– Molly, me lo he perdido. ?Que ha pasado?

– Han chocado con la cabeza, entrenadora. Creo que Vicki se ha quedado grogui, pero la otra chica se ha llevado la peor parte.

Cuando llego al lugar, su jugadora se estaba incorporando ya, pero la del equipo contrario estaba tendida en el suelo. Hope oyo unos sollozos entrecortados. Se dirigio a su jugadora.

– ?Estas bien, Vicki?

La chica asintio con expresion de miedo. Todavia jadeaba en busca de aire.

– ?Te duele algo en particular?

Vicki nego con la cabeza. Algunas jugadoras se habian acercado, pero Hope las hizo retroceder.

– ?Crees que podras ponerte en pie?

Vicki asintio de nuevo, y Hope la cogio por el brazo y la ayudo a levantarse.

– Vamos a sentarnos un momento en el banquillo -dijo. Vicki empezo a negar con la cabeza, pero Hope la llevo del brazo.

En la banda cercana, el padre exaltado estaba enzarzado en una fuerte discusion con el otro entrenador. No habia empezado todavia con las juramentos, pero Hope sabia que no tardaria mucho. Se volvio hacia el.

– Conservemos la calma -le dijo-. Ya conoce las reglas sobre las protestas.

El padre airado se giro para mirarla. Abrio la boca como para soltar un improperio, pero se contuvo. Miro a Hope con el rostro enrojecido antes de darse la vuelta. El otro entrenador se encogio de hombros y Hope lo oyo mascullar «Idiota». Hope se llevo a Vicki, que seguia tambaleandose.

– Es que mi padre se cabrea demasiado -dijo la chica, con tanta sencillez y tanto dolor, que Hope comprendio que no solo se referia al incidente en el terreno de juego.

– Tal vez deberias hablar conmigo despues de los entrenamientos de esta semana. O visitarme en la tutoria cuando tengas una hora libre.

Vicki nego con la cabeza.

– Lo siento, entrenadora. No puedo. El no me deja.

Y eso fue todo.

Hope le apreto el brazo.

– Ya lo haremos en otra ocasion.

Esperaba que fuera cierto. Mientras sentaba a Vicki en el banquillo y enviaba una nueva jugadora al campo, penso que en la vida nada era justo, nada era equitativo, nada era bueno. Miro hacia donde se hallaba el padre de Vicki, un poco apartado de los demas padres, cruzado de brazos y con gesto avinagrado, como si estuviera contando los segundos que su hija estaba fuera del partido. Hope penso que ella era mas fuerte, mas rapida, probablemente mejor educada y sin duda mucho mas experimentada en el juego que aquel hombre. Habia conseguido todos los titulos de entrenadora, asistido a muchos seminarios de formacion, y con una pelota en los pies podria haber avergonzado a aquel padre proteston, mareandolo con sus fintas y sus cambios de ritmo. Podria haber hecho gala de sus propias habilidades, junto con los trofeos de los campeonatos y su certificado de la Federacion Americana, pero nada de eso habria importado un pimiento. Hope sintio un arrebato de ira frustrada, que se guardo para si junto con todos los demas. Mientras pensaba estas cosas, una de sus jugadoras escapo por la banda derecha y con elegante habilidad marco un gol a la portera rival. Hope comprendio, mientras el equipo saltaba y aplaudia el tanto, todo sonrisas, abrazos y palmadas, que ganar era quiza lo unico que la mantenia a salvo.

Sally Freeman-Richards se quedo en su despacho, esperando a la luz mortecina de octubre, despues de que sus dos socios se marcharan a casa. En otono, el sol se ponia tras las blancas torres de la iglesia episcopaliana que estaba cerca del campus, e inundaba las ventanas de las oficinas adyacentes con un resplandor cegador. Era un momento inquietante. El resplandor tiene una cualidad desapacible y peligrosa; en varias ocasiones, estudiantes que volvian a casa despues de las ultimas clases de la tarde habian sido atropellados al cruzar la calle por conductores cuya vision era defectuosa por la luz reflejada en el parabrisas. A lo largo de los anos, ella habia observado este fenomeno desde ambos lados: una vez defendiendo a un conductor desafortunado y, la otra, demandando a una compania de seguros en representacion de un estudiante que habia acabado con las dos piernas rotas.

