Cathy suspiro. Por ahora, habian terminado, hasta que se encontrase de nuevo mirando el reloj y esperandolo. Se quito despacio el auricular y se acerco a la maquina del cafe. Como habia hecho todas las noches desde la primera vez que hablaron, repetiria aquella conversacion una y otra vez en la cabeza hasta casi haberla memorizado. Analizaria su voz, sus palabras y se diria que era bueno que se sintiera atraido por una mujer producto de su imaginacion.

Se sirvio el cafe y le anadio azucar, pero antes de volver a su asiento, se miro en el espejo de la pared.

No tenia ni idea de lo que Stone pensaria de ella, pero sabia lo que le habia dicho: que era rubia y que media un metro setenta y cinco, y el debia imaginarse a alguien a quien le sentara bien un pequeno bikini rojo. Mas fantasia que no hacia dano a nadie, y ella queria tener ese aspecto, pero no era capaz de conseguirlo.

La mujer del espejo tenia un pelo castano desvaido que le llegaba hasta mas alla de la mitad de la espalda, cuyos mechones delanteros le caian de vez en cuando sobre la cara. Vestia con vaqueros amplios y camisetas sueltas con la esperanza de que esa ropa ocultase los diez kilos que le sobraban, y no se habia puesto en su vida un bikini.

Bajo la mirada hasta su cafe. No tenia importancia, porque Stone no estaba interesado en ella como en una persona real. Lo que le gustaba era aquella Cathy de mentirijillas que ademas tenian una voz agradable al telefono. Stone tenia su propio mundo, y ella no debia ser ni siquiera una nota al pie en la historia de su vida.

Cuando volvio a ocupar su asiento y se coloco el auricular, miro el reloj. Menos de veinticuatro horas para volver a hablar con el.

Stone miro la hoja que tenia delante pero sin ver los numeros. El, que normalmente disfrutaba de una habilidad por encima de lo normal para concentrarse, estaba distraido.

Era esa hora del dia. Bueno, de la noche. Casi las doce. Casi la hora de llamar a Cathy.

Era curioso como una simple voz sin cuerpo habia llegado a formar parte de su vida. Durante los ultimos dos anos, ella habia sido su nexo de union con el mundo exterior y su unica companera. Solia acusarle de pasarse la vida encerrado, pero es que no tenia ni idea de cual era su verdadera situacion, o del hecho de que jamas salia de la prision que el mismo se habia construido. No podia saber que su risa, o que el sonido de su voz, sus historias imposibles sobre mundos empapados de sol y alegria eran las imagenes a las que el se aferraba y las unicas fantasias que se permitia.

Ni siquiera estaba seguro de como habia empezado su relacion. Siempre llamaba a ultima hora para recoger sus mensajes, hasta que un dia se dio cuenta de que siempre era la misma joven quien atendia sus llamadas. No podia recordar quien habia sido el primero en empezar a hablar, ni por que, pero sin darse cuenta, habia comenzado a esperar el tiempo que pasaban juntos.

Cathy… Era una mujer divertida y brillante, con una vida fantastica. ?Por que trabajaria en el turno de noche de un servicio de contestador? ?Quien seria en realidad? ?Se esconderia de algo o de alguien? ?Habria llegado alli huyendo de algo? Tenia la sensacion de que guardaba algun secreto. Incluso a veces sospechaba que sus historias no eran mas que entretenimientos, pero la verdad es que no le importaba. Le gustaba escucharla. Le hacia reir, y lo mimaba. Con ella, podia ser el mismo y no preocuparse de nada.

Porque no queria que supiera la verdad sobre el, nunca le hacia preguntas personales. Seria facil hacer que la investigaran; al fin y al cabo, tenia el personal para hacerlo y los medios tecnicos, pero seria juego sucio, asi que habia preferido aceptar lo que le dijera y dejarla en paz.

Dejo a un lado el informe y miro el reloj. Unos minutos mas. Habian pasado casi quince dias desde su viaje de fin de semana a Mexico, y tenia curiosidad por saber si habia planeado algun otro viaje. Temia que llegasen sus vacaciones, porque el tiempo parecia arrastrarse penosamente sin ella.

