente, y subio por un costado para ayudar.

Las grandes placas curvas eran de fibra de boro, unidas por polimeros cargados de oxigeno y fluorina. Habian sido fabricadas en un mundo que ninguno de los mesklinitas habia visto nunca, aunque la mayor parte de la tripulacion habia tenido tratos con sus nativos. Los ingenieros quimicos humanos habian disenado aquellas partes del casco para que soportasen todos los agentes corrosivos en que pudieron pensar. Comprendian muy bien que Dhrawn era uno de los pocos lugares del universo que probablemente seria mas perjudicial a este respecto que su propio mundo de oxigeno y agua. Se mostraron completamente conscientes de su gravedad. Cuando sintetizaron las partes del casco y los adhesivos que las mantenian unidas —tanto los cementos temporales utilizados durante las pruebas en Mesklin como los presuntamente permanentes empleados al rearmar los vehiculos en Dhrawn—, tuvieron en cuenta todos estos factores. Dondragmer confiaba plenamente en la habilidad de aquellos hombres, pero no podia olvidar que ellos no se habian enfrentado, ni esperaban hacerlo nunca, a las condiciones contra las que sus productos luchaban. Aquellos particulares fabricantes de paracaidas nunca tendrian que saltar, aunque un mesklinita no habria entendido la paradoja.

Aunque el capitan respetaba la teoria, conocia muy bien la diferencia entre esta y la practica; por tanto, dedico toda su atencion a los ajustes entre las secciones del enorme casco.

Cuando se convencio de que continuaban solidas y ajustadas, el cielo estaba mucho mas oscuro. Kervenser habia encendido algunas de las luces exteriores, en respuesta a un repiqueteo en el exterior del puente y a unos cuantos gestos. Con esta ayuda, los escaladores terminaron su trabajo y regresaron a la nieve.

Beetchermarlf salio de debajo del gran casco e informo que no habia ninguna novedad en los cables de guardin. Los que trabajaban en el taladro habian conseguido unos cuantos metros de fragmentos rocosos. Cada segmento, en cuanto era obtenido, se trasladaba al laboratorio para estudiarse la temperatura ambiental. En realidad, la «nieve» local parecia ser en su mayor parte agua en la superficie; por tanto, muy por debajo de su punto de fusion, pero nadie podia estar seguro de lo que ocurriria mas abajo.

La luz artificial enmascaraba algo el cielo. El primer aviso de que el tiempo cambiaba fue una repentina rafaga de aire. El Kwembly se balanceo ligeramente sobre sus cadenas y los cables de guardin vibraron al ser zarandeados por el denso aire. Los mesklinitas no tuvieron problemas. Para hacerles volar, con la gravedad existente en Dhrawn, se habria necesitado un tornado arrollador. Pesaban casi tanto como pesaria en la Tierra una estatua de oro de tamano natural. Dondragmer, enterrando reflexivamente sus garras en la polvorienta nieve, no se sintio preocupado por el viento, aunque si muy molesto ante su propio fallo al no haber advertido con anterioridad las nubes que lo acompanaban. Estas habian pasado de ser aborregados cirros, casi a trescientos metros de altura, a rotos celajes de tipo estrato, situados a la mitad de aquella altura. Todavia no habia ninguna precipitacion, pero ninguno de los marineros dudaba que pronto la habria. Sin embargo, no podian adivinar ni su forma ni su violencia. Segun las medidas humanas, llevaban en Dhrawn un ano y medio, pero esto no era suficiente tiempo, ni siquiera aproximadamente, para aprender todos los fenomenos de un mundo mucho mayor que el suyo. Incluso si ese mundo hubiese completado una de sus revoluciones, en lugar de menos de la cuarta parte, no habria sido suficiente para la tripulacion de Dondragmer.

La voz del capitan se elevo sobre la cancion del viento.

—Todo el mundo dentro. Berjendee, Reffel y Stakendee, ayudadme con el equipo del taladro. El primero que entre debe decirle a Kervenser que ponga a punto los motores y que este preparado para poner la proa al viento en cuanto todos nosotros estemos a bordo.

Cuando daba esta orden, Dondragmer sabia que quiza no seria posible obedecerla. Era muy probable que la revision estuviese en un punto que impidiese poner en marcha los motores. Pero despues de haber dado la orden, no penso mas en ello. Si era posible seria cumplida. Otros asuntos reclamaban su atencion. El equipamiento del taladro tenia prioridad absoluta. Era maquinaria de investigacion, la unica razon de que los mesklinitas se encontrasen en Dhrawn. Hasta Dondragmer, relativamente libre de las sospechas que muchos mesklinitas alimentaban sobre las intenciones y motivos de los humanos, sospechaba que el cientifico humano medio valoraria mucho mas el equipamiento del taladro que las vidas de un marinero o dos.

Los investigadores ya habian retirado la broca, y estaban comenzando a entrar cuando el les alcanzo. Siguieron la biela y la caja de cambios del artificio manual, dejando unicamente lo que constituia el soporte y las torres guia. Esto era menos importante, puesto que podian ser reemplazadas sin la ayuda humana, pero ya que el viento no empeoraba, el capitan y sus ayudantes se quedaron para rescatarlos tambien. Cuando terminaron, los demas ya se habian desvanecido en el interior. Evidentemente, Kervenser da muestras de impaciencia en el puente…

Con un suspiro de alivio, Dondragmer condujo su grupo por la rampa y la compuerta, que cerro a sus espaldas. Se encontraban ahora sobre un reborde de un metro de ancho, que rodeaba la compuerta delante de un estanque de amoniaco liquido del mismo ancho, el cual formaba la parte interior del compartimiento. El mas pesadamente cargado del grupo descendio dentro del liquido, agarrandose a estribos similares a los que se encontraban en la parte exterior del casco; otros sencillamente se zambulleron, como el capitan. La pared interna de la compuerta estaba a un metro por debajo de la superficie. Entre su borde inferior y el fondo de la cisterna habia una ranura de un metro. Pasando bajo esta y trepando hacia el otro lado, llegaron a un saliente similar al de la entrada. Otra puerta les dio acceso a la seccion media del Kwembly. A su alrededor habia un ligero olor a oxigeno —generalmente unas cuantas burbujas del aire exterior acompanaban a cualquier cosa que penetrase por la compuerta—, pero el omnipresente vapor del amoniaco y las superficies catalizadoras colocadas en muchos sitios dentro del casco habian demostrado hacia tiempo ser capaces de controlar esta molestia. La mayor parte de los mesklinitas habian aprendido a soportar bastante bien el olor, puesto que como todo el mundo sabia, el gas

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