manana.

– ?Que hareis?

Eduardo se encogio de hombros.

– ?Que podemos hacer, Jorge? No tenemos hombres suficientes para luchar, despues de la desercion de Trollope. Y Ludlow no resistiria un sitio. Solo podemos ordenar que nuestro ejercito se desbande y se disperse. Y luego cabalgar como si nos persiguiera el diablo.

Ambos lo miraban pasmados. Jorge fue el primero en recobrarse.

– ?Quieres decir… escapar? -barboto.

La furia de sus hermanos lo amilano.

– ?Que pretendes que hagamos? -rugio Eduardo-. ?Conservar el orgullo y perder la cabeza? ?Acaso debo explicarte lo que nos pasara si manana estamos en Ludlow? Cada hombre de este salon estaria muerto para el ocaso.

– ?No! -jadeo Ricardo-. ?No, no debeis quedaros!

Edmundo, tan colerico como Eduardo, miraba a Jorge con severidad.

– Mandalos de vuelta a la cama, Ned -dijo con voz cortante.

Pero Eduardo recordo que no era justo responsabilizar a un nino de diez anos por sus palabras. Sintio una presion contra el brazo, vio que Ricardo se habia acercado. Hasta ese momento no habia pensado mucho en Ricardo y Jorge, salvo para decirse de que nadie danaria a un nino, ni siquiera la vengativa reina. Pensando en lo que el nino afrontaria al dia siguiente, comprendio sorprendido que habria dado mucho por evitarle a Ricardo el destino que le esperaba cuando Ludlow cayera ante las fuerzas de Lancaster.

– ?Iremos contigo, Ned? -pregunto Ricardo, como adivinandole el pensamiento. Y los latidos de su corazon se aceleraron hasta ensordecerlo cuando Eduardo meneo la cabeza.

– No es posible, Dickon. No resistirias la cabalgada.

– ?Nos entregareis a Lancaster? -pregunto Jorge con incredulidad, con voz tan aterrada que Eduardo se puso a la defensiva.

– ?No tienes por que decirlo como si os entregaramos a los infieles para un sacrificio ritual, Jorge! -replico con involuntaria brusquedad. Se contuvo, asombrandose de que Jorge tuviera un instinto tan infalible para irritarlo, y anadio con voz mas suave-: No temas, Jorge. Lancaster no se ensana con los ninos. Estareis mejor que si intentaramos llevaros con nosotros.

Edmundo aguardaba con impaciencia, irritado con esta demora que causaban los ninos cuando el tiempo era su unica ventaja.

– Ned, nuestro primo Warwick nos llama…-Eduardo asintio pero se quedo donde estaba, acariciando la cabeza rubia de Jorge y el pelo moreno de Ricardo. Nunca le habian parecido tan pequenos, tan desvalidos, como ahora que los dejaban a merced de un ejercito enemigo. Forzando una sonrisa, le dio un golpe jugueton en el brazo a Jorge.

– No pongas esa cara compungida -dijo de buen humor-. De veras, no hay nada que temer. Lancaster no os tratara mal.

– No tengo miedo -replico Jorge. Eduardo no dijo nada y Jorge penso que ese silencio significaba escepticismo y repitio tozudamente-: ?No tengo miedo, en absoluto!

Eduardo se enderezo.

– Me alegra, Jorge -dijo secamente.

Se dispuso a seguir a Edmundo, pero se volvio impulsivamente hacia Ricardo, se arrodillo, le clavo los ojos.

– ?Y que hay de ti, Dickon? ?Tienes miedo?

Ricardo abrio la boca para negarlo, pero luego asintio despacio.

– Si -confeso con un hilo de voz, sonrojandose como si hubiera hecho la mas vergonzosa de las confesiones.

– Te contare un secreto, Dickon. Yo tambien -dijo Eduardo, y se rio al ver la expresion de asombro del nino.

– ?De veras? -pregunto Ricardo, y Eduardo asintio.

– De veras. No hay ningun hombre que no conozca el miedo, Dickon. El valiente es el que ha aprendido a ocultarlo, nada mas. Recuerda eso manana, muchacho.

