una inyeccion y para hablar brevemente de lo que iba a suceder al dia siguiente. A primera hora de la manana, la operacion de la rodilla.

– No tienes que quedarte -le dijo a Stone cuando la enfermera se marcho-. Estoy segura de que tienes cosas que hacer. Cosas importantes.

– Ahora mismo, tu eres lo mas importante de mi vida.

Y volvio a tomar su mano. El contacto con el le hizo desear estar mas cerca.

– Todavia no me has dicho si te vas a quedar en mi casa -le recordo-. Di que si.

La inyeccion debia haber sido de algo bastante fuerte, porque sentia que iba perdiendo la claridad de pensamiento. Hablar le costaba bastante, pero cuando estaba a punto de cerrar los ojos, susurro:

– Si.

Dos dias despues, Cathy se encontraba en la parte trasera de una ambulancia.

– Tardaremos unos cuarenta minutos en llegar -le dijo el conductor mientras su ayudante revisaba las sujeciones de la camilla.

– No se preocupe -dijo ella, y sonrio.

– El senor Ward nos ha dicho que llevasemos una enfermera si usted cree que la puede necesitar.

– No es necesario.

En aquellos dos ultimos dias, el dