Emily acababa siendo menos atractiva por la falta de dote. Por no hablar de alguien como ella misma -una chica absolutamente carente de fortuna y con la avanzada edad de veintiseis anos- para la que la solteria era un hecho inevitable. Lo que por otra parte le convenia, ya que gracias a sus observaciones habia llegado a la conclusion de que los hombres solo daban problemas.

Aclarandose la voz, Sarah dijo:

– El que nos preguntemos si los cientificos locos como el doctor Frankenstein existen realmente, es una manera perfecta de empezar el debate sobre el libro de Shelley.

Julianne, la unica hija de los condes de Gatesbourne, una de las mas ricas familias de Inglaterra, se aclaro la garganta para anadir:

– Si mi madre sospechara que he leido ese libro, se desmayaria al instante.

Sarah se volvio hacia Julianne, observando su profundo sonrojo. Sarah sabia que algunas personas consideraban a la hermosa heredera rubia, fria y altiva; incluso ella misma lo habia pensado cuando se conocieron anos atras. Pero rapidamente se habia dado cuenta de que mas que altiva, Julianne era dolorosamente timida. Se sometia con docilidad a su arrogante madre, pero Sarah sospechaba que bajo esa apariencia tan perfectamente equilibrada, Julianne ocultaba un espiritu aventurero que anhelaba algo mas que un simple paseo por Hyde Park bajo la estricta vigilancia de su dama de compania, y Sarah estaba determinada a conseguir que su amiga extendiera las alas para volar.

Sarah apenas fue capaz de refrenar su naturaleza franca para no decirle lo bien que podria venirle a su severa madre una buena dosis de sales. Pero simplemente anadio:

– Somos la Sociedad Literaria de Damas Londinenses, un titulo que implica que leemos y discutimos las obras de Shakespeare, aunque en realidad leemos lo que queremos; con eso deberia bastar. Ya que El moderno Prometeo -o Frankenstein, si lo preferis- es, a pesar de los escandalos que lo rodean, considerado una obra literaria, nadie puede acusarnos de mentir. -Curvo los labios hacia arriba-. Esos escandalos son precisamente la razon por la que lo escogi como primer libro a debatir.

– Tengo que admitir que esto es lo mas divertido que he hecho en mucho tiempo -dijo Carolyn con un entusiasmo que contrastaba con su calmada manera de ser.

La actitud de su hermana hizo que Sarah albergara esperanzas de que Carolyn estuviera cerca de abandonar la concha de reserva tras la que se ocultaba. Esa pequena rebeldia de leer un libro escandaloso escrito por una mujer que se habia relacionado con un hombre casado y tenido un par de ninos con el antes de casarse, indicaba que Julianne habia dado los primeros pasos para escapar del agobiante control de su madre, y resultaba justo lo que necesitaba Emily para olvidar los problemas financieros de su familia.

– Es una aventura divertida -dijo Sarah mostrando su aprobacion-. Creo que todas estaremos de acuerdo en que Mary Shelley posee una imaginacion vivida y formidable.

– Puedo entender por que al principio se creyo que el libro estaba escrito por un hombre -anadio Emily-. ?Quien podria sospechar que una mujer pudiera concebir semejante historia?

– Esa es solo una de las muchas injusticias de la sociedad actual -dijo Sarah, refiriendose a un tema que la afectaba profundamente-. Las mujeres estan infravaloradas. A mi parecer ese es un grave error.

– Puede que sea un error -anadio Carolyn-, pero asi es como son las cosas.

Emily asintio con la cabeza.

– Y son los hombres quienes mas desprecian a las mujeres.

– Precisamente -dijo Sarah, ajustandose las gafas-. Y prueba una de mis teorias favoritas: no hay nada mas molesto en la tierra que un hombre.

– ?Hablas de algun hombre en particular? -pregunto Carolyn con la voz cargada de diversion-. ?O hablas en general?

– En general. Sabes cuanto me gusta observar la naturaleza humana, y basandome en mis detalladas observaciones, he llegado a la conclusion de que a la inmensa mayoria de los hombres se les puede definir con una sola palabra.

– ?Una palabra que no sea «fastidioso»? -pregunto Julianne.

– Si. -Sarah arqueo las cejas e hizo una pausa, como si fuera una profesora esperando las respuestas de sus alumnas. Como nadie se aventuro, las apremio-: ?Los hombres son…?

– ?Enigmaticos? -dijo Carolyn.

