sonrisa y comento que deberia cortarme el pelo, porque me iba a casa.

– Hoy es un gran dia, senor Petrel -dijo-. Le van a dar de alta.

– ?Uau! -exclame.

– Pero antes tiene un par de visitas -anuncio.

– ?Mis hermanas?

Se acerco tanto que pude aspirar la frescura perfumada de su uniforme blanco almidonado y su cabello recien lavado.

– No -contesto con un susurro-. Visitas importantes. No tiene idea, senor Petrel, de cuanta gente siente curiosidad por usted. Es el misterio mas grande del hospital. Teniamos ordenes de muy arriba de que le diesemos la mejor habitacion y el mejor tratamiento. Todo a cargo de personas misteriosas a las que nadie conoce. Y hoy vendra un personaje importante en una limusina negra para llevarlo a casa. Usted es alguien muy importante, senor Petrel. Un famoso. O al menos eso cree la gente.

– No -repuse-. No soy nadie especial.

– Es demasiado modesto. -Sonrio, y sacudio la cabeza.

Tras ella, la puerta se abrio, y el residente psiquiatrico asomo la cabeza.

– Senor Petrel -saludo-. Tiene visitas.

Dirigi la mirada hacia la puerta y oi una voz familiar.

– ?Pajarillo? ?Como te va?

Y a continuacion otra.

– Pajarillo, ?estas causando problemas a alguien?

El psiquiatra se hizo a un lado y los hermanos Moses entraron en la habitacion.

Negro Grande parecia aun mas grande si cabe. Tenia una cintura enorme que parecia fluir como un oceano hacia una gran barriga, unos brazos gruesos y unas piernas como columnas. Llevaba un traje con chaleco azul de raya diplomatica que, aunque no soy un experto, me parecio muy caro. Su hermano iba igual de elegante, con zapatos de charol que reflejaban las luces del techo. Los dos tenian algunas canas, y el menor llevaba unas gafas de montura dorada que le conferian un cierto aspecto de intelectual. Pense que habian cambiado la juventud por fortuna y autoridad.

– Hola -les dije.

Ambos hermanos se situaron a cada lado de la cama. Negro Grande me dio unas palmaditas en el hombro con su manaza.

– ?Te encuentras mejor, Pajarillo? -pregunto.

Me encogi de hombros, pero tal vez no estaba dando una muy buena impresion, asi que anadi:

– Bueno, no me gustan todos los farmacos, pero creo que estoy bastante mejor.

– Nos tenias preocupados -afirmo Negro Chico-. Muy asustados.

– Cuando te encontramos -comento su hermano en voz baja-, no estabamos seguros de que lo superaras. Estabas muy mal, Pajarillo. Hablabas con alguien invisible, lanzabas cosas, peleabas y gritabas. Daba miedo.

– Tuve algunos dias dificiles.

– Todos hemos vivido malos momentos -asintio Negro Chico-. Nos asustaste mucho.

– No sabia que erais vosotros quienes iban a buscarme-indique.

– Bueno -sonrio Negro Grande, y dirigio una mirada a su hermano-, no es algo que hagamos mucho ahora. No como en los viejos tiempos, cuando eramos jovenes y trabajabamos en el viejo hospital a las ordenes de Tomapastillas. Ya no. Recibimos la llamada y fuimos corriendo, y nos alegramos mucho de haber llegado antes de que tu, bueno, ya sabes.

– ?Me suicidara?

– Si quieres hablar sin rodeos, Pajarillo -sonrio-, si, exacto.

Me recoste en las almohadas y los mire.

– ?Como supisteis…?

– Te vigilamos desde hace cierto tiempo, Pajarillo. -Negro Chico meneo la cabeza-. Recibiamos informes regulares sobre tus progresos del senor Klein, del centro de tratamiento. Llamadas de la familia Santiago, tus vecinos, que han colaborado mucho. La policia local, algunos empresarios locales, todos ellos nos echaban una mano. Te vigilaban, Pajarillo, ano tras ano. Me sorprende que no lo supieras.

