52 — Voces de un mundo distante

Eran dias de transicion, de despedidas, de separaciones desgarradoras como la muerte. Pero con las lagrimas, vertidas con abundancia tanto en la nave como en Thalassa, se mezclaba una sensacion de alivio. Aunque nada seria igual que antes, la vida volveria a sus carriles normales. Los visitantes eran como huespedes que prolongan su estadia mas de lo debido: habia llegado la hora de partir.

El presidente Farradine habia terminado por aceptarlo, aunque significara el fin de su sueno de las Olimpiadas Interestelares. En compensacion, las plantas de fabricacion de hielo de Bahia Manglares serian trasladadas a Isla Norte, y la primera pista de patinaje sobre hielo estaria terminada antes del inicio de los Juegos. No podia asegurarse lo mismo respecto de los deportistas, pero muchos jovenes thalassianos contemplaban extasiados a los videos de los grandes del pasado.

Todos coincidian en que debia realizarse una ceremonia de despedida del Magallanes, aunque no habia consenso en cuanto a su caracter. No faltaban las recepciones en casas particulares, fisica y psiquicamente agotadoras, pero faltaba la ceremonia publica oficial.

La alcaldesa Waldron opinaba que debia realizarse en el lugar del Primer Descenso, en reconocimiento de la prioridad de Tarna. Edgar Farradine replicaba que la Mansion Presidencial era el lugar mas apropiado a pesar de sus modestas dimensiones. Un individuo ingenioso sugirio que se realizara en Krakan, cuyos celebres vinedos serian el marco ideal para los brindis de despedida. En medio de la polemica, Radiotelevision de Thalassa, una de las burocracias mas dinamicas del planeta, se apropio del asunto.

El concierto de despedida permaneceria en el recuerdo durante varias generaciones. No habria video que distrajera los sentidos: solamente musica y un brevisimo relato. Se hurgo en la herencia de mil anos en busca de partituras que evocaran el pasado y crearan esperanzas para el futuro. Una Cancion de Cuna, ademas de un Requiem.

Parecia un milagro que, una vez que su arte alcanzo la perfeccion tecnologica, los compositores tuvieran algo nuevo que trasmitir. Durante dos mil anos, gracias a la electronica, habian dominado toda la gama de sonidos perceptibles por el oido humano: se hubiera dicho que el arte musical habia agotado sus posibilidades.

Tras un siglo de silbidos, chirridos y eructos electronicos los compositores aprendieron a dominar sus enormes poderes para unir la tecnologia y el arte. Ninguno habia podido superar a Beethoven y Bach, pero algunos se acercaron.

Para el multitudinario auditorio el concierto fue un recuerdo de cosas desconocidas: cosas que habian muerto con la Tierra. El lento doblar de enormes campanas, cuyos sones se alzaban de las torres de antiguas catedrales; el canto de los barqueros, en lenguas desaparecidas, al volver a sus hogares remando contra la corriente, a la ultima luz del atardecer; marchas de ejercitos en guerra, despojadas por el tiempo del dolor y del mal; el murmullo de decenas de millones de voces de las grandes ciudades al alba; la fria danza de la Aurora Boreal sobre infinitos mares gelidos; el rugir de poderosas maquinas al tomar el camino de las estrellas. Todo esto trasmitia la musica al auditorio: las voces de la Tierra, lejana, a traves de anos luz.

El cierre del concierto fue la ultima gran obra sinfonica. El auditorio la desconocia, puesto que habia sido compuesta en los anos cuando Thalassa perdio contacto con la Tierra. Pero su tema oceanico era adecuado a la ocasion, y conmovio al auditorio hasta un grado que el compositor, muerto siglos atras, jamas hubiera sonado.

»...Compuse el Lamento por la Atlantida hace casi treinta anos, sin ninguna imagen concreta en mente. Me interesaba suscitar una reaccion emocional, no evocar una escena. Queria trasmitir una sensacion de misterio, de tristeza, de perdida abrumadora. No queria crear un retrato musical de una ciudad en ruinas poblada por cardumenes de peces. Pero cada vez que escucho el Lento lugubre — como sucede en este preciso instante en mi mente — experimento una sensacion extrana...