Se levanto y se acerco a la ventana. Habia un termo de cafe sobre la bandeja, junto con la cena que no habia tocado. A traves del cristal vio el jardin trasero de la casa iluminado delicadamente por las luces encastradas en el suelo. Mas alla, la oscuridad, y en la distancia, las luces de la pequena comunidad de Redondo Beach. Durante el dia, aquella estancia disfrutaba de una impresionante vista del Pacifico y de las playas del norte de la peninsula. Por la noche, el agua quedaba oscura e indefinida, aunque en el silencio podia oirse el batir de las olas contra las rocas de los acantilados.

Se sirvio una taza de cafe y volvio a la mesa. Ya era la hora. Marco el numero.

– Servicio de Contestador de la A a la Z -contesto.

– Hola, Cathy.

– ?Stone! -el evidente placer de su voz le hizo sonreir-. ?Como estas?

– Muy bien.

– ?Ya has ganado el millon de hoy?

– Casi.

No hablaban a menudo de su negocio. Ella sabia que se ocupaba de inversiones y propiedad inmobiliaria, pero eso era todo. El no queria darle detalles que pudieran despertar su curiosidad. Para ella, seria demasiado facil buscar informacion, y una vez supiera la verdad, todo habria terminado.

– ?Y tu, que tal?

– Como siempre. La senora Morrison ha ido hoy al medico, asi que tiene toda una lista de nuevos medicamentos. ?Recuerdas a la senora Morrison?

Stone se recosto en su sillon de piel.

– Si, esa senora mayor tan excentrica que quiere que la llames para recordarle a que hora debe tomarse las medicinas.

– Exacto. Una de las operadoras se ha pasado un par de horas con ella al telefono y despues con su medico. Sigo sin estar segura de si tenemos todo bien claro, pero… Afortunadamente durante el turno de noche solo hay que llamarla una vez, y ya lo he hecho.

– ?Ha llamado alguno de tus criminales para que lo saques de la carcel?

Ella se echo a reir, y como siempre, el sonido profundo y algo ronco de su risa le hizo sentir un escalofrio.

– Por ahora no, pero esos clientes suelen llamar mas tarde.

Hablaron de lo que habia hecho aquel dia, del paseo de Muffin por el parque y de una pelicula que habia visto. Despues discutieron sobre el proximo libro que iban a leer juntos. El queria una novela de espias, y ella la biografia de un cientifico famoso.

– Que aburrido -objeto el.

– ?Como puedes decir que es aburrido si no lo has leido?

– ?De verdad crees que los cientificos de codos raidos pueden llevar vidas interesantes?

– Generalizando, ?eh? Te advierto que yo tambien podria decirte algo sobre los tiburones de negocios que se dedican al saqueo y el pillaje de la economia.

Stone sonrio. Cathy tenia temperamento y, de vez en cuando, le gustaba pincharla porque ella siempre mordia el anzuelo.

– Yo no he saqueado en mi vida.

– No lo dudo. Simplemente pretendo decirte que las generalizaciones son peligrosas.

– Lo mismo que decir que todas las rubias son tontas.

– Exacto.

El cerro los ojos e intento imaginarsela.

– Tu eres rubia y no eres tonta, desde luego.

– Eso no me ha parecido un cumplido, asi que no te voy a dar las gracias.

Stone se rio.

– Esta bien, tu ganas. Leeremos la biografia, pero tiene que ser interesante.

– Te va a encantar -le prometio-. Ire a la libreria…

Un ruido estridente corto su frase. Stone se incorporo y sujeto con fuerza el auricular.

– Cathy, ?que ha sido eso?

– No lo se -apenas la oia por encima del ruido-. Creo que es la alarma de incendios. Espera.

Hubo un clic seguido de silencio. Stone se recordo que estaba en el piso septimo de un edificio cerrado, y que habia un equipo de seguridad vigilando las veinticuatro horas. No podia ocurrirle nada, pero sintio un nudo en la garganta.

En cuestion de un minuto, volvio a oir su voz.

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