– He acabado con el.

– Esta bien, Simon, echate hacia atras. Voy a remolcarte. Tu respira con calma y relajate. Te pondras bien, te lo prometo. Al final iremos a pescar, ya lo veras.

– Me encantaria -repuso el con voz debil.

– Todo ira bien. Yo te salvare.

– Ya estoy salvado -contesto Winter.

El viejo policia sintio que la fuerza del joven lo impulsaba, de modo que inclino la cabeza hacia atras y se dejo llevar poco a poco, con potencia, hacia la orilla. Cerro los ojos y dejo que el vaiven del oleaje lo meciera suavemente. Y penso: «Vuelvo a ser un nino pequeno en los brazos de mi madre.»

Simon suspiro y abrio los ojos. Giro la cabeza hacia el este y vio una vibrante franja de luz dorada y roja que se extendia por el horizonte.

– Ya es de dia -dijo.

Robinson no contesto, sino que continuo nadando, luchando contra la marea y contra las olas que lo abofeteaban, tiraban e insultaban cada brazada que daba, tal como habia hecho en tantas otras ocasiones. No estuvo seguro de cuando habia muerto el anciano, pero supo que habia muerto. Siguio avanzando penosamente entre las olas, y sintio las manos de Espy que se tendian hacia el y lo ayudaban a echarse en la playa, donde, por espacio de unos instantes, permanecieron tendidos los tres juntos, uno al lado del otro.

El sol se elevo con fuerza, como si estuviera aburrido y se sintiera deseoso de iniciar la jornada de trabajo. Inundo la playa con un resplandor doloroso y la promesa de un calor implacable por encima de la fina arena. El cielo tropical era de un azul iridiscente, como de pelicula, mancillado tan solo por alguna que otra nubecilla blanca que deambulaba perezosamente por aquella patena inmaculada a modo de visitante no deseado.

Walter y Espy se hallaban sentados hombro con hombro en medio de la playa, sus ropas secandose pegadas a la piel. Ella tenia una manta echada sobre los hombros y se estremecio brevemente, aunque no tenia frio y el aire que la rodeaba iba cargandose paulatinamente del calor del dia.

Detras de ellos habia media docena de coches de policia atestando el camino de acceso y varios agentes uniformados que contenian a un pequeno grupo de curiosos que se habian acercado. A cuatrocientos metros de la orilla, una lancha rapida de la Guardia Costera y dos patrulleras de la policia de Miami Beach recorrian las azules aguas una y otra vez. En la popa de una de las patrulleras Espy distinguio a dos buceadores preparando el equipo.

– ?Crees que lo encontraran? -pregunto en voz alta.

– No lo se -contesto Robinson-. La marea estaba bajando muy deprisa.

Se volvio hacia un forense de bata blanca que estaba ayudando a un par de hombres a introducir el cadaver de Simon Winter en una bolsa de vinilo negro. Alcanzo a vislumbrar por ultima vez sus zapatillas blancas de baloncesto antes de que la cremallera se cerrase del todo.

Robinson observo al forense, que se acercaba caminando con dificultad por la arena. Una ligera brisa le levanto la bata cuando se acercaba.

– No se ha ahogado -informo-. Presenta una herida de cuchillo en el costado. ?Como se la hizo, inspector?

– Tuvo una noche movida -repuso Robinson.

El forense lanzo un resoplido y despues se fue a supervisar el levantamiento del cadaver.

– ?Quien era? -pregunto Espy en voz queda.

– ? La Sombra? -Robinson sacudio la cabeza-. No lo se. Dudo que lleguemos a saberlo. En otro tiempo fue una persona concreta, pero despues de la guerra probablemente se cambio el nombre tantas veces, que su verdadera identidad se perdio para siempre.

Ella asintio.

– ?Y ahora?

– Ahora, nada.

Espy dudo unos instantes y despues apoyo una mano en el antebrazo de el. Robinson la cogio y se la llevo a la frente, como si fuera un cubito de hielo que pudiera refrescarle. Luego volvio a tomarla en la suya y sonrio.

– Bueno, exactamente nada, no -dijo.

Delante de ellos, los ayudantes estaban levantando la bolsa con el cadaver. Despacio, echaron a andar por la playa, hundiendo los zapatos en la arena fina y suelta, como si el peso del anciano que transportaban hubiera aumentado y fuera casi superior a lo que podian soportar.

– ?Erais amigos? -pregunto Espy.

– Estabamos empezando a serlo. Pensaba que el podria ensenarme algo.

Ella reflexiono unos instantes y luego dijo:

– Yo creo que finalmente te lo ha ensenado.

Permanecieron sentados en silencio un momento mas, hasta que ella oyo que alguien la llamaba desde el camino. Ambos giraron la cabeza y vieron al rabino y a Frieda Kroner, a los que retenia un agente uniformado. El policia se volvio hacia el inspector, y este le indico con una sena que les dejara pasar.

– Todo ha terminado -les dijo Robinson cuando se aproximaron-. Pueden dar las gracias al ex inspector Simon Winter. Ya no tendran que volver a preocuparse por la Sombra.

– Pobre senor Winter -dijo Frieda Kroner, enjugandose una lagrima-. Le dare las gracias en una oracion, y tambien rezare por todos los demas.

Rubinstein asintio con la cabeza.

– No se pueden destruir todas las sombras, detective -dijo-, habiendo tanta oscuridad. -Extendio una mano para tomar del brazo a Frieda y anadio en voz baja-: Pero destruir una ya constituye un gran logro.

Y acto seguido los dos ancianos supervivientes dieron media vuelta y, cogidos del brazo, emprendieron el regreso, playa arriba, en direccion a la ciudad y sus hogares.

Durante un instante, Walter y Espy los contemplaron cruzar lentamente la playa, como si la memoria en si fuera igual de quebradiza y desmenuzada que la arena que iban pisando. Despues, el rodeo con el brazo a Espy y ambos imitaron a los ancianos.

***
Вы читаете La Sombra
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×