Sally vio la luz del sol colarse por el bufete, dibujar sombras, proyectar en las paredes extranas figuras. Saboreo el momento. Extrano, penso, que una luz que parecia tan benigna pudiera albergar semejante peligro. La clave era no encontrarse en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Suspiro y penso que su observacion, en cierto modo, definia lo que era la ley. Contemplo su escritorio e hizo una mueca ante el monton de sobres y documentos legales que cubrian una esquina. Habia al menos media docena apilados, mero papeleo legal. El cierre de un contrato inmobiliario, un caso de compensacion laboral, un pequeno pleito entre vecinos por unas tierras en disputa. En otro rincon, en un archivador separado, tenia los casos que mas le interesaban, los concernientes a su especialidad. Implicaban a otras lesbianas de todo el valle. Desde adopciones a disoluciones matrimoniales, pasando por una acusacion de homicidio por negligencia. Manejaba sus casos con experiencia, cobrando honorarios razonables, sonriendo y estrechando manos, y se consideraba la abogada de las emociones desatadas. Sabia que en ello habia algo de retribucion o de deuda, pero no le gustaba reflexionar demasiado sobre su vida; le bastaba con hacerlo profesionalmente sobre la de los demas.

Cogio un lapiz y abrio uno de los expedientes aburridos, pero al poco lo aparto a un lado. Dejo caer el lapiz en una taza con la inscripcion «La mejor mama del mundo». Dudaba de la exactitud de esa frase.

Sally se levanto y penso que no habia nada realmente urgente que la obligara a trabajar hasta tarde. Se estaba preguntando si Hope ya habria llegado a casa y que iba a preparar para cenar, cuando sono el telefono.

– Freeman-Richards.

– Hola, Sally, soy Scott.

Ella se sorprendio un poco.

– Hola, Scott. Estaba a punto de marcharme…

El se imagino el despacho de su ex mujer. Seguramente organizado y ordenado, penso, todo lo contrario del caos que caracterizaba al suyo. Se relamio los labios un instante, recordando cuanto detestaba que ella hubiera conservado su apellido (adujo que seria mas sencillo para Ashley cuando creciera), pero compuesto con el de soltera.

– ?Tienes un momento?

– Pareces preocupado.

– No se. Tal vez deberia estarlo. Tal vez no.

– ?Cual es el problema?

– Ashley.

Sally contuvo la respiracion. Con su ex marido solia mantener conversaciones directas y al grano, por lo general sobre cuestiones menores procedentes de los detritos del divorcio. A medida que fueron pasando los anos tras la separacion, Ashley se convirtio en lo unico que los mantenia en contacto, y por eso sus temas se cenian principalmente a asuntos de transporte entre una casa y otra y al pago de las facturas. A lo largo de los anos habian alcanzado una especie de pacto de no agresion, y trataban estos asuntos de manera eficiente y superficial. Hablaban poco o nada sobre en que se habia convertido cada uno y por que; era, pensaba ella, como si en los recuerdos y percepciones de ambos sus vidas se hubieran congelado en el momento del divorcio.

– ?Que ocurre?

Scott vacilo. No estaba seguro de como expresarlo con palabras.

– He encontrado una carta preocupante entre sus cosas -dijo.

Sally vacilo tambien.

– ?Por que estabas husmeando entre sus cosas? -pregunto.

– Eso es irrelevante. El caso es que la he encontrado.

– No creo que sea irrelevante. Deberias respetar su intimidad.

El se enfado, pero decidio contenerse.

– Se dejo fuera unos calcetines y unas braguitas. Los estaba guardando en el cajon y entonces vi la carta. La lei y me preocupo. Supongo que no deberia haberla leido, pero lo hice. ?En que me convierte eso, Sally?

Ella no respondio, aunque se le ocurrieron varias respuestas.

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