machacandola en el agua de una pequena charca, jadeando al sentir su frialdad, y tinendose los cabellos de color castano con la mezcla. La coloracion no era permanente; tendria que protegerse los cabellos de la lluvia, y los efectos de la corteza desaparecerian al cabo de aproximadamente una semana; pero disponia de tiempo suficiente.

Hasta aquel momento todo habia marchado bien (salvo cuando habia estado al borde del desastre en Wathryn), pero sabia que cuanto mas se adentrase en el poblado sur, el viaje seria cada vez mas peligroso. Por lo que podia calcular, se hallaba en las tierras fronterizas entre las provincias de Chaun y Perspectiva, y los campos eran aqui mas despejados; tierras llanas y labrantias, cruzadas por importantes caminos ganaderos, pero sin los densos bosques del norte que pudiesen darle abrigo. La noche anterior habia acampado en terreno descubierto, junto a un afluente de uno de los grandes rios occidentales, y no se habia atrevido a encender fuego hasta que la noche se habia hecho demasiado fria para aguantarla sin el; durante el dia habia dado un amplio rodeo para esquivar dos caserios, y si por la tarde se arriesgo a entrar en Vilmado habia sido, simplemente, para evitar lo que seria otro rodeo mas amplio y dificil. Y cuanto mas cabalgase hacia el sur, mas poblaciones encontraria y mayor seria el riesgo de ser capturada. Tenia que hallar a Tarod, pero no habia oido ningun rumor acerca de el y aun no tenia la menor idea de en que parte del mundo podia estar.

Durante la noche, al calor del fuego pero incapaz de dormir por miedo a que la pillasen desprevenida unos bandoleros o incluso un agricultor local, trato de utilizar su propia y sencilla forma de geomancia para establecer contacto con Tarod. Pero, sin su preciosa bolsa de piedras, el intento fue un fracaso, y Cyllan dudaba incluso de que con las piedras el resultado hubiese podido ser mejor. No tenia condiciones para esta labor, y ahora empezaba a desvanecerse su esperanza de que Tarod emplease sus propios poderes para encontrarla. Si lo habia intentado, si era capaz de intentarlo, entonces habia sido ella quien no habia tenido las facultades psiquicas necesarias para oirle.

Al fin habia sacado la piedra del Caos de su escondrijo y contemplado su resplandor centelleante, dandole vueltas en las manos y sintiendola latir como si tuviese vida propia. Al observar sus profundidades de multiples facetas, se habia imaginado que se convertia en un ojo que la miraba fijamente y que, detras de el, podia atisbar un reflejo de la sonrisa de Yandros... o de Tarod. Pero la ilusion duro solo un momento y, despues, la piedra se apago de nuevo. Mas tarde, al amanecer, se desperto de un sueno inquieto, creyendo que oia el estridente y elemental gemido lejano que anunciaba un Warp, pero tambien esto habia sido una ilusion. Sin embargo, se dijo, si Yandros estaba tratando de ayudarla en su busqueda, seguramente haria que...

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el regreso del mozo. Este coloco dos platos y una jarra llena hasta el borde sobre la mesa, delante de ella, y despues se quedo plantado, balanceandose sobre los pies y con la visible esperanza de iniciar una conversacion. Bueno, nada perderia con hablar un poco, penso Cyllan; las tabernas como estas eran buenas fuentes de informacion, y los mozos que servian en ellas tenian fama de repetir cuanto oian a quienes estuviesen dispuestos a escucharles. Pero antes de que pudiese decir algo para darle pie, le llamo la atencion el ruido de unas pisadas en el callejon. Oyo voces roncas, el relincho de un poney (probablemente uno de los suyos), se abrio la puerta y entraron una docena de hombres, seguidos de unas cuantas mujeres.

El que iba al frente del grupo, un hombre bajo pero robusto, que sudaba a pesar del viento del este, se detuvo y miro al mozo echando chispas por los ojos.

—Hay dos poneys atados ahi afuera. ?Que te dije sobre eso de dejar que cualquier desharrapado emplee mi anilla sin pedir permiso?

El muchacho se ruborizo y senalo con el pulgar en direccion de Cyllan, ya que estaba demasiado confuso para hablar. El posadero miro a la joven, en la que no habia reparado antes, y gruno:

—Son tuyos, ?eh?

—Mios. —Cyllan habia conocido a demasiados taberneros belicosos en sus buenos tiempos para dejarse intimidar por los modales de aquel hombre—. Y he pagado la comida.

