»Yo no soy de los que creen en el derecho que da la fuerza... pero siempre es bueno ser el mas fuerte.

7 — Amos de los ultimos dias

Le costaba creer que estaba despierto, que la vida volvia a empezar.

El capitan de corbeta Loren Lorenson sabia que jamas podria olvidar la tragedia que habia acechado a cuarenta generaciones y habia alcanzado su culminacion durante su propia vida. Lo obsesionaba un temor, que ni siquiera la vista de ese bello y misterioso mundo oceanico bajo el Magallanes podia disipar: ?que imagenes vendran a mi mente esta noche, la primera de sueno natural despues de doscientos anos?

Habia presenciado escenas que nadie podria olvidar, que obsesionarian a la humanidad hasta el fin de los tiempos. Habia contemplado, a traves de los telescopios de la nave, la agonia del sistema solar. Sus ojos habian visto la primera erupcion de los volcanes de Marte en mil millones de anos; la efimera desnudez de Venus, cuando su atmosfera volo al espacio, antes de que el planeta mismo fuera consumido por el fuego; la trasformacion de los gigantescos planetas gaseosos en bolas de fuego incandescentes. Pero la magnitud de estas escenas fue nada en comparacion con la tragedia de la Tierra.

Habia podido contemplarla, gracias a los hombres abnegados que sacrificaron los ultimos instantes de sus vidas para colocar las camaras cinematograficas. Fue asi como vio...

...el resplandor rojizo de la Gran Piramide al convertirse en un charco de piedra derretida...

...el lecho del Atlantico, convertido en roca calcinada en materia de segundos, antes de quedar sumergido bajo las olas de lava ardiente que manaban de los volcanes de la Grieta Oceanica Central...

...la Luna al alzarse sobre los bosques brasilenos en llamas, resplandeciente como el Sol, al ponerse por ultima vez...

...el suelo de la Antartida, despues de su prolongado entierro bajo kilometros de hielo...

...la gran luz central del Puente de Gibraltar al derretirse en el aire candente...

En su ultimo siglo de vida la Tierra se debatio entre sus fantasmas, pero no los de los muertos sino los de quienes jamas llegarian a nacer. Durante quinientos anos se impuso una tasa de natalidad muy baja, a fin de reducir la poblacion humana a unos pocos millones para cuando llegara el fin. Ciudades y paises enteros quedaron abandonados, mientras la humanidad se aprestaba a presenciar el descenso del telon de la Historia.

Fue una epoca de extranas paradojas, de bruscas oscilaciones del estado de animo colectivo entre la desesperacion y la exaltacion febril. Muchos buscaban el olvido en los metodos tradicionales: drogas, sexo y deportes peligrosos, e incluso en guerras limitadas, cuidadosamente controladas y libradas con armas acordadas de antemano. Otros buscaban la catarsis en la electronica, los interminables videojuegos, el teatro con participacion del publico y el estimulo directo de los centros de placer del cerebro.

No habia razon para preocuparse por el futuro del planeta: por consiguiente los recursos naturales y la riqueza acumulada durante milenios podian derrocharse con la conciencia tranquila. En terminos de riqueza material los hombres eran millonarios; sus riquezas, fruto del trabajo de sus antepasados, superaban todo lo imaginable. Se llamaban a si mismos, con ironia no carente de orgullo, los Amos de los Ultimos Dias.

Mientras millares de personas buscaban el olvido, otras encontraban su realizacion personal en objetivos que trascendieran sus propias vidas. La investigacion cientifica recibio un nuevo impulso, gracias a los colosales recursos disponibles. Al fisico que requeria algunos cientos de toneladas de oro para realizar un experimento se le planteaba un problema logistico, no presupuestario.

Los temas predominantes eran tres. Primero, la observacion constante del Sol, no porque quedara alguna duda sino a fin de predecir el momento del desenlace al minuto.

En segundo lugar, la exploracion del universo en busqueda de seres inteligentes, abandonada despues de siglos de frustraciones, se reinicio con desesperacion... y con la misma falta de resultados. El hombre preguntaba y el universo daba respuestas vagas.

