la cualidad de la aspereza.

– Despues de desayunar, vamos a llamar a tu madre.

– Si, papa.

– Te vas a disculpar por haberte comportado asi con ella.

– Si, papa.

– Le has dado un susto de muerte. Ya eres mayor para saber lo que haces, Jessica. No tienes excusa. Ella besa el suelo por donde pasas y creo que eso es la mitad del problema. Se dice que el divorcio es un infierno para los ninos pero tu te has aprovechado. Has estado aprovechandote desde los tres anos. Y en cuanto a la ultima huelga de hambre…

Las palabras desagradaron a Bree, que no pudo evitar asomarse. Habia imaginado que Simon estaba rinendo a su hija y que su hija estaria pasando una adolescencia dificil.

Su hija tenia unos cuantos anos. Una nina mofletuda estaba sentada sobre la mesa de la cocina. Sus piernas se balanceaban mientras escuchaba con seriedad el sermon de su padre. Tenia los mismos rasgos y ojos que Simon, sin embargo, los suyos estaban ampliados por unas gafas de montura azul. Los cabellos de los dos eran iguales, de un color rubio arenoso. La nina lo llevaba en bucles que le llegaban hasta los hombros. Se calzaba con unas zapatillas de tenis de color naranja y sin cordoneras. Unos pantalones vaqueros y una blusa mal abotonada completaban el atuendo. Y, o Bree se equivocaba o se habia pintado los labios con un lapiz rosa brillante.

– Es el colmo. Vas a volver con tu madre, Jessica. No te puedes quedar conmigo.

– Claro que si -repuso la nina con paciencia-. Estoy aqui, ?verdad?

– Ya se que estas aqui pero eso no quiere decir que puedas quedarte.

– Seguro que si.

– Te repito que no.

– Seguro que si.

– Jessica…

– ?Quien es esa, papa?

Bree no habia querido entrar pero primero la nina le habia llamado la atencion y luego el estado de la cocina. La noche anterior, le habia parecido un paraiso para cualquier cocinero y habia estado limpia y ordenada. Tazas, platos y cascaras de huevo se apilaban en la encimera. Una mesa coagulada en el horno debia ser un intento de hacer bollos. Aparentemente, al fracasar el intento, Simon habia intentado hacer panqueques. El fregadero estaba lleno de algo quemado y bulboso y habia goterones de masa espesa por todo el suelo.

No era un pequeno lio, era todo un desastre, tan terrible que Bree tuvo tentaciones de echarse a reir. La tentacion desaparecio cuando Simon volvio la cabeza.

En aquel instante, Bree supo que su apasionado merodeador nocturno no tenia el menor recuerdo de su escapada. Igual que a un hombre lobo la luna menguante, la luz del dia no dejaba ningun recuerdo de sus actividades nocturnas en Simon. Volvia a ser el pez gordo de Wall Street que habia conocido, ceno intimidatorio incluido.

Simon se fijo en sus ropas arrugadas, en su pelo revuelto, en sus pies descalzos. Su mirada hablaba por si sola. Pensaba que ya se habria marchado. Sin embargo, al estudiar su cara penso en un fugitivo. El acoso brillaba en sus ojos rodeados de sombras. Estaba palido de fatiga. Quiza no habia comido. Bree se encontro preguntandose cuanto tiempo haria que no habia dormido bien. Solo el cielo sabia lo que habia sucedido pero no era dificil adivinar que Simon no era un hombre que le diera la bienvenida a los problemas o a las complicaciones. Y en aquel momento parecia tener mas que suficiente de ambas.

– ?Quien es, papa?

– La senorita Reynaud se perdio anoche en la tormenta.

– Y me ire ahora mismo -se apresuro a anadir ella-. Siempre que no tenga inconveniente. Pero necesito usar su…

– Adelante.

– Me gusta como hablas -le dijo Jessica.

Bree no pudo resistir el impulso de guinarle un ojo sin que Simon la viera.

– A mi tambien me gusta como hablas, «chere».

Sin embargo, no hubiera sido inteligente comenzar una conversacion. Se apresuro a pasar al bano bajo la mirada cenuda de unos ojos grises.

– Habla maravillosamente -le dijo Jessica a su padre.

– Es porque viene de otra parte del pais, por eso habla de un modo diferente -le alecciono su padre.

– ?De donde?

– De algun sitio del sur. No lo se. No nos importa. Pero no vas a conseguir que me distraiga, jovencita. Tu y yo…

– Me muero de hambre, papa.

Silencio.

– ?No hemos desayunado?

Mas silencio.

– ?Dios mio! -dijo el con un suspiro mas profundo que el viento del norte-. De acuerdo. Todavia quedan dos cajas mas de alimentos. De alguna manera nos las arreglamos para hacer algo comestible y luego llamare a tu madre.

– Si, papa.

Bree no pretendia escucharlos, naturalmente. Pero no era responsable de que la puerta tuviera un montante que estaba parcialmente abierto. Cuando abrio el grifo dejo de oir sus voces. Se aseo y rebusco en su bolso para maquillarse un poco. La rutina no le llevo mas de cinco minutos. Sin embargo decidio esperar diez.

– ?Ves este? Contiene vitaminas naturales y fibra. Hace que crezcas sana y fuerte. Pero el otro esta hecho a base de conservantes y asquerosos productos quimicos como sodio y, en cualquier caso, no tiene ningun valor alimenticio. La decision depende de ti, Jessica. No quiero influirte.

– Estupendo. Quiero Capitan Cracko.

Hubo un momento de silencio.

– ?Me has escuchado?

– Si, papa.

– No quieres Capitan Cracko.

– Has dicho que podria elegir. Lo has prometido.

– Yo no he prometido nada. Crei que tomarias la decision correcta.

– He tomado la decision correcta -repuso Jessica en el mismo tono pedante y razonable que su progenitor.

Bree sonrio. Sin embargo, cuando acabo de recoger sus cosas habia perdido la sonrisa. Simon parecia pensar insensatamente que podia hablarle a una nina de cuatro anos como si fuera un miembro del consejo de direccion. No decia mucho en favor de su conocimiento de los ninos. En realidad, Bree no lograba imaginarse como podia haber llegado a tener una hija. Hacia falta algo mas que desnudarse para el sexo, hacia falta emocion. Hasta ese momento ni siquiera le habia visto relajarse lo suficiente como para sonreir.

Excepto la noche anterior sobre las tres de la madrugada. Simon habia sido muy real, muy humano. Un hombre indefenso con ojos grises y tristes y una necesidad desesperada de encontrar a alguien a quien abrazar por las noches.

De pronto se dio cuenta de que ya no oia su conversacion. Salio y vio que la nina habia desaparecido aunque las huellas de su victoria permanecian sobre la mesa. Un tazon lleno de cereales Capitan Cracko se transformaba en engrudo a ojos vistas.

Simon estaba sentado en una silla completamente derrotado. Tenia los ojos cerrados y las piernas extendidas. En cuanto se dio cuenta de su presencia, abrio los ojos y se sento en una postura formal para bendecirla con una de sus miradas de censura.

– ?Se marcha ya? -pregunto con evidente alivio.

– Me gustaria mucho pagarle el alojamiento -dijo ella.

– Olvidelo.

– Es cierto, me siento un poco incomoda.

Ni siquiera era remotamente cierto. Parecia que un diablillo le ponia esas palabras en la boca.

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