– Lo era.

Las dos chicas intercambiaron una mirada. Aimee se rio. Erin la imito.

– ?Que? -pregunto Myron.

– Esta habitacion… no puede ser mas fatal.

Erin hablo por fin.

– Es casi demasiado retro para ser retro.

– ?Como le llamas a eso? -pregunto Aimee, senalando debajo de ella.

– Puf -dijo Myron.

Las dos chicas volvieron a reirse.

– Y esa lampara, ?por que tiene la bombilla negra?

– Hace que brillen los posteres.

Mas risas.

– Oye, iba al instituto -dijo Myron, como si eso lo explicara todo.

– ?Trajiste a alguna chica aqui? -pregunto Aimee.

Myron se llevo una mano al corazon.

– Un caballero nunca habla de sus ligues. -Despues-: Si.

– ?Cuantas?

– ?Cuantas que?

– ?Cuantas chicas trajiste?

– Oh. ?Aproximadamente? -Myron miro al techo, y conto con los dedos-. Mas o menos… diria que entre ochocientas y novecientas mil.

Eso provoco una risa desenfrenada.

– De hecho -dijo Aimee-, mama dice que eras una monada.

– ?Era? -dijo Myron arqueando una ceja.

Las chicas se desternillaron de risa. Myron meneo la cabeza y gruno algo referente a respetar a los mayores. Cuando se serenaron, Aimee dijo:

– ?Puedo hacerte otra pregunta?

– Dispara.

– Hablo en serio.

– Adelante.

– Las fotos tuyas de arriba. En la escalera.

Myron asintio. Ya se imaginaba adonde queria ir a parar.

– Saliste en la cubierta del Sports Illustrated.

– Ese soy yo.

– Mis padres dicen que eras el mejor jugador de baloncesto del pais.

– Tus padres exageran -dijo Myron.

Las chicas le miraron. Pasaron cinco segundos. Despues cinco mas.

– ?Tengo algo entre los dientes? -pregunto Myron.

– ?No te contrataron los Lakers?

– Los Celtics -corrigio el.

– Lo siento, los Celtics. -Aimee no dejo de mirarle fijamente-. Y te lesionaste la rodilla, ?no?

– Si.

– Se acabo tu carrera. Asi sin mas.

– Mas o menos, si.

– ?Y que? -Aimee se encogio de hombros-. ?Como te sentiste?

– ?Por lesionarme la rodilla?

– Por ser una superestrella, y despues, paf, no poder volver a jugar.

Las dos chicas esperaban una respuesta. Myron intento pensar en algo profundo.

– Fue una autentica mierda -dijo.

A las dos les encanto oirlo.

Aimee sacudio la cabeza.

– Debio de ser espantoso.

Myron miro a Erin, que tenia los ojos bajos. La habitacion estaba en silencio. Espero. Finalmente levanto la cabeza. Parecia asustada, pequena y joven. Le habria gustado abrazarla, pero vaya, eso no habria sido buena idea en absoluto.

– No -dijo Myron bajito, sin dejar de mirarla-. No fue tan espantoso.

Una voz en lo alto de la escalera grito:

– Myron.

– Ya voy.

En aquella epoca estuvo a punto de marcharse. El siguiente gran «y si». Pero las palabras que habia oido en la escalera -«Condujo Randy»- le fastidiaban. «Cerveza y chupitos». No podia olvidarlo sin mas, ?no?

– Voy a contaros una historia -empezo Myron. Y entonces se detuvo. Lo que queria contarles era un incidente de sus dias de instituto. Se habia celebrado una fiesta en casa de Barry Brenner. Eso era lo que queria contarles. Estaba en su ultimo ano, como ellas. Habian bebido mucho. Su equipo, los Livingston Lancers, acababa de ganar el torneo de baloncesto estatal, gracias a los cuarenta y tres puntos de la superestrella americana Myron Bolitar. Todos estaban borrachos. Recordaba a Debbie Frankel, una chica inteligente, llena de vida, un diablillo siempre animado, siempre levantando la mano para contradecir al profesor, siempre discutiendo y poniendose en el bando contrario, y a quien querian por eso. A medianoche Debbie fue a despedirse de el. Llevaba las gafas bajas sobre la nariz. Eso era lo que recordaba mejor, que las gafas le resbalaban. El se dio cuenta de que estaba colocada. Como las otras dos chicas que irian en ese coche.

Es facil imaginar como acaba la historia. Cogieron la colina en South Orange Avenue demasiado rapido. Debbie murio en el accidente. El coche aplastado estuvo expuesto frente al instituto seis anos. Myron se pregunto donde estaria ahora, que habrian hecho por fin con la chatarra.

– ?Que? -pregunto Aimee.

Pero Myron no les hablo de Debbie Frankel. Sin duda Erin y Aimee habian oido otras versiones de la misma historia. No serviria de nada. De modo que intento otra cosa.

– Necesito que me prometais algo -dijo Myron.

Erin y Aimee le miraron.

El saco la cartera del bolsillo y busco dos tarjetas suyas. Abrio el cajon de arriba y encontro un boligrafo que funcionaba.

– Aqui estan todos mis telefonos: casa, trabajo, movil, mi piso de Nueva York.

Myron garabateo en las tarjetas y dio una a cada chica. Ellas las cogieron sin decir palabra.

– Escuchadme bien, ?vale? Si alguna vez estais en un apuro. Si estais por ahi bebiendo o vuestros amigos estan bebiendo o estais borrachas o colocadas o lo que sea, prometedme que me llamareis. Ire a buscaros esteis donde esteis. No hare preguntas. No se lo dire a vuestros padres. Eso os lo prometo. Os llevare donde querais ir. Por tarde que sea. No me importa lo lejos que esteis o lo colocadas que vayais. A cualquier hora, cualquier dia. Llamadme e ire a buscaros.

Las chicas no dijeron nada.

Myron se acerco un paso mas. Intento que su voz no sonara suplicante.

– Por favor…, no subais nunca al coche con alguien que haya bebido.

Se quedaron mirandolo.

– Prometedmelo -dijo el.

Y un momento despues -?el «y si» final?- lo prometieron.

3

Dos horas despues, la familia de Aimee -los Biel- fueron los primeros en marcharse.

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