lo que no lo es? Acabo de ver como un demonio mataba a un hombre. ?Eso es natural? -Cronista miro a Kvothe-. Y ?que diablos hacia esa cosa aqui, por cierto?-pregunto.

– Buscar, por lo visto -respondio Kvothe-. Eso ha sido lo unico que he entendido. ?Y tu, Bast? ?Has entendido lo que decia?

Bast nego con la cabeza.

– He reconocido el sonido, pero nada mas, Reshi. Las expresiones que empleaba eran muy arcaicas. No he entendido casi nada.

– Vale. Estaba buscando -dijo de pronto Cronista-. Pero buscando ?que?

– A mi, seguramente -contesto Kvothe con gesto sombrio.

– No te pongas lastimero, Reshi -le reprendio Bast-. Tu no has tenido la culpa de lo que ha pasado.

Kvothe le lanzo una larga y cansada mirada a su pupilo.

– Lo sabes tan bien como yo, Bast. Todo esto es culpa mia. Los escrales, la guerra. Todo.

Bast fue a protestar, pero no encontro las palabras adecuadas. Tras una larga pausa, desvio la mirada, vencido.

Kvothe apoyo los codos en la barra y dio un suspiro.

– Y ?que crees que era, por cierto?

Bast sacudio la cabeza.

– Parecia un Mahael-uret, Reshi. Un bailarin de piel. -Lo dijo frunciendo el ceno; era evidente que no estaba convencido.

Kvothe arqueo una ceja.

– ?No era de los de tu clase?

La expresion de Bast, por lo general amable, se torno iracunda.

– No, no era «de los de mi clase» -dijo, indignado-. Los Mael ni siquiera comparten frontera con nosotros. Son lo mas alejado que hay de los Fata.

Kvothe asintio como disculpandose.

– Perdona, es que creia que sabias que era. No dudaste en atacarlo.

– Todas las serpientes muerden, Reshi. No necesito saber como se llaman para saber que son peligrosas. Me he dado cuenta enseguida de que era un Mael. Bastaba con eso.

– Asi que seguramente era un bailarin de piel -cavilo Kvo-the-. ?No me dijiste que habian desaparecido hace una eternidad?

Bast asintio.

– Y parecia un poco… bobo, y no ha intentado pasar a otro cuerpo. -Bast se encogio de hombros-. Ademas, seguimos todos con vida. Eso parece indicar que era otra cosa.

Cronista escuchaba esa conversacion con gesto de incredulidad.

– ?Estais diciendo que ninguno de los dos sabe que era? -Miro a Kvothe-. ?Acabas de decirle al muchacho que era un demonio!

– Para el muchacho es un demonio -explico Kvothe-, porque eso es lo que el puede entender mas facilmente, y no se aleja mucho de la verdad. -Empezo a sacarle brillo a la barra-. Para el resto de los habitantes del pueblo, es un consumidor de resina, porque asi podran dormir un poco esta noche.

– Entonces tambien es un demonio para mi -dijo de pronto Cronista-. Porque tengo helado el hombro que me ha tocado.

Bast se le acerco.

– Se me habia olvidado que te ha puesto una mano encima. Dejame ver.

Kvothe cerro los postigos de las ventanas mientras Cronista se quitaba la camisa; todavia llevaba en los brazos los vendajes de tres noches atras, cuando lo habia atacado el escral.

Bast le examino el hombro.

– ?Puedes moverlo?

Cronista asintio e hizo girar el hombro.

– Cuando me ha tocado me ha hecho mucho dano, como si se me rompiera algo por dentro. -Sacudio la cabeza, irritado por su propia descripcion-. Ahora solo lo noto raro. Entumecido. Como dormido.

Bast le hinco un dedo en el hombro, examinandolo con recelo.

Cronista miro a Kvothe.

– El chico tenia razon respecto a lo del fuego, ?verdad? Hasta que no lo ha mencionado, no lo he enten… ?aaay! -grito el escribano apartandose de Bast-. ?Que diablos ha sido eso? -inquirio.

– Supongo que los nervios de tu plexo braquial -contesto Kvothe con aspereza.

– Necesito determinar la gravedad de la herida -dijo Bast sin inmutarse-. Reshi, ?podrias traerme un poco de grasa de oca, ajo, mostaza…? ?Nos quedan de esas cosas verdes que huelen a cebolla pero que no lo son?

Kvothe asintio.

– Keveral. Si, creo que quedan algunas.

– Traemelas, y tambien una venda. Voy a aplicarle un balsamo.

Kvothe hizo un gesto con la cabeza y salio por la puerta que habia detras de la barra. Nada mas perderse de vista, Bast se inclino hacia la oreja de Cronista.

– No le preguntes nada de eso -susurro con apremio-. No lo menciones siquiera.

Cronista parecia desconcertado.

– ?De que me estas hablando?

– De la botella. De la simpatia que ha intentado hacer.

– Entonces, ?es verdad que trataba de prenderle fuego a esa cosa? ?Por que no ha funcionado? ?Que…?

Bast le apreto el hombro con fuerza, hincandole el pulgar en el hueco entre las claviculas. El escribano dio otro grito.

– No hables de eso -le susurro Bast al oido-. No hagas preguntas. -Sujetando al escribano por los hombros, lo zarandeo un poco, como haria un padre enfadado con un nino testarudo.

– Dios mio, Bast. Lo oigo aullar desde la cocina -dijo Kvothe. Bast se enderezo y sento a Cronista en su silla; el posadero salio de la cocina-. Que Tehlu nos asista, esta palido como la cera. ?Crees que se pondra bien?

– No es mas grave que una congelacion -dijo Bast con tono desdenoso-. Yo no tengo la culpa de que chille como una chiquilla.

– Bueno, ten cuidado con el -dijo Kvothe poniendo un tarro de grasa y un punado de dientes de ajo encima de la mesa-. Va a necesitar ese brazo al menos un par de dias mas.

Kvothe pelo y aplasto los dientes de ajo. Bast preparo el balsamo y le aplico el apestoso mejunje en el hombro al escribano; luego se lo vendo. Cronista permanecio muy quieto.

– ?Te animas a escribir un poco mas esta noche? -pregunto Kvothe cuando el escribano se hubo puesto de nuevo la camisa-. Aun estamos muy lejos del final, pero puedo atar algunos cabos sueltos antes de acostarnos.

– Yo todavia aguanto unas cuantas horas -dijo Cronista. Se apresuro a abrir su cartera evitando mirar a Bast.

– Yo tambien. -Bast miro a Kvothe; estaba resplandeciente-. Quiero saber que encontraste debajo de la Universidad.

Kvothe esbozo una sonrisa.

– Me lo imaginaba, Bast. -Fue a la mesa y se sento-. Debajo de la Universidad encontre lo que mas deseaba, si bien no era lo que yo esperaba. -Indico con una sena a Cronista que cogiera su pluma-. Como suele pasar cuando alcanzas el deseo de tu corazon.

89 Una tarde agradable

Al dia siguiente me azotaron en el gran patio adoquinado que. en otros tiempos se llamara el Quoyan Hayel. La Casa del Viento. Lo encontre curiosamente apropiado.

Como era de esperar, una impresionante multitud acudio a presenciar el castigo. Cientos de alumnos llenaban el patio. Habia muchos asomados a ventanas y puertas. Algunos hasta subieron a los tejados para ver mejor. En

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