– El trabajo ya esta hecho, de modo que ahora nos gustaria recibir nuestra paga.

Se abrio ligeramente la cortina y una mano enfundada en un guante negro de piel salio por la ventana y dejo caer una bolsa en la mano abierta de Willie. Sin una palabra mas, se cerro la cortina. El chofer recibio una indicacion y el coche de caballos desaparecio en la oscuridad de la noche.

Una sonrisa de satisfaccion aparecio en el rostro del ocupante del carruaje.

Estaba muerto.

Stephen Alexander Barrett, octavo marques de Glenfield, por fin, estaba muerto.

Capitulo 2

Stephen estaba sonando.

Manos, muchas manos, lo estaban transportando. Se sentia ingravido, como una nube que flotase en un cielo de verano azul intenso arrastrada por una calida brisa. Algo deliciosamente fresco le toco la frente. Percibio un intenso perfume a rosas. Oyo voces en torno a el… dulces, reconfortantes. Y luego, de repente, ceso el movimiento y se hizo el silencio.

Con un gran esfuerzo, logro abrir los ojos. Vio a una mujer. Una mujer hermosa de cabello castano y resplandeciente. Le estaba sonriendo.

– Ahora esta a salvo -le dijo, apretandole suavemente la mano-, pero esta muy grave. Tiene que intentar recuperarse con todas sus fuerzas. Yo me quedare a su lado hasta que se cure. Se lo prometo.

Stephen la miro fijamente, abrumado por la belleza de aquel rostro, la suavidad de aquel tacto, la dulzura de aquella voz. La mirada de sincera preocupacion de aquellos ojos hizo que se sintiera confuso. «?Donde estoy? ?Quien es esta mujer? ?Y por que diablos me encuentro tan asquerosamente mal?» Le latia la cabeza, le ardia hombro y era como si tuviera una enorme losa encima del pecho. Intento mover el brazo, pero desistio cuando le atraveso una fuerte punzada de dolor.

La mujer apreto algo maravillosamente fresco contra su frente. Aquella sensacion calmante fue una bendicion para su ardiente piel.

Aquello era como estar en el cielo.

Eso era. Debia de estar en el cielo. Ella debia de ser un angel.

La agradable frescura volvio a calmarle la frente una vez mas y el cerro lentamente los ojos. Estaba muerto, pero ?y que mas daba?

Le habia tocado un angel.

– ?Ha mejorado, Hayley? -pregunto la voz dulce y femenina de Pamela desde el umbral de la puerta.

Hayley se giro hacia su hermana y vio la preocupacion en sus ojos.

– Me temo que no -informo a su hermosa hermana de dieciocho anos-. No hay forma de bajarle la fiebre, y sigue entrando y saliendo de un estado delirante.

Pamela cruzo la habitacion y apoyo una reconfortante mano sobre el hombro de Hayley. Esta apreto la mano de su hermana y esbozo una sonrisa, con la esperanza de borrar la expresion de preocupacion del rostro de Pamela.

– ?Hay algo que pueda hacer? -Pregunto Pamela-. ?Te relevo? Ya llevas una semana asi y apenas has descansado.

– Tal vez mas tarde, pero me encantaria tomar una taza de te. ?Te importaria traerme una?

– En absoluto. Ahora mismo te la traigo. Tambien te traere la bandeja de la cena. Recuerda que debes alimentarte bien para conservar tus propias fuerzas. Si no, no podras ayudar a nuestro herido a recuperar las suyas.

– Estoy mas fuerte que un toro -dijo Hayley para tranquilizarla. Lo cierto era que se sentia muy debil, pero nunca lo reconoceria delante de Pamela. Solo conseguiria preocupar a su hermana, y eso era lo ultimo que queria. Pamela habia padecido recientemente una dolencia estomacal. Todavia se veia demasiado palida y fragil para que Hayley pudiera estar tranquila.

– Acabaras enfermando si sigues asi -le advirtio Pamela-. Te traere la cena y te comeras hasta el ultimo bocado. O si no…

– O si no, ?que?

Pamela se acerco mas a su hermana.

– O si no, le dire a Pierre que no te ha gustado la comida tan suculenta que te ha preparado.

Una sonrisa sincera ilumino el rostro de Hayley por primera vez en dias.

– ?Dios me libre! ?Eso jamas! Un insulto de ese calibre a nuestro «queguido cocinego fgances» seria algo imperdonable.

– Ya lo creo. O sea que, cuando te traiga la cena, te la comes. O «pagagas» las consecuencias. -Despues de senalar a Hayley con el dedo con ademan de aviso, Pamela salio de la habitacion y cerro la puerta tras de si.

A solas con su paciente, Hayley le volvio a refrescar la cara una y otra vez con un pano frio. Las heridas ya no representaban una amenaza para su vida, pero la fiebre que habia desarrollado si. Su cuerpo ardia bajo los dedos de Hayley. Durante la ultima semana, ella habia estado sufriendo por el, observando como entraba y salia del delirio, gimiendo, agitandose violenta y desesperadamente en la cama, con la piel ardiendo y la cara sumamente palida. El medico lo habia visitado a la manana siguiente de su llegada y habia salido de la habitacion negando con la cabeza.

– No hay nada que pueda hacer, senorita Hayley -dijo el doctor Wentbridge con seriedad-. Limitese a mantenerlo lo mas comodo posible y rece para que el final llegue pronto. Solo podria salvarlo un milagro.

Y por eso Hayley pidio un milagro en sus oraciones.

Hacia seis anos que su madre habia fallecido en aquel mismo lecho al dar a luz a Callie. Su padre tambien habia muerto alli. No iba a permitir que muriera nadie mas.

Hayley prosiguio con sus cavilaciones, pensando en como habian cambiado sus circunstancias desde que su querido padre falleciera hacia tres anos. El capitan Tripp Albright tuvo una muerte lenta y una larga agonia, que casi mata a Hayley del sufrimiento al verlo en aquel estado y que la dejo con solo veintitres anos completamente responsable de sus dos hermanos y sus dos hermanas menores. Ella les hacia de madre, de padre, de hermana, de ninera y de ama de casa, al tiempo que traia el dinero al hogar -responsabilidades que nunca se habia planteado abandonar, pero que a menudo la agotaban fisicamente y la consumian emocionalmente.

Tras la muerte de Tripp Albright, su hermana Olivia se fue a vivir con la familia para ayudar a cuidar de los ninos. Hayley tambien heredo la antigua tripulacion de su padre -Winston, Grimsley y Pierre- tres ex marineros con el corazon destrozado, cuyo amor por las aventuras de ultramar murio junto con su capitan.

Los tres hombres habian jurado que, si ya no podian velar por el capitan Albright, honrarian la promesa que le habian hecho en su lecho de muerte de velar por su familia. Y se habian negado desde el principio a recibir una paga como sirvientes, insistiendo en que tenian suficientes ahorros para vivir.

Aquellos hombres resultaron ser una verdadera bendicion. Para su consternacion, Hayley descubrio que tambien habia heredado de su padre, encantador pero negado para los negocios, un monton de deudas. Convencida de que podria afrontar la situacion, lo habia mantenido en secreto para no dar a su apenada familia otro disgusto mas.

No obstante, afrontarlo todo ella sola representaba una carga muy pesada, y Hayley recordaba que durante aquellos primeros meses a menudo lloraba antes de dormirse. En un abrir y cerrar de ojos, habia perdido su juventud, sustituida por un impenetrable muro de responsabilidades. Anoraba desesperadamente a sus padres, anoraba su carino, su guia y su apoyo. La habian dejado con una casa llena de bocas hambrientas dependiendo de ella y menos de cien libras en efectivo. Noventa y ocho libras y diez chelines, para ser exactos.

Y se sentia demasiado sola. La unica persona en la que creia que podia confiar la habia abandonado cuando mas la necesitaba. Tras fallecer su padre, Jeremy Popplemore, su prometido, se desentendio en lugar de responsabilizarse de la familia de Hayley. Al poco tiempo se habia dado el capricho de emprender un largo viaje al continente, y ella no lo habia vuelto a ver desde entonces.

Hayley recordaba la rabia que sintio cuando Jeremy la abandono. Habia tenido grandes tentaciones de rodearle el cuello con las manos y apretar hasta que los labios se le pusieran morados. Pero, despues de hundirse

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