– ?Te acuerdas de nuestro viaje a Londres, cuando estabamos recien casados? -pregunto Austin, escrutandole los ojos.

Elizabeth asintio con la cabeza, en silencio.

– Me contaste la historia del origen de las fresas, sobre una pareja que era inmensamente feliz hasta que discutieron. La mujer se alejo de su marido y no se detuvo hasta que vio las fresas rojas y apetitosas. Cuando se las comio, recupero su deseo por el y regreso a su lado. -Le acerco la fresa a los labios-. Quiero que tu vuelvas a mi lado.

A Elizabeth el corazon le latia con fuerza en el pecho. Aturdida, mordio la fruta, y su dulzor le envolvio la lengua de inmediato. Cuando termino de comerse la fresa, Austin deposito el bote en el suelo.

La tomo de nuevo de la mano y le dio un beso caluroso y ferviente en la palma.

– Dios, Elizabeth, cuando crei que ibas a morir todo murio dentro de mi. En ese momento me di cuenta de que nada, absolutamente nada me importaba mas que tenerte conmigo.

»No puedo dejarte ir -dijo, y ella noto su calido aliento en las yemas de los dedos-, no puedo permitir que regreses a America. Si te vas, te seguire hasta alli. No consentire que nuestro matrimonio sea declarado nulo. Me da igual si no tenemos hijos. Si quieres, podemos adoptar ninos, docenas de ellos, si asi lo deseas, pero no concebiras el hijo de otro hombre. Y yo no buscare consuelo en brazos de otra mujer. Si no quieres compartir el lecho conmigo, aceptare tu decision. Lo unico que me importa es que te quedes conmigo, ?entiendes?

Ella no habria podido articular una sola palabra con sus labios, completamente secos, ni aunque le fuera la vida en ello, asi que asintio con la cabeza.

– Bien. No quiero oir hablar mas sobre disolver nuestro matrimonio. -Clavo en ella una mirada acalorada, intensa y muy seria-. Te quiero -susurro-, con toda el alma. Y quiero estar contigo en las condiciones que sean. Mi corazon te pertenece y siempre te pertenecera.

Ella lo contemplo en silencio, pues lo que acababa de oir la habia dejado sin habla. El la amaba. A pesar de todo, queria que ella siguiese siendo su esposa. Dios santo, estaba dispuesto a renunciar a tanto: un matrimonio de verdad, hijos… Por ella. Porque la queria. Las lagrimas asomaron a sus ojos. Comprendia muy bien ese amor tan profundo, esa disposicion a renunciar a todo por el ser amado.

Lo comprendia porque era exactamente lo mismo que ella sentia por el.

– Austin -dijo con voz temblorosa-. Quiero que sepas que yo jamas tendria un hijo con otro hombre. Por favor, creeme. No deseaba por nada del mundo romper nuestro matrimonio, pero no podia pedirte que continuaras considerandome tu esposa cuando yo ya no podia compartir tu lecho.

El se quedo inmovil.

– ?Me mentiste?

Ella se estremecio al oir su tono, pero siguio adelante:

– Si, te menti. Queria que fueras libre para disfrutar de un matrimonio como el que mereces, con una mujer que pudiese darte hijos. Lo que te dije sobre mi deseo de anular el matrimonio y tener un hijo con otro, sobre mi ambicion de ser duquesa, todo eso era mentira. Pero te ruego que entiendas que yo habria dicho absolutamente cualquier cosa para convencerte.

Austin trago saliva compulsivamente antes de decir:

– Esas palabras son practicamente identicas a las que William me dijo anoche cuando me hablo de proteger a Claudine. -Respiro hondo-. Me estas diciendo que inventaste todo eso para que yo siguiese adelante con mi vida. Sin ti.

– Asi es.

– Me mentiste.

Ella asintio con la cabeza.

– Es la unica vez que lo he hecho, y te juro por lo que mas quiero que jamas lo volvere a hacer.

Durante unos segundos el parecio sentirse aturdido, y luego, poco a poco, una amplia sonrisa se desplego en su rostro. Una sonrisa arrebatadora que a Elizabeth le corto la respiracion.