– No tenia idea. -Sacudi la cabeza-. Pero ? como conseguisteis…?

– Muchas personas nos deben favores -respondio Negro Chico-. Y hay mucha gente que desea estar a buenas con el sheriff del condado. -Senalo con la cabeza a su hermano-. O con un concejal -se senalo a si mismo e hizo una pausa-. O con una jueza federal que tiene verdadero interes en el hombre que ayudo a salvarle la vida una noche terrible hace muchos anos.

Nunca habia ido en limusina, y menos en una conducida por un policia uniformado. Negro Grande me enseno a subir y bajar las ventanillas con un boton, y tambien donde estaba el telefono. Me pregunto si queria llamar a alguien, a expensas de los contribuyentes, por supuesto, pero no se me ocurrio nadie con quien quisiera hablar. Negro Chico dio al chofer mi direccion y luego me tendio una bolsa azul que contenia ropa limpia que mandaban mis hermanas.

Cuando enfilamos mi calle, vi otro coche de aspecto oficial estacionado delante de mi edificio. Un chofer con traje negro esperaba de pie junto a la puerta. Parecia conocer a los hermanos Moses, porque cuando salieron de la limusina, se limito a senalar la ventana de mi casa.

– Esta arriba -comento.

Subi el primero hasta el primer piso.

La puerta que los hermanos Moses y el personal sanitario de la ambulancia habian arrancado de sus bisagras estaba arreglada, pero abierta de par en par. Entre en el apartamento y lo vi limpio, ordenado y restaurado. Note olor a pintura reciente y comprobe que los electrodomesticos de la cocina eran nuevos. Entonces de pronto vi a Lucy de pie en medio de la sala, apoyada en un baston de aluminio. Su cabello relucia, negro pero con los bordes algo plateados, como si tuviese la misma edad que los Moses. La cicatriz de la cara se habia difumina-do con el paso de los anos, pero sus ojos verdes y su belleza seguian tan impresionantes como el dia que la conoci. Sonrio cuando me acerque a ella y me tendio la mano.

– Oh, Francis -dijo-, nos tenias tan preocupados. Ha pasado mucho tiempo. Me alegro de volver a verte.

– Hola, Lucy -salude-. He pensado en ti a menudo.

– Y yo tambien en ti, Pajarillo.

Me quede clavado, casi como la primera vez que la vi. Siempre resulta dificil hablar, pensar o respirar en determinados momentos, sobre todo cuando hay tantos recuerdos latentes, detras de cada palabra, de cada mirada y de cada contacto.

Tenia muchas cosas que preguntarle, pero me limite a decir:

– Lucy, ?por que no salvaste a Peter?

– Ojala hubiera podido. -Sonrio con arrepentimiento y sacudio la cabeza-. Pero el Bombero necesitaba salvarse el mismo. Yo no podia hacerlo. Ni ninguna otra persona. Solo el.

Suspiro y observe que la pared situada tras ella, donde estaban reunidas todas mis palabras, permanecia intacta. Las lineas escritas subian y bajaban, los dibujos sobresalian, la historia estaba toda ahi, tal como la noche en que el angel habia ido finalmente por mi, pero yo me habia zafado de el. Lucy siguio mis ojos y se giro hacia la pared.

– Un gran esfuerzo -comento.

– ?Lo has leido?

– Si. Todos lo hemos hecho.

No dije nada, porque no sabia que decir.

– Lo que describes podria perjudicar a ciertas personas, ?sabes?

– ?Perjudicar?

– Reputaciones. Carreras. Esa clase de cosas.

– ?Es peligroso?

– Podria serlo.

– ?Que debo hacer? -pregunte.

– No puedo responder eso por ti, Pajarillo. -Sonrio de nuevo-. Pero te he traido varios regalos que tal vez te sirvan para tomar una decision.

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