visitarse, y tal vez el maestro Lippi restaurara la estatua y le diera unos ojos nuevos, pero, hasta entonces, seria nuestro secreto. Quiza fuera preferible asi. La Virgen nos habia permitido encontrar su santuario, pero todos los que se habian acercado a el con malas intenciones habian muerto. Ciertamente no era un gran atractivo para grupos turisticos.
En cuanto al viejo
Durante el postre -una espectacular tarta disenada personalmente por Eva Maria-, Janice se inclino para dejarme en la mesa un viejo pergamino amarillento. Lo reconoci en seguida: era la carta de Giannozza a Giulietta que fray Lorenzo me habia ensenado en el castello Salimbeni. La unica diferencia era que, esta vez, el sello ya estaba roto.
– Un regalito -dijo Janice, entregandome un folio doblado-. Esta es la traduccion. Fray Lorenzo me dio la carta y Eva Maria me ha ayudado a traducirla.
Note que estaba impaciente por que la leyera en seguida, y eso hice. Decia lo siguiente:
Cuando deje de leer, las dos llorabamos. Consciente de la perplejidad de los comensales ante nuestro arrebato, la abrace y le agradeci aquel regalo perfecto. Dudo que los invitados entendieran la importancia de esa carta; ni siquiera los que conocian la triste historia de las hermanas medievales habrian comprendido lo que significaba para mi hermana y para mi.
Era casi medianoche cuando al fin pude volver al jardin con un renuente Alessandro. Todos se habian acostado ya, y era el momento de hacer algo que llevaba tiempo queriendo hacer. Abri la puerta chirriante del santuario de Lorenzo y, mirando a mi acompanante protesten, le puse un dedo en los labios.
– En teoria, no deberiamos estar aqui.
– Exacto -respondio el, tratando de estrecharme en sus brazos-. Deja que te cuente donde deberiamos estar…
– ?Chis! -Le tape la boca con la mano-. En serio, tengo que hacer esto.
– ?Por que no manana? Me zafe y lo bese rapidamente. -No tenia pensado escaparme de la cama manana. A reganadientes, Alessandro accedio a entrar en el santuario y a la rotonda de marmol donde se hallaba la estatua de bronce de fray Lorenzo. A la luz de la luna incipiente, la estatua casi parecia una persona de verdad, esperandonos de pie con los brazos abiertos. Huelga decir que las posibilidades de que los rasgos de la estatua se asemejaran a los del original eran escasas, pero eso daba igual. Lo importante era que algunas personas habian tenido el detalle de reconocer el sacrificio de aquel hombre y, gracias a ellas, habiamos podido agradecerselo.
Me quite el crucifijo, que llevaba desde que Alessandro me lo habia devuelto, y me estire para colgarlo del cuello de la estatua, donde debia estar.
– La senora Mina lo guardaba como simbolo de su conexion -dije, mas que nada para mi-. Yo no lo necesito para recordar lo que hizo por Romeo y Giulietta. -Calle un momento-. Quien sabe, quiza nunca hubo ninguna maldicion. Tal vez eramos nosotros, todos nosotros, quienes creiamos que mereciamos una.
Alessandro no dijo nada. Alargo la mano y me acaricio la mejilla como lo habia hecho aquel dia en Fontebranda, y esta vez supe bien lo que implicaba. Tanto si habiamos estado malditos como si no, si habiamos pagado por ello como si no, el era mi bendicion, y yo la suya, y eso bastaba para desarmar cualquier proyectil que el destino -o Shakespeare- tuviera la torpeza de enviarnos.
Nota de la autora
Aunque
Siena, quiza mas que cualquier otra poblacion de la Toscana, fue victima de intensas enemistades familiares durante toda la Edad Media, y Tolomei y Salimbeni se encontraban enfrentados de un modo que recuerda mucho a la rivalidad entre los Capuleto y los Montesco de la obra de Shakespeare.
Dicho esto, me he tomado algunas libertades a la hora de retratar al senor Salimbeni como un maltratador, y no se si al doctor Antonio Tasso, de Monte dei Paschi di Siena -que tuvo la bondad de ensenarle a mi madre el palazzo Salimbeni y transmitirle su gloriosa historia-, le agradara la idea de que haya instalado una camara de tortura en el sotano de su loable institucion.
Tampoco se alegraran mucho mis amigos Gian Paolo Ricchi, Dario Colombo, Alex Baldi, Patrizio Pugliese y Cristian Cipo Riccardi de que haya convertido el antiguo Palio en algo tan violento, pero, teniendo en cuenta lo poco que se sabe de su version medieval, confio en que sean condescendientes.
Espero que santa Catalina me perdone por implicarla en la leyenda de la senora Mina y la maldicion del muro, asi como en la historia del comandante Marescotti y Romanino, donde aparece como bebe de la familia de Benincasa. Ambos escenarios son inventados, si bien he tratado de ser fiel al espiritu de sus primeros anos en Siena, su asombrosa personalidad y los milagros que se le atribuyen.
La arqueologa Antonella Rossi Pugliese tuvo la amabilidad de llevarme de paseo por el casco antiguo de Siena, y fue ella quien me inspiro la inmersion en los misterios de la Siena subterranea: las cuevas de los