– Eh… ?viriles? -propuso Emily.

– Hummm… ?peludos? -anadio Julianne.

– Memos -indico Sarah con un brusco asentimiento de cabeza haciendo que las gafas se le volvieran a resbalar por la nariz-. Casi sin excepcion. Sean jovenes o viejos creen que las mujeres no son mas que estupidos adornos que se pueden ignorar o simplemente utilizar para tolerarlas despues. Algo a lo que dar una palmadita en la cabeza y luego dejar tirado en cualquier esquina para continuar bebiendo su brandy o coqueteando.

– No sabia que tuvieras tanta experiencia con caballeros -dijo Carolyn con suavidad.

– Una puede sacar sus propias conclusiones de la mera observacion. No me hace falta jugar con fuego para saber que acabare quemandome. -El rubor inundo las mejillas de Sarah. Era cierto que tenia muy poca experiencia con los hombres, y que las miradas masculinas siempre parecian pasarla por alto para recaer en alguna mujer mas atractiva. Al ser de naturaleza pragmatica y muy consciente de las limitaciones de su apariencia, hacia tiempo que habia dejado de lamentarse por ese hecho. Ser invisible para los hombres le habia permitido observar su comportamiento durante largas horas mientras estaba sentada en las esquinas de las numerosas veladas a las que habia asistido recientemente con Carolyn, todo para intentar alentar a su hermana a que abandonara el luto. Y basandose en esas observaciones, Sarah sentia que su opinion estaba justificada con creces.

Eran memos.

– Si tu teoria es cierta -dijo Carolyn- entonces esta claro que los caballeros creen que las mujeres son tambien buenas para coquetear con ellas. -Aparecieron una arruguitas alrededor de sus ojos, pero Sarah percibio la profunda tristeza que invadia la mirada de su hermana-. ?O acaso se limitan a coquetear con las plantas?

La culpa dejo a Sarah sin palabras, y jugueteo con el lazo que aseguraba su larga trenza, de la cual se escapaba un buen punado de rizos indomables. El marido de Carolyn, Edward, habia sido un hombre modelo: devoto, amoroso y fiel. No habia sido en absoluto un memo. Pero Carolyn estaba acostumbrada -mas que cualquier otra persona- a su franqueza.

– Solo coquetean con las plantas despues de beber demasiado brandy. Lo cual ocurre con demasiada frecuencia. Pero ahora estoy hablando de los memos del libro que hemos seleccionado y, por lo que a mi respecta, Victor Frankenstein era rematadamente memo.

– Estoy totalmente de acuerdo -dijo Julianne asintiendo enfaticamente y olvidando su usual reserva como a menudo sucedia cuando las cuatro se reunian-. Todo lo malo que ocurre en la historia, los asesinatos y las tragicas muertes, fueron por su culpa.

– Pero Victor no mato a nadie -argumento Emily, inclinandose hacia delante-. El responsable fue el monstruo.

– Si, pero fue Victor quien lo creo -senalo Carolyn.

– Y despues lo rechazo. -Sarah cerro los punos, acordandose de la aversion que sentia por el cientifico y la profunda simpatia que sentia por la grotesca criatura que habia creado-. Victor descarto a ese pobre diablo como si fuera basura, huyendo de el, dejandolo solo. Sin conocimientos de la vida, sin mostrarle como sobrevivir. Lo habia creado el, pero no le mostro ni un apice de decencia. Y solo porque era un monstruo. Ciertamente no era culpa del monstruo ser asi. No todo el mundo es hermoso. -Encogio los hombros con filosofia mientras sospechaba que la empatia que sentia por el monstruo era quizas el reflejo de su propia lucha personal.

– El monstruo era algo mas que feo -puntualizo Julianne-. Era enorme y horrendo. Totalmente aterrador.

– Incluso asi, aunque nadie hubiera encontrado la manera de tratarle con decencia, sin duda alguna Victor, su creador, deberia haberle mostrado un poco de bondad -insistio Sarah-. El monstruo no se volvio ruin y cruel hasta despues de darse cuenta de que nunca seria aceptado. Por nadie. Que diferente hubiera sido su vida si solo una persona hubiera sido amable con el.

– Estoy de acuerdo -dijo Carolyn-. Fue una figura tragica. Si Victor lo hubiera tratado con decencia, creo que otros hubieran seguido su ejemplo.

– Pero de todas maneras, Victor sufrio por sus pecados -dijo Julianne-. El monstruo mato a su hermano, a su

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