Jilly penso que tal vez Adam les habia enviado papeles de trabajo o los borradores de contrato para el negocio con Jack. Escribio una nota rapida para explicarselo a Matt y salio de la habitacion. Cuando llego al mostrador de recepcion, Maggie la saludo con una sonrisa.

– Tu paquete esta en el despacho de atras. Te lo traere ahora mismo.

Maggie habia desaparecido hacia diez minutos y Jilly comenzaba a impacientarse. No entendia por que tardaba tanto y estaba ansiosa porque se suponia que Matt la esperaba en la habitacion.

Se acerco al telefono de la recepcion y llamo a la habitacion 312 pero nadie contesto. Le parecio raro porque, en teoria, Matt ya debia haber regresado. Miro hacia el restaurante y se le hizo un nudo en el estomago al pensar en la posibilidad de que todavia estuviera alli con Carol y Jack. Tal vez no hubiera encontrado la manera de librarse de ellos. Sin embargo, tuvo la desagradable sospecha de que quiza ni siquiera lo habia intentado y que habia aprovechado que ella no estaba para convencer a Jack de que aceptara su proyecto para ARC.

En aquel momento, Maggie carraspeo para llamarle la atencion.

– Aqui tienes, Jillian. Lamento haberte hecho esperar tanto.

Jilly observo la enorme caja dorada que Maggie habia depositado sobre el mostrador.

– ?Que es esto? -pregunto.

– Tu entrega -respondio Maggie, entre risas.

– Parece una caja de flores…

Acto seguido, Jilly tomo el paquete y admiro el delicado lazo de seda roja y verde.

– Es una caja de flores -confirmo Maggie y suspiro-. Creo que tienes un admirador.

La publicista trato de ignorar como se le aceleraba el corazon, pero fallo por completo. Firmo el recibo, camino hacia el final del mostrador y, lentamente, quito la tapa de la caja.

Dentro habia dos docenas de rosas blancas recostadas sobre un papel de seda rojo. En el centro del arreglo, habia un tallo de muerdago. Jilly cerro los ojos, respiro hondo y se complacio al sentir el perfume de las flores. Hacia anos que ningun hombre le enviaba flores.

Abrio los ojos y descubrio un pequeno sobre en el fondo del paquete. Lo abrio y leyo el texto de la tarjeta en voz baja:

– He comprado rosas blancas para evocar algunas de las cosas que me recuerdan a ti: nieve y chocolate. Hagamos que nuestra ultima noche juntos sea inolvidable. Pense que el muerdago podria servir. Te espero…

Jilly se llevo una mano a la boca y suspiro emocionada. Se sentia avergonzada por haber pensado que Matt se habia quedado en el restaurante tratando de impresionar a Jack cuando lo que habia pasado era que se habia entretenido comprandole flores. Era un gesto romantico, dulce y considerado que la conmovia, asustaba y entristecia profundamente porque, como bien habia dicho Matt en su carta, aquella era su ultima noche juntos.

Despues de guardar la tarjeta en el sobre, cerro la caja y se dirigio al ascensor. No importaba lo que ocurriera al dia siguiente, habia llegado el momento de disfrutar de la noche compartida.

Mientras se acercaba a la habitacion, respiro hondo y se esforzo por recobrar la tranquilidad. Sabia que su nerviosismo no era solo una cuestion de anticipacion. Si estaba temblando era porque, detras de esa puerta, ademas de aguardarle una noche de sexo desenfrenado, se encontraba el hombre que le habia robado el corazon.

Miro la caja de flores y asumio que Matt tenia un inmenso poder sobre ella. Era una sensacion agradable y fastidiosa al mismo tiempo. No podia permitir que la relacion entre ellos se convirtiera en algo mas que un fin de semana de buen sexo compartido. Por otra parte, como le habia mencionado a Kate, por mucho que le gustara, el no era su tipo. La semana siguiente, su amiga la ayudaria a encontrar un hombre que no fuese ni su companero de trabajo, ni su rival, ni alguien que atentase contra su independencia. Se convencio de que en poco tiempo encontraria a alguien mejor que Matt.

Volvio a respirar hondo, abrio la puerta y, al entrar en la habitacion, se quedo paralizada.

