rodeada de esa atmosfera especial de depravacion que recordaba a una Messalina, una Lucrecia Borgia, una Faustina.

Tendre que actuar con mucho, pero mucho cuidado, penso Loren. No habia duda de que Mirissa lo consideraba un hombre atractivo. Era evidente, por su expresion, el tono de su voz y, mas aun, por esos roces casuales de las manos y los cuerpos que duraban mas de lo estrictamente necesario. Los dos sabian que solo era cuestion de tiempo. Tambien Brant lo sabia: de eso estaba seguro. Sin embargo, a pesar de la tension, sus relaciones seguian siendo amistosas.

Se apagaron los propulsores y el barco se detuvo junto a una gran boya de vidrio que flotaba serenamente en el agua.

— Es nuestra fuente de energia — dijo Brant —. Nos alcanza con las baterias solares, porque solo usamos algunos cientos de vatios. Esa es la ventaja de tener mares de agua dulce. Los oceanos de la Tierra eran demasiado salitrosos, hubieran absorbido cientos de kilovatios.

— ?Estas seguro de que no quieres probar, tio? — pregunto Kumar con una sonrisa maliciosa.

Loren meneo la cabeza. Al principio lo habia sorprendido ese trato, empleado por toda la poblacion juvenil de Thalassa, pero finalmente se habia acostumbrado. En realidad le gustaba pensar que tenia varias decenas de sobrinas y sobrinos.

— Gracias, prefiero mirarlos a traves de la mirilla, por si se los comen los tiburones.

— ?Tiburones! — dijo Kumar con tristeza —. Que maravilla. Ojala los hubiera aqui. El buceo seria mucho mas emocionante.

Loren observo a Brant y Kumar con interes tecnico, mientras se colocaban el equipo. Era extraordinariamente sencillo en comparacion con el traje espacial, y el tanque de presion era un objeto diminuto que cabia en la palma de la mano.

— Quien hubiera pensado que ese tanque de oxigeno pueda durar mas de un par de minutos — dijo.

Brant y Kumar lo miraron con desden.

— ?Oxigeno! — gruno Brant —. El oxigeno es un veneno mortal a mas de veinte metros de profundidad. Lo que hay en ese frasco es aire. Y es solo una provision de emergencia, que se consume en quince minutos.

Senalo un aparato con forma de agalla en la mochila que Kumar acababa de alzar sobre sus hombros:

— El oxigeno que uno necesita esta disuelto en el agua, la cuestion es saber extraerlo. Para ello se requiere energia, una bateria que haga funcionar las bombas y los filtros. Con ese aparato podria quedarme una semana entera bajo el agua, si quisiera. — Senalo una pantalla con caracteres fluorescentes de color verde, sujeta a su muneca izquierda:

— Aqui esta toda la informacion que necesito: profundidad, carga de la bateria, tiempo de permanencia, nivel de descompresion...

Loren se arriesgo a formular otra pregunta idiota:

— ?Por que usas mascara y Kumar no?

— Si que uso — rio Kumar —. Mira bien.

— Ah, si, ya veo. Muy comodo.

— Son molestas, salvo que uno viva en el agua, como Kumar — dijo Brant —. Yo probe los lentes de contacto, pero me irritaron los ojos. La mascara es anticuada, pero no trae tantos problemas. ?Listo?

— Listo, capitan.

Saltaron al unisono, por las bandas de babor y estribor, con tanta sincronizacion que el bote casi no se hamaco. Loren los vio bajar hasta el arrecife, a traves del grueso pano de vidrio sobre la quilla. La profundidad era de veinte metros, pero parecia mucho menos.

Ya habian arrojado los cables y herramientas al fondo, y los dos buzos pusieron manos a la obra de reparar el enrejado roto. Cada tanto intercambiaban alguna frase breve e incomprensible, pero en general trabajaban en silencio. Ambos conocian la tarea tan bien, que podian entenderse sin palabras.

Para Loren el tiempo transcurria con rapidez. Pensaba que estaba contemplando un mundo nuevo; y efectivamente, asi era. Habia visto innumerables documentales filmados en los oceanos terrestres, pero los seres vivos que pasaban ante su vista eran completamente desconocidos. Discos rodantes, masas gelatinosas, alfombras flotantes, espirales que giraban como tirabuzones: por mas imaginacion que pusiera, ninguna de esas criaturas guardaba la menor semejanza con algo que pudiera llamarse un pez. En una sola ocasion creyo reconocer algo: un veloz torpedo que desaparecio casi al instante. Si tenia razon, ese pez era un terricola exiliado mas.