El mesonero gruno de nuevo, en tacita aceptacion y casi como disculpandose. El mozo dijo:

—?Te sirvo una cerveza, amo?

—No. —El posadero le lanzo una mirada furiosa—. Tienes que ir al palacio de justicia. Quieren que vayan alla todos los hombres y muchachos utiles que no asistieron a la reunion, y quieren que lo hagan inmediatamente. Yo diria que tu eres fisicamente util, aunque inutil por tu inteligencia.

Una mujer, aproximadamente de la edad de Cyllan, pero con los cabellos negros, los labios pintados de carmin y los brazos adornados con brazaletes baratos, lanzo una risa estridente, y el mozo enrojecio de nuevo.

—?Eh... al palacio de justicia? ?Ahora?

— Supongo que no eres tan sordo como estupido, ?verdad? Vimos, ?mueve esas patas largas!

El muchacho salio pitando y uno de los hombres cerro la puerta y corrio el cerrojo, y despues, para sorpresa de Cyllan, hizo rapidamente una senal contra el mal. Mientras tanto, la posadera habia corrido detras del mostrador, pero, en vez de servir cerveza a su clientela, empezo a buscar algo en una alacena.

—Ya esta —dijo, sacando un objeto de alli—. Cuelga esto en la puerta, Cappik.

Su marido la miro fijamente.

—?No seas ridicula, mujer!

—No, no; haz lo que ella dice, Cappik. A fin de cuentas, no puede hacernos ningun mal, ?verdad? —arguyo otro hombre.

El posadero cedio, encogiendo los hombros, y la mujer colgo en la puerta lo que llevaba en la mano. Cyllan lo reconocio como un collar-amuleto, de pequenas cuentas toscamente talladas, con menudos rollos de papel sujetos a intervalos en el cordon. Los habia hecho su abuela, que era de la Tierra Llana del Este, y ahora eran muy raros; en cada rollo se habia escrito una oracion a Aeoris, y el collar era ciertamente un amuleto muy poderoso contra las fuerzas diabolicas.

Cuando la mujer hubo colgado el collar en la barra de la puerta, la atmosfera de la taberna sufrio un cambio, como si su pequena a> cion hubiese centrado la atencion de todos sobre algo que antes no se habian atrevido a considerar. La subita tension se hizo palpable; los hombres observaron en silencio el collar que se balanceaba lentamente, y el instinto psiquico de Cyllan percibio inmediatamente la fria sensacion de miedo. No dijo nada, sino que siguio comiendo, mientras la esposa del mesonero servia cerveza a los hombres, acompanando sus movimientos de un ruido y un parloteo innecesarios. Con ello turbaba el silencioso ambiente; incluso aquella muchacha descarada habia enmudecido. Por fin se repartieron las jarras y la cerveza parecio reanimar los vacilantes animos, pues todos rompieron de nuevo a hablar, aunque en tono grave y sin orden ni concierto. Cyllan trato de concentrarse en lo que decian, pero solo pudo entender alguna palabra ocasional, hasta que unas pisadas junto a su mesa le hicieron levantar la cabeza, y entonces contemplo al posadero plantado ante ella.

El hombre gruno a modo de preambulo y despues dijo:

—Has llegado hoy, ?verdad?

Cyllan asintio con la cabeza.

—Hace menos de una hora.

Su pulso se acelero, pero no dio senales visibles de su agitacion.

—Oscurecera dentro de un par de horas. ?Adonde piensas ir esta noche?

Ella no pudo imaginar la razon de estas preguntas, y los modales de aquel hombre la estaban poniendo nerviosa. Encogio los hombros.

—Iba a preguntar si teneis una habitacion disponible.

Para su sorpresa, una expresion de alivio se pinto en el semblante del posadero, que, hinchando el estomago sobre el cenido pantalon, dijo:

—La tenemos y, si puedes pagarla, seras bienvenida. —Sin esperar que ella le invitase a hacerlo, se sento delante de Cyllan—. No aconsejaria a nadie que saliese a la carretera despues del anochecer, al menos por ahora. —Hizo una pausa, observandola con ojos astutos—. ?Eres vaquera?

Cyllan habia preparado cuidadosamente su historia antes de entrar en la poblacion, y asintio de nuevo con la cabeza.

—Me dirijo al sur de Chaun para reunirme con la gente de mi primo.

—Eres del este, ?no?

—Si. De la Tierra Llana.

No habia peligro en decir la verdad; la mitad de los conductores de ganado del mundo procedian de aquella provincia o de su vecina del norte.

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