– ?Callie le invito?

Stephen miro puntualmente el rostro de aquel hombre y luego su posesiva mano reposando sobre el codo de Hayley. Si Popplepuss no le quitaba la mano de encima a Hayley pronto, iba a aplastar a aquel indeseable.

– Si. Callie me invito. -Se volvio hacia Hayley-. Hola, Hayley.

Hayley seguia mirando fijamente la alfombra.

– Buenas tardes, lord Glenfield.

Callie tomo a Stephen de la mano.

– Venga conmigo. La fiesta esta a punto de empezar.

Stephen se dejo guiar por Callie y el resto del grupo los siguio hasta el patio, donde habian preparado una merienda por todo lo alto. Callie presidio la ceremonia, pasando a los invitados bandejas y fuentes de pastas recien salidas del horno y pasteles mientras Hayley servia el te. Stephen le dio a Callie el regalo que le habia traido y Callie grito de alegria cuando abrio el paquete y vio la muneca que habia dentro.

– ?Oh! -exclamo Callie entusiasmada-. ?Es preciosa! -Abrazo a la muneca contra su pecho y dio a Stephen un fuerte abrazo-. Gracias, lord Glenfield. La senorita Josephine y yo la querremos siempre. -Acerco los labios a la oreja de Stephen-. Y yo tambien le quiero a usted.

A Stephen se le hizo un nudo en la garganta.

– De nada, Callie. -Inclinandose hacia la nina, le susurro al oido-: Yo tambien te quiero, Callie. -La abrazo con fuerza y le invadio una reconfortante alegria. «Dios mio. ?Que sensacion tan increible oir esas palabras, decir esas palabras!»

Se reanudo la conversacion, desaparecieron las pastas y el te, y Stephen tuvo la impresion de que todo el mundo estaba hablando al mismo tiempo.

Todo el mundo excepto Hayley.

Ella se limito a quedarse alli sentada, sin dignarse dirigirle ni siquiera la mirada.

Stephen se unio a la conversacion e hizo de tripas corazon para no ponerle mala cara a Poppledard, que parecia no poder quitarle las manos de encima a Hayley.

– Digame, lord Glenfield-intervino Nathan, mirando a Stephen con admiracion-. ?Como es la vida de un marques?

Stephen medito sobre la pregunta.

– De hecho, es una vida muy solitaria. -Stephen se recosto en el respaldo de la silla y fijo la mirada en Hayley, que seguia sin mirarle-. Tengo seis feudos y soy responsable del bienestar de cientos de agricultores. Paso gran parte del tiempo visitando mis distintas propiedades. Mis obligaciones me dejan muy poco tiempo para hacer amistades.

– El senor Mallory, quiero decir, el duque de Blackmoor, es amigo suyo -dijo Andrew tras dar un mordisco a una pasta.

– Uno de los escasisimos amigos que tengo. Ahora soy muy afortunado, espero, por poder contar con tu familia entre mis amigos.

Callie, que estaba sentada a la derecha de Stephen, deslizo su manita en la de el.

– Nunca habia tenido un «parques» como amigo -le confio con una sonrisa.

Nathan puso los ojos en blanco en senal de disgusto por el imperdonable error que habia cometido su hermana.

– Es un marques, no un «parques», Callie.

Stephen aparto puntualmente la mirada de Hayley y sonrio a la encantadora carita de Callie.

– Y yo nunca habia tenido una damita tan dulce como amiga. -Luego centro la atencion en Pamela y en el doctor Wembridge, que estaban sentados delante de el-. Me he enterado de que van a contraer matrimonio. Mis felicitaciones a ambos. -El rubor tino las mejillas de Pamela.

Volvio a dirigir la mirada a Hayley. Estaba contemplando fijamente su plato, y el rostro se le habia puesto palido como la nieve. Stephen deseaba tanto acercarse a ella, tomarla en brazos y sacarla de alli que tuvo que hacer un gran esfuerzo para quedarse sentado. Sin apartar la mirada de Hayley, dijo:

– Hablando de matrimonio, he estado pensando bastante en ese tema ultimamente.

– ?Y que ha estado pensando, si puede saberse, lord Glenfield? -pregunto Callie.