Penso que Brant y Kumar se habian olvidado de el, pero se sobresalto al oir una voz por el intercomunicador.

— Ya salimos. Estaremos contigo en veinte minutos. ?Todo bien?

— Perfecto — dijo Loren —. Me parecio ver un pez terrestre hace unos minutos.

— Yo no lo vi.

— El tio tiene razon, Brant — dijo Kumar —. Hace cinco minutos paso una trucha mutante de veinte kilos. La asustaste con tu soldador.

Se alzaban lentamente del fondo del mar, siguiendo la elegante catenaria de la cuerda del ancla. Se detuvieron cinco metros debajo de la superficie.

— Este es el momento mas aburrido del trabajo — dijo Brant —. Quince minutos de espera. Canal dos, por favor. Gracias, pero baja un poco el volumen.

Probablemente era Kumar quien habia elegido la musica para acompanar la descompresion; su ritmo violento no parecia demasiado acorde con la serenidad del panorama submarino. Contento de no encontrarse inmerso en ella, Loren se apresuro a apagarla apenas los buzos reiniciaron el ascenso.

— Una manana bien aprovechada — dijo Brant al subir a cubierta —. Voltaje y corriente normales. Podemos volver a casa.

Loren los ayudo a desembarazarse de los equipos, cosa que ambos agradecieron. Estaban agotados y tiritaban de frio, pero se reanimaron tras beber un par de tazas de un brebaje caliente y dulce que los thalassianos llamaban te, a pesar de su escasa semejanza con la infusion terricola del mismo nombre.

Kumar puso en marcha el motor mientras Brant hurgaba entre los objetos amontonados sobre el piso del bote hasta encontrar un pequeno frasco de colores brillantes.

— No, gracias — dijo Loren, cuando Brant le ofrecio una pildorita, de efecto levemente narcotico —. No quiero contraer ningun habito que sea dificil de abandonar.

No habia terminado de hacer esa observacion cuando comprendio su error. Tal vez la hizo por un impulso perverso de su subconsciente, tal vez por sentirse culpable. De todas maneras, Brant no advirtio ninguna intencion oculta en sus palabras. Tendido de espaldas, las manos entrelazadas bajo la nuca, contemplaba el cielo despejado.

— De dia se ve el Magallanes — dijo Loren para cambiar de tema —. La cuestion es saber donde mirar. Yo nunca pude verlo.

— Mirissa lo ha visto varias veces — tercio Kumar —. Me mostro como hacerlo. Hay que llamar al Observatorio para averiguar la hora del transito y salir y tenderse de espaldas. Es como una estrella brillante y no parece moverse, pero si apartas la vista un solo instante lo pierdes.

Kumar desacelero el motor, navego a baja velocidad por unos instantes y luego detuvo el bote por completo. Loren echo una mirada a su alrededor para orientarse y advirtio con sorpresa que se encontraban por lo menos a un kilometro de Tarna. Junto al bote flotaba otra boya, con una bandera roja y una gran letra P.

— ?Por que nos detenemos? — pregunto Loren.

Kumar solto una risita maliciosa, destapo un balde y vertio su contenido por la borda; parecia sangre, pero el olor era espantoso. Loren se alejo lo mas que pudo, dentro de los estrechos confines del bote.

— Visitamos a un viejo amigo — susurro Brant —. Sientate y no hagas ruido porque se pone muy nervioso.

?Un amigo?, penso Loren. ?Que diablos pasa?

Durante los cinco minutos siguientes no paso absolutamente nada; Loren no hubiera creido que Kumar era capaz de estarse quieto tanto tiempo. Entonces observo una gran banda oscura que ascendia hacia la superficie a pocos metros del bote. Al verla mas de cerca se dio cuenta de que formaba un anillo en torno del bote.

Al mismo tiempo percibio que Brant y Kumar no miraban la banda sino a el. Conque quieren sorprenderme, penso; ya veremos...

Вы читаете Voces de un mundo distante
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×