Suya,

ARMANDE V OIZIN

P. S. Que ninguna de las dos se moleste en ir al entierro. El entierro es la fiesta de Caro y, ya que le gusta, dejemos que lo disfrute. Esta en su derecho. Invite, por contra, a todos nuestros amigos a tomar chocolate en La Praline. Los quiero a todos.

A.

Al terminar la lectura de la carta, he dejado la hoja de papel y he buscado las monedas que habian caido rodando. Una estaba sobre la mesa y la otra en una silla, dos soberanos de oro que relucian con un brillo rojizo en mi mano. Uno era para Anouk. Pero ?y el otro? Acerco instintivamente la mano hacia ese lugar caliente y tranquilo encerrado dentro de mi, un lugar secreto que no he revelado totalmente a nadie, ni siquiera a mi misma.

Anouk tiene la cabeza apoyada suavemente en mi hombro. Canturrea, medio dormida, una cancion a Pantoufle mientras yo leo en voz alta. Durante las pasadas semanas hemos sabido poco de Pantoufle, que ha visto usurpado su puesto por companeros mas tangibles. Parece significativo que haya vuelto ahora que ha cambiado el viento. Algo en mi siente la inevitabilidad del cambio. Mi fantasia de permanencia tan cuidadosamente elaborada es como esos castillos de arena que soliamos construir en la playa mientras esperabamos a que subiera la marea. Pero, aun sin el mar, el sol los va erosionando y, transcurrido un dia, casi se han desmoronado. Pese a todo siento una cierta ira, me siento un poco herida. Pero el aroma del carnaval me arrastra, ese viento que sopla, el viento calido de… ?de donde viene? ?Del sur? ?Del este? ?De America? ?De Inglaterra? Todo es cuestion de tiempo. Lansquenet, con todas las connotaciones que lleva implicitas, me parece ahora un poco menos real, ya esta retirandose en la memoria. La maquinaria se esta parando, el mecanismo se ha quedado en silencio. Tal vez sea lo que ya sospeche en un primer momento, que Reynaud y yo estabamos vinculados de alguna manera, que uno contrapesaba al otro y que yo aqui, sin el, no tengo objeto. Sea como fuere, la necesidad imperativa de esta poblacion ya no existe. Siento en cambio una satisfaccion, una saciedad que me llena la barriga hasta no dejar sitio para mi. En las casas de Lansquenet hay parejas que hacen el amor, ninos que juegan, perros que ladran, televisores que suenan estruendosos… sin nosotras. Guillaume acaricia a su perro mientras ve Casablanca. Solo en su cuarto, Luc lee a Rimbaud en voz alta sin rastro alguno de tartamudeo. Roux y Josephine, solos en su casa recien pintada, van descubriendose poco a poco el uno al otro y sacando todo lo que llevan dentro. Radio Gascogne transmite esta noche un reportaje sobre el festival del chocolate y anuncia orgullosamente la celebracion del «festival de Lansquenet-sur-Tannes, una encantadora tradicion local». Los turistas ya no atravesaran en coche Lansquenet camino de otras poblaciones. He hecho aparecer esta ciudad invisible en el mapa.

El viento huele a mar, a ozono y a fritura, a muelle de Juanles-Pins, a tortas y a aceite de coco y a carbon y a sudor. Hay muchos lugares que esperan a que cambie el viento. Hay mucha gente necesitada. ?Cuanto tiempo esta vez? ?Seis meses? ?Un ano? Anouk acomoda su carita en mi hombro y yo la estrecho con fuerza, demasiado fuerte, porque se despierta un poco y murmura unas palabras de protesta. La Celeste Praline volvera a ser la panaderia que fue en otro tiempo. O tal vez una confiserie-patisserie, con guimauves colgados del techo como ristras de salchichas dulces y cajas de pains d’epices en cuya tapadera se leera Souvenir de Lansquenet-sur-Tannes. Tenemos dinero, ya que no otra cosa, mas del necesario para empezar en algun otro sitio. Tal vez en Niza o en Cannes, en Londres o en Paris. Anouk murmura algo en suenos. Tambien ella esta preparada.

Algo hemos ganado, de todos modos. Ya no son para nosotras las habitaciones anonimas de los hoteles, los parpadeos de neon, el cambio de rumbo de norte a sur al volver una carta. Por fin hemos derrotado al Hombre Negro, Anouk y yo, por fin lo hemos visto tal como es, un bufon, una mascara de carnaval. No podemos quedarnos aqui para siempre. Quizas el nos ha preparado el camino para que vayamos a otra parte. Tal vez un pueblo a la orilla del mar. O junto a un rio, con maizales y vinedos. Cambiaremos de nombre. Tambien el de la tienda que abramos. Se podria llamar La Truffe Enchantee, o quiza Tentations Divines en memoria de Reynaud. Esta vez nos llevamos con nosotros muchas cosas de Lansquenet. Tengo en la palma de la mano el regalo de Armande. Las monedas son pesadas, solidas al tacto. El oro es rojizo, casi del mismo color que los cabellos de Roux. Me pregunto una vez mas como pudo saberlo… hasta donde pudo ver. Sera otra hija, aunque esta vez tendra un padre, sera la hija de un hombre bueno que no sabra nunca que la ha tenido. ?Tendra sus cabellos, sus ojos color de humo? Estoy casi segura de que sera una nina. Incluso se su nombre.

Quedan atras otras cosas. El Hombre Negro ha desaparecido. Mi voz ahora suena diferente, mas osada, mas fuerte. Percibo en ella una nota que, si presto atencion, casi identifico. Una nota de desafio, de jubilo incluso. Se han desvanecido mis temores. Tambien tu te fuiste, maman, pero siempre te oire cuando me hables. Ya no volvere a tener miedo cuando contemple mi cara en el espejo. Anouk sonrie en suenos. Podriamos quedarnos aqui, maman, tenemos una casa, amigos. La veleta mas alla de mi ventana gira, gira. ?Que seria oirla cada semana, cada ano, cada estacion? Asomarme a la ventana una manana de invierno y verla. La voz nueva dentro de mi se rie, un sonido que es como un regreso a casa. La nueva vida que llevo en mi se remueve con suavidad y dulzura. Anouk habla en suenos, silabas sin sentido. Tengo sus manitas agarradas al brazo.

– Maman, por favor, cantame una cancion -me dice con voz sofocada por el jersey. Abre los ojos. Vista desde inmensa altura, la tierra tiene ese mismo color verde azulado.

– Esta bien -le digo.

Vuelve a cerrar los ojos y yo le canto muy bajito:

V’la l’bon vent, v’la l’joli vent.

V’la l’bon vent, ma mie m’appelle…

Tengo la esperanza de que esta vez volvera a ser cancion de cuna. Quiero que esta vez el viento no la oiga. Que esta vez -«por favor, solo esta vez»- pase el viento y no nos lleve con el.

JOANNE HARRIS

***
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