»Comienza en el compas ciento treinta y seis, cuando los acordes que descienden hacia el registro mas grave del organo se combinan con el aria sin palabras de la soprano que asciende desde lo mas profundo... Como es sabido, el tema se basa en las voces de la ballena, la colosal trovadora del mar, con quien hicimos las paces cuando ya era demasiado tarde. La compuse para Olga Kondrashin: solo ella era capaz de cantar esas notas sin amplificacion electronica.

»Cuando empieza el aria creo ver una escena real. Me encuentro en el centro de una gran plaza, como San Marcos o San Pedro. Me rodean edificios en ruinas, como templos griegos y estatuas caidas ornadas de algas, largos tallos verdes que se menean suavemente. Todo esta cubierto por una gruesa capa de limo.

»Al principio la plaza parece desierta, pero entonces observo algo que me perturba. No se por que, pero siempre me sorprende, como si lo viera por primera vez.

»En el centro de la plaza veo un pequeno monticulo, del cual irradian varias lineas regulares. Me pregunto si son antiguos muros enterrados bajo el limo, pero su disposicion es irracional, y entonces veo que el monticulo late.

»A continuacion advierto que dos enormes ojos me contemplan sin parpadear...

»Eso es todo; no sucede nada. Nada ha sucedido ahi desde hace seis mil anos, desde la noche en que la barrera terrestre cedio y el agua atraveso las Columnas de Hercules.

»El Lento es el movimiento que mas me conmueve, pero la sinfonia no podia culminar en una nota tan tragica y desesperada. Por ello anadi el movimiento final: Resurgimiento.

»Se, desde luego, que la Atlantida de Platon nunca existio. Pero por eso mismo no puede morir. Sera siempre un ideal, un anhelo de perfeccion que conmovera a los hombres de todos los tiempos. Por eso la sinfonia culmina en una marcha triunfal hacia el futuro.

»De acuerdo a la interpretacion vulgar, la Marcha representa el surgimiento de la Nueva Atlantida entre las olas. Es demasiado literal; para mi, el movimiento final simboliza la conquista del espacio. Cuando por fin pude concebirlo y elaborarlo, el tema final me persiguio durante meses. Esas malditas quince notas retumbaban en mi cerebro dia y noche.

»El Lamento ya existe aparte de mi; posee vida propia. Cuando la Tierra desaparezca volara hacia la Nebulosa de Andromeda, llevada por quince mil megavatios desde el trasmisor espacial del crater Tsiolkovski.

»Algun dia, dentro de siglos o tal vez milenios, los hombres lo escucharan y comprenderan.»

Memorias grabadas de Sergei di Pietro (3411-3509)

53 — La mascara dorada

— Siempre hemos fingido que no existia — dijo Mirissa — Ahora quiero conocerla... verla una sola vez.

Loren callo antes de responder:

— Sabes que las visitas estan prohibidas, por orden del capitan Bey.

Por supuesto que lo sabia, y comprendia el motivo. Al principio habia despertado algunos rencores, pero ahora todos los thalassianos comprendian que la pequena tripulacion del Magallanes estaba demasiado atareada para servir de guias, o de enfermeros para ese quince por ciento de visitantes que sufririan nauseas en las secciones de gravedad cero de la nave. El propio presidente Farradine se habia encontrado con una negativa, cuidadosamente formulada.

— Ya hable con Moses, y el le pidio permiso al capitan. Ya esta todo dispuesto. Lo unico es que debe permanecer en secreto hasta la partida de la nave.

Loren la miro estupefacto, luego sonrio. Mirissa siempre lo tomaba desprevenido; por eso, entre otras cosas, le resultaba tan atractiva. Bruscamente comprendio que ningun thalassiano tenia mas derecho que ella; solo uno mas habia tenido ese privilegio: su hermano. El capitan Bey era un hombre justo, sabia alterar las

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