Matt estaba apoyado en el escritorio, con los tobillos cruzados de manera casual y los ojos cargados de deseo. Jilly se estremecio al verlo y tuvo que hacer un esfuerzo para poder seguir. Camino lentamente hacia el, deseando encontrar algo que contribuyera a aliviar la tension del momento. Se sentia mas vulnerable e incomoda que nunca.

Respiro hondo y se obligo a sonreir.

– Alguien me ha enviado flores -murmuro-. La tarjeta no tenia firma, asi que he pensado que tal vez podria tratarse del tipo de la habitacion 311…

Se interrumpio al ver la cama. Tenia petalos blancos desparramados sobre la manta verde. En la mesita de noche habia una bandeja de plata llena de uvas, fresas y platanos; dos copas de cristal y una botella de vino blanco dentro de un recipiente con hielo.

Antes de que pudiera decir nada, el se acerco a ella y dijo:

– Las flores son del tipo de la habitacion 312.

– ?Que es todo esto? -pregunto Jilly, senalando la cama.

– El postre. Como no pudimos tomarlo en el restaurante, he ordenado que no los trajeran aqui. Pense que te gustaria tomar algo en la cama.

Ella estaba fascinada con la idea. Sin embargo, no podia dejar de pensar en las consecuencias de la situacion.

– Te has tomado muchas molestias -comento.

– No me parece que sea una molestia ocuparme de que nuestra ultima noche sea memorable replico Matt.

– Creo que lo habria sido de todas formas.

– Es verdad -dijo el y sonrio-. Pero me gusta cuidar los detalles.

Jilly lo sabia muy bien. De hecho, una de las cosas que mas le preocupaban era que Matt siempre estuviera atento a los detalles. En parte, porque a veces se sentia invadida. Pero, sobre todo, porque adoraba que fuera tan romantico.

– ?Como sabes que me gustara lo que has preparado? elijo, mirando hacia la bandeja de frutas.

– Porque se lo que te gusta, Jilly -le susurro el al oido-. ?Quieres que te lo demuestre?

Jilly no estaba segura de haber asentido o no porque el atrevimiento de la pregunta y el deseo que emanaba de Matt la habian dejado inmovil. Sin duda habia hecho algun gesto afirmativo porque el le quito la caja de flores de las manos, la dejo en una silla y despues la abrazo por la cintura, le desato el pelo y, antes de que ella pudiera decir algo, comenzo a besarla con desesperacion. El calor y la avidez de la boca de Matt resultaban deliciosamente arrebatadores.

Jilly le rodeo el cuello con los brazos y se apreto contra el. Sintio la presion del pene erecto contra su estomago y las manos que bajaban por la espalda para acariciarle el trasero. Evidentemente, Matt sabia lo que le gustaba.

En aquel momento, la mujer noto como le subia la falda. Cuando la tela le llego a la altura de la pelvis, el interrumpio los besos y la miro. Ella le apoyo una mano en el pecho y pudo sentir que el corazon le latia a toda velocidad y que respiraba con un ritmo entrecortado. La hacia feliz saber que lo excitaba tanto.

Matt deslizo las manos por debajo de la chaqueta de Jilly y le tomo los pechos. Cerro los ojos durante unos segundos y luego la miro con intensidad.

– ?Tienes una minima idea de lo desesperado que me he sentido durante toda la cena? – pregunto-. Me desquiciaba pensar que no llevabas nada debajo de la falda y estabas al alcance de mi mano pero no podia tocarte.

Acto seguido, le levanto la prenda hasta la cintura y comenzo a acariciarle las nalgas con la yema de los dedos. Jilly estaba tan excitada, que ni siquiera podia responder.

– No podia pensar en otra cosa -continuo el-. Me moria por tocarte, lamerte, morderte…

Despues, Matt dio un paso adelante, la alzo en brazos y la recosto sobre la cama. Se arrodillo frente a ella y suplico:

– Abre las piernas, Jilly. Dejame tocarte y disfrutar de tu sabor.

Con el corazon a punto de estallar, ella separo las piernas. Lo observo excitarla con los dedos, acariciarla lentamente con movimientos que la impulsaban a arquear las caderas y a rogarle en silencio que siguiera. Sintio como le besaba, lamia y mordia la cara interior de los muslos. Se rindio al placer del momento y disfruto de la vision de su cabeza entre sus piernas, del roce de la barba contra la piel y de las cautivadoras caricias en el centro

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