En tercer lugar, desde luego, se prosiguio con la inseminacion de las estrellas cercanas, con la esperanza de que la raza humana no desapareciera al morir el Sol.

Al comenzar el ultimo siglo, naves inseminadoras de velocidad y complejidad crecientes se dirigian hacia mas de cincuenta estrellas. La mayoria de ellas se habian perdido, pero diez pudieron llegar a sus metas y trasmitir sus resultados, siquiera parciales. Las mayores esperanzas estaban depositadas en los ultimos modelos, que llegarian a sus lejanas metas mucho despues de la desaparicion de la Tierra. La ultima nave de todas podia navegar a un vigesimo de la velocidad de la luz y efectuaria su descenso en novecientos cincuenta anos... si todo iba bien.

Loren recordaba el lanzamiento del Excalibur desde su plataforma ubicada en el punto de Lagrange entre la Tierra y la Luna. Tenia cinco anos y le habian dicho que esa nave de inseminacion seria la ultima de su tipo. Su edad no le permitia comprender por que se habia anulado ese proyecto de siglos, justo en el momento en que alcanzo su madurez tecnologica. Tampoco podia adivinar que su propia vida sufriria una trasformacion completa gracias a un asombroso descubrimiento que le habia dado nuevas esperanzas a la humanidad precisamente en las ultimas decadas de la historia terrestre.

A pesar de los innumerables estudios teoricos, nadie habia podido encontrar la manera de enviar una nave tripulada a alguna estrella, siquiera la mas cercana. La duracion de la travesia no era el factor decisivo; ese problema se podia resolver mediante la hibernacion. Un mono rhesus dormia en el hospital-satelite Louis Pasteur desde hacia mil anos, y su cerebro funcionaba normalmente. No existian razones para suponer que no se podia repetir la experiencia con seres humanos, aunque la marca mundial — la tenia un enfermo de un tipo de cancer particularmente extrano — no alcanzaba a los dos siglos.

Resuelto el factor biologico, el problema de ingenieria parecia insoluble. Una nave que trasportara a miles de pasajeros dormidos y todo el equipo necesario para iniciar una nueva vida en un mundo nuevo deberia ser tan grande como uno de esos gigantescos transatlanticos que alguna vez reinaron sobre los mares de la Tierra.

No seria dificil construir semejante nave mas alla de la orbita de Marte, con los grandes yacimientos minerales de los asteroides. El problema era como crear un motor capaz de llevarlo a las estrellas en un periodo de tiempo razonable.

Un cohete que viajara a un decimo de la velocidad de la luz tardaria mas de quinientos anos en llegar a una estrella viable. Las sondas robot, que llegaban a los sistemas solares mas cercanos y transmitian sus observaciones durante algunas horas de frenetica actividad, alcanzaban esa velocidad. Pero no habia manera de disminuirla para el descenso; los aparatos que no sufrieran accidentes proseguirian su viaje por la galaxia para siempre.

Ese era el problema fundamental de los cohetes, y nadie habia descubierto una alternativa para la propulsion espacial. Perder velocidad era tan dificil como ganarla, y el trasporte del combustible necesario para la desaceleracion no duplicaba las dificultades: las elevaba al cuadrado.

Podria construirse una nave de hibernacion capaz de alcanzar un decimo de la velocidad de la luz. Necesitaria alrededor de un millon de toneladas de un combustible constituido por elementos bastante raros; era dificil, pero no imposible.

Para anular esa velocidad al final de la travesia, la nave debia trasportar, no un millon de toneladas de combustible, sino un billon. Las dificultades eran tan monstruosas, que durante siglos nadie se habia abocado seriamente al estudio del problema.

Y entonces, por una ironia de la historia, las claves del universo cayeron en manos de la humanidad... cuando quedaba menos de un siglo para aprovecharlas.

8 — Nostalgias del amor perdido

Cuanto me alegro, penso Moses Kaldor, de haber resistido la tentacion, de haber rechazado esa seductora

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