Edmundo regreso.

– Santo Dios, Ned, ?vas a tardar toda la noche?

Eduardo se puso de pie. Miro a Ricardo y sonrio.

– ?Y piensa en las historias que podras contarme cuando volvamos a vernos! Despues de todo, tu seras testigo de la rendicion de Ludlow, no yo.

Y se marcho deprisa, reuniendose con Edmundo y dejando a los dos ninos solos detras de la mampara, tratando de aceptar esa increible realidad: cuando el alba llegara a Ludlow, tambien llegaria el ejercito de Lancaster.

Edmundo conocia las manas de su hermano desde que eran ninos, y no le sorprendio descubrir que Eduardo ya no lo seguia. Desanduvo sus pasos y lo vio junto a la tarima, conversando con su madre. Fue deprisa hacia ellos, y al acercarse oyo la exclamacion de la duquesa de York.

– ?Estas loco, Eduardo! ?Como se te ocurre pensar en un plan tan temerario? Ni lo suenes.

– Aguarda, ma mere, escuchame hasta el final. Concedo que parece arriesgado, pero tiene sus meritos. Se que funcionaria.

Edmundo se enfurruno. Sabia por experiencia que Eduardo consideraba viables ciertos planes que para otros serian el colmo de la imprudencia.

– ?De que hablas, Ned?

– Quiero sacar de aqui a ma mere y los ninos esta noche.

Edmundo se irrito tanto que lanzo un juramento frente a su madre.

– Por Dios, espero que no hables en serio.

– Claro que si. Se que convinimos en que lo mejor para ellos seria quedarse en Ludlow, y se que ma mere esta convencida de que no sufriran ningun dano. Pero tengo mis dudas, Edmundo. Tengo mis dudas.

– A nadie le agrada la idea, Ned -dijo Edmundo, tratando de disuadirlo-. Pero no podemos llevarlos con nosotros. Una mujer y dos ninos… con la cabalgada que nos espera. Estaran mas seguros en Ludlow. Nadie maltrata a las mujeres y los ninos, ni siquiera Lancaster. Los llevaran ante el rey y lo mas probable es que le cobren a Ludlow una multa exorbitante. Tambien puede haber saqueos, lo concedo. Pero por Dios, Ned, no habra pillaje como en una aldea francesa. Ludlow es inglesa.

– Si, pero…

– Ademas -pregunto Edmundo-, ?adonde los llevarias?

Noto que habia cometido un error, pues Eduardo sonrio picaramente.

– A Wigmore -dijo con aire triunfal-. La abadia agustina que esta cerca del castillo. Podria llevarlos alla en pocas horas. No seria tan dificil. No, no digas nada. Escuchame. Podriamos marcharnos ahora, coger caminos apartados. No negaras que conozco todos los senderos de Shropshire.

Edmundo sacudio la cabeza.

– No, no lo negare. Pero una vez que los lleves a Wigmore, suponiendo que lo logres… ?que sucedera? ?Te quedaras aislado en pleno Shropshire, en medio del ejercito de Lancaster?

Eduardo se encogio de hombros con impaciencia.

– ?Olvidas que me crie en Ludlow? Conozco esta zona. No me capturarian. Una vez que los dejara en Wigmore, os alcanzaria a ti y a nuestro padre sin dificultad. -Volvio a sonreir, dijo persuasivamente-: Ves que funcionaria, ?verdad? Reconocelo, Edmundo, es un buen plan.

– Es suicida. Estaras solo mientras las tropas de Lancaster arrojan una red por toda la campina. No tendrias la menor oportunidad, Ned. En absoluto. -Edmundo hizo una pausa, reparo en la expresion terca de Eduardo y concluyo sombriamente-: Pero veo que te has emperrado en seguir con esta locura. Sera mejor que ensillemos los caballos y vayamos a buscar a los ninos. No nos queda mucho tiempo.

Eduardo rio suavemente, sin demostrar sorpresa.

– Sabia que podia contar contigo -dijo con aprobacion, y sacudio la cabeza-. Pero en esta ocasion tendre que

Вы читаете El sol en esplendor
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×