– Me mentiste -dijo el otra vez.

– Pareces… alegrarte de ello.

– Carino, dadas las circunstancias, estoy extasiado.

A Elizabeth la invadio un alivio tan intenso que le debilito todo el cuerpo.

– Hay una cosa mas que debo decirte.

Sin duda su semblante estaba tan serio como su tono de voz, porque el destello de buen humor desaparecio de los ojos de Austin.

– Te escucho -dijo el.

– Cuando crei que iba a morirme y que nunca mas volveria a verte o a tocarte, senti un gran pesar. Me arrepenti de haber renunciado a ti, y a nuestra hija. -Alzo la mano y le acaricio la barbilla sin afeitar-. No quiero volver a arrepentirme -susurro-. Quiero que seamos un matrimonio de verdad. Quiero tener el bebe, con independencia de las dificultades que tengamos que afrontar juntos.

Austin la miro con fijeza.

– Elizabeth, ?estas segura?

Ella asintio con la cabeza y trago saliva no sin esfuerzo.

– La vida es demasiado breve, demasiado valiosa. Hay una nina preciosa en nuestro futuro, una nina a quien no quiero negar el derecho a existir, aunque su existencia sea muy corta. Tengo fuerzas para soportarlo, porque te quiero y tu me quieres a mi. -Aspiro profundamente y estudio su expresion severa-. ?Quieres tu lo mismo, Austin? ?Quieres tener esa hija conmigo, aunque sepas que la perderemos? ?Aunque seas consciente del dolor que nos provocara?

El le tomo la mano y se la apreto con fuerza.

– Siempre he querido tenerla, aun sabiendo que podriamos perderla. Y te juro por mi alma que hare todo lo posible por evitar que eso ocurra.

– Pero ?y si ocurre de todas maneras?

– Entonces dare gracias a Dios por el tiempo que haya podido pasar con ella, por los dias preciosos durante los cuales hayamos podido disfrutar de su amor.

Cielo santo, a Elizabeth le aterraba contarle los demas detalles de su vision, decirle que en aquellas imagenes lo habia visto desesperarse y expresar su sentimiento de culpa. Pero tenia que saber la verdad.

– Austin, ?y si su muerte fuera el resultado de una accion de uno de los dos?

El le froto el dorso de las manos con los pulgares, sin apartar los ojos de los de ella.

– Lo superaremos. Juntos. Siempre. -Se inclino hacia delante y le rozo los labios con los suyos, en un beso tierno y agridulce-. Nuestro amor es tan fuerte que podremos superar cualquier cosa.

Esta declaracion, hecha en voz baja, le encogio el corazon a Elizabeth, y sus ojos se arrasaron en lagrimas. Rezo porque Austin no se arrepintiese de haber pronunciado esas palabras cuando ella le contase el resto de la vision. Y tenia que decirselo; no seria justo que le ocultase el terrible sufrimiento que le deparaba el destino.

– Austin, en la vision aparecias muy abatido. Senti tu desesperacion, tu impotencia, tu culpabilidad. Te oi decir: «Por favor, Dios mio, no me digas que la he matado al traerla aqui», y: «No puedo vivir sin ella».

El la miro, desconcertado, con el entrecejo fruncido.

– Pero si son las mismas palabras que pronuncie ayer, cuando pensaba que te morias.

Antes de que ella pudiese contestar, oyeron voces procedentes del exterior.

– William, Claudine y Josette han vuelto -dijo el-. Estan deseando conocerte.

Cruzo la habitacion y abrio la puerta. La mujer que estaba atada a una silla la ultima vez que Elizabeth la habia visto entro del brazo de un hombre que era innegablemente hermano de Austin. Elizabeth sonrio. Sin embargo, antes de que abriera la boca para saludar, la nina aparecio en el umbral.

Elizabeth se fijo en la criatura de cabello color ebano y ojos grises.

Y todo su mundo dio un giro de ciento ochenta grados.

28

Solo habian pasado dos dias desde que Austin se habia marchado a Francia, y Robert ya sabia que le seria

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