Con los ojos clavados en Hayley, dijo con dulzura:

– He decidido casarme.

Hayley palidecio y cerro los ojos. Acto seguido se puso en pie bruscamente, murmuro algo sobre un terrible dolor de cabeza y salio corriendo de la terraza.

Capitulo 31

Hayley salio corriendo de la terraza como si la persiguiera el mismisimo diablo. Para su profunda verguenza, era perfectamente consciente de que todo el mundo en la mesa, incluyendo al propio Stephen, se habria dado cuenta de por que se habia ido tan repentinamente, pero no podia soportar de ninguna manera quedarse alli sentada ni un solo instante mas.

El iba a casarse.

Al oir aquellas palabras, Hayley sintio como si le hubieran arrancado las entranas. Subio corriendo las escaleras, sin detenerse hasta alcanzar el santuario de su alcoba. Se dejo caer en su silla favorita y se cubrio el rostro con las manos, intentando, sin exito, detener el caudal de lagrimas que resbalaba por sus mejillas.

«?Por que? ?Por que se ha tenido que presentar aqui? Deberia haberle obligado a marcharse por donde ha venido. Deberia haberlo echado de casa en cuanto le he visto. Deberia haberle echado los perros.» Pero, sabiendo lo feliz que hacia a Callie su presencia, no habia tenido el coraje de echarlo. En lugar de ello, habia intentado ignorarlo con todas sus fuerzas, rogando a Dios que fuera capaz de mantener la compostura hasta que el se marchara.

Pero, cuando Stephen anuncio su intencion de contraer matrimonio, no pudo seguir fingiendo ni un minuto mas. Con el corazon hecho anicos, huyo. A pesar de todos sus esfuerzos por olvidarlo, seguia enamorada de el, algo que le disgustaba enormemente. De hecho, cuanto mas pensaba en ello, mas rabia sentia.

«?Como se atreve a presentarse aqui ese sinverguenza y anunciar tranquilamente sus planes de boda? -penso mientras se secaba impacientemente las lagrimas con el panuelo-. ?Con todo el descaro! Me gustaria…»

– Hayley.

Una grave voz masculina interrumpio sus pensamientos. Se volvio y la embargo una profunda indignacion cuando vio a Stephen entrando en su alcoba. Luego cerro la puerta tras de si y se apoyo en ella.

– ?Sal de esta habitacion! ?Ahora mismo! -le grito furiosa mientras se levantaba de un salto.

– He de hablar contigo de ciertas cosas… -le dijo con voz calmada, mientras se acercaba lentamente a ella-. Despues, si sigues queriendo que me vaya, me ire.

– Ya he oido todo cuanto tenia que oir de tu boca. -Hizo un gran esfuerzo por evitar que le temblara la voz y se sintio orgullosa de casi conseguirlo-. ?Como te atreves a entrar en mi alcoba?

Stephen siguio avanzando hacia Hayley. Ella no estaba dispuesta a dejarle creer que la intimidaba. Se quedo donde estaba, a pesar de que el no se detuvo hasta que solo les separaba medio metro.

– Segun recuerdo, una vez me acogiste en esta habitacion -dijo el con voz ronca-. Me acogiste en tus brazos. En tu lecho. En tu cuerpo.

La humillacion, la verguenza y el dolor estallaron en el interior de Hayley, clavandosele en las entranas, partiendola por dentro.

– ?Como te… se atreve…? Debe saber -prosiguio tratandolo de usted a causa de la furia y el desprecio que sentia- que usted no es el hombre que acogi en esta habitacion. Me he enterado, lamentablemente demasiado tarde, de que aquel hombre no existia. No era mas que una sarta de mentiras y enganos.

Stephen tendio una mano temblorosa hacia Hayley para tocarle una mejilla, pero ella se alejo bruscamente de el.

– Era yo -dijo Stephen con un doloroso susurro-. Un yo que ni siquiera sabia que existia. Un yo capaz de tener sentimientos que no sabia que existieran. Hasta que llegaste tu, Hayley.

Ella bajo la cabeza, luchando contra la tempestad de emociones que habian desatado aquellas palabras.

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