parecia retozar.

«?Revolucion? Seria divertido… Vendria un grupo de revolucionarios, todos con cascos y armaduras blancos, con navajas planas, mazas de acero, bombas, fusiles extranjeros, cuchillos de doble filo de tres puntas y lanzas con ganchos. Pasarian por el Templo de los Dioses Tutelares y dirian: -A Q, ven con nosotros, ven con nosotros-. Entonces yo me iria con ellos…

»Y todos los malditos aldeanos de Weichuang me darian risa; y se arrodillarian y mendigarian: -A Q, perdonanos la vida-. ?Pero quien los oiria! Los primeros en morir serian Pequeno D y el senor Chao y luego el bachiller y Falso Demonio Extranjero… aunque tal vez perdonara a algunos. Al principio, hubiese perdonado a Bigotes Wang, pero ahora ni siquiera a este quiero perdonar…

»Y los objetos… Entraria y abriria los cofres: lingotes de oro, monedas de plata, blusas de calico importado… Primero trasladaria la cama de Ningbo de la esposa del bachiller al Templo, y tambien trasladaria las mesas y las sillas de la familia Chian… o si no, usaria las de la familia Chao. Yo no moveria un dedo, ordenaria a Pequeno D que me trasladara las cosas y que lo hiciera rapidamente, si no queria recibir una bofetada en la cara…

»La hermana menor de Chao Si-chen es muy fea. Dentro de pocos anos valdra la pena tomar en cuenta a la hija de la Septima Cunada Zou. La mujer de Falso Demonio Extranjero se acuesta con un hombre sin coleta, ?uf! ?Esta no puede ser una mujer buena! La mujer del bachiller tiene cicatrices en los parpados… Hace mucho que no veo a Ama Wu y no se donde esta… ?Que lastima que tenga los pies tan grandes!»

Antes que A Q llegara a una conclusion satisfactoria, se oyeron ronquidos. La vela de cuatro onzas solo habia ardido media pulgada y su vacilante luz roja iluminaba la boca abierta de A Q.

– ?Jo, jo! -grito A Q de repente, levantando la cabeza y mirando, despavorido, a su alrededor; pero cuando vio la vela de cuatro onzas, volvio a acostarse y a dormirse.

A la manana siguiente se levanto muy tarde y, cuando salio a la calle, todo seguia igual. Sentia hambre todavia, pero aunque se estrujo los sesos no pudo encontrar recursos; de pronto se le ocurrio una idea y se fue andando lentamente, hasta que, con o sin intencion, llego al Convento del Sereno Recogimiento.

El convento seguia tan pacifico como en la ultima primavera, con sus murallas blancas y su refulgente puerta negra. Reflexiono un momento y luego fue a golpear a la puerta; comenzo a ladrar un perro dentro. Se apresuro a recoger varios trozos de ladrillos y volvio a llamar, con mayor enfasis, hasta que los golpes dejaron picada en varias partes la pintura negra. Por fin se oyo a alguien que venia a abrir la puerta.

A Q se dispuso inmediatamente a emplear los ladrillos y se quedo con las piernas abiertas, listo para entrar en batalla con el perro negro. Pero la puerta del convento solo se abrio un palmo y el perro negro no se lanzo desde ella; todo lo que pudo ver fue a la anciana monja.

– ?Que estas haciendo aqui otra vez? -pregunto, sobresaltada.

– Hay una revolucion… ?Sabia usted? -dijo A Q con vaguedad.

– Revolucion, revolucion… Ya ha habido una. ?Que va a ser de nosotras con todas esas revoluciones? -dijo la anciana monja, mientras sus ojos se ponian rojos.

– ?Que? -pregunto A Q, asombrado.

– ?No lo sabias? Los revolucionarios ya estuvieron aqui.

– ?Quien? -pregunto A Q aun mas asombrado.

– El bachiller y Demonio Extranjero.

La sorpresa de A Q fue tan grande que se quedo estupefacto. La anciana monja, viendo que habia perdido su agresividad, cerro la puerta rapidamente, de modo que cuando A Q quiso empujarla, no la movio ni un milimetro, y, cuando volvio a golpear no obtuvo respuesta.

Habia sucedido durante la manana. El bachiller de la familia Chao conocio las noticias temprano y, apenas se entero de que los revolucionarios habian entrado por la noche a la ciudad, se enrosco la coleta sobre el craneo y se fue, muy temprano, a visitar a Demonio Extranjero de la familia Chian, con quien nunca habia estado en buenas relaciones. Se trataba ahora de «unirse todos para hacer reformas», de modo que tuvieron una agradable conversacion y al instante se convirtieron en intimos camaradas y acordaron alli mismo hacerse revolucionarios.

Tras devorarse los sesos durante largo rato, recordaron que en el Convento del Sereno Recogimiento habia una tableta imperial que rezaba «Viva el emperador…», que habia que hacer desaparecer inmediatamente. Sin perder tiempo, se fueron al convento para poner en practica sus proyectos revolucionarios. Como la anciana monja tratara de detenerlos y de expresar alguna opinion, la consideraron como al gobierno manchu y le dieron varios garrotazos en la cabeza y unos cuantos golpes con los nudillos. Cuando se hubieron marchado, la monja se repuso e hizo una inspeccion. Por supuesto que la tableta imperial estaba hecha polvo en el suelo, pero tambien habia desaparecido un valioso incensario Suande que estaba ante el altar de la Senora Guanyin.

A Q se entero de esto solo mas tarde. Lamento muchisimo haberse quedado dormido y les reprocho violentamente que no hubieran ido a buscarlo. Pero despues considero el asunto con mayor amplitud y se dijo:

– ?Acaso no sepan que yo me he pasado a los revolucionarios!

VIII. Excluido de la revolucion

La gente de Weichuang se fue tranquilizando a medida que pasaron los dias. Habia noticias de que, si bien los revolucionarios habian entrado a la ciudad, su llegada no habia producido grandes cambios. El magistrado seguia en su antigua funcion, solo que ahora su titulo era otro; y el senor licenciado del examen provincial tambien tenia un puesto (los aldeanos de Weichuang no sabian decir los titulos), una especie de cargo oficial; en tanto que el jefe de los militares era el mismo antiguo capitan. La unica causa de alarma era los malos revolucionarios que alteraban el orden, pues habian comenzado a cortar las coletas del pueblo al dia siguiente de su llegada. Se decia que Batelero-Siete-Libras, de la aldea vecina, habia caido en sus manos y que ya no se veia presentable. Pero este terror no era grande, porque los aldeanos de Weichuang rara vez iban a la ciudad y si alguien habia tenido la intencion de hacerlo, cambio de idea para evitar los riesgos. A Q habia estado pensando en ir a la ciudad a visitar a sus antiguas amistades, pero cuando oyo las noticias abandono resignadamente su plan.

Seria erroneo, sin embargo, decir que no hubo reformas en Weichuang. En los dias siguientes fue en aumento el numero de personas que se enrollaban la coleta sobre la cabeza y -como ya se dijo- el primero en hacerlo fue, naturalmente, el bachiller; los siguientes fueron Chao Si-chen y Chao Bai-yan, y despues A Q. Si hubiese sido verano, no habria parecido raro que todo el mundo se enrollara la coleta sobre la cabeza o se hiciera un nudo en la trenza; pero se estaba a finales del otono, de modo que esa practica otonal de una costumbre de verano puede considerarse como una decision heroica. Por tanto, en lo que se refiere a Weichuang, es imposible decir que haya ignorado las reformas.

Cuando Chao Si-chen aparecio con la nuca desnuda, la gente dijo:

– ?Ah! Aqui viene un revolucionario.

Cuando A Q oyo aquello sintio envidia. Aunque hacia bastante tiempo que habia oido decir que el bachiller se enrollaba la trenza sobre la cabeza, nunca se le habia ocurrido que el pudiera hacer lo mismo; pero al ver que Chao Si-chen seguia el ejemplo, decidio copiarlos. Empleo un palillo de bambu para enrollar su trenza y, tras algunas vacilaciones, logro reunir valor suficiente para salir.

Al caminar por la calle, la gente lo miraba, pero nadie decia nada. Al comienzo, A Q estuvo disgustado y, al final, muy resentido. En los ultimos dias se irritaba con mucha facilidad. Aunque en realidad su vida no era mas dificil que antes de la revolucion y la gente lo trataba con cortesia y los comerciantes ya no le exigian el pago al contado, A Q aun se sentia frustrado. Puesto que habia estallado la revolucion, deberia significar mas que esto. Y entonces vio a Pequeno D y su vision hizo hervir la caldera de su colera.

Pequeno D tambien se habia enrollado la coleta sobre la cabeza y, lo que es mas, tambien habia empleado un palillo de bambu para sujetarsela. A Q jamas hubiera imaginado que Pequeno D tuviera tal coraje. ?Por cierto que no lo toleraria! ?Quien era Pequeno D? Se sintio tentado de agarrarlo, quebrarle el palillo de bambu, soltarle la trenza y darle varias bofetadas para castigarlo por haber olvidado su lugar y tener la osadia de presumir de revolucionario. Pero, al fin, lo absolvio; solo lo miro furiosa y fijamente, escupio y dijo:

– ?Puah!

El unico que habia ido a la ciudad recientemente era Falso Demonio Extranjero. El bachiller de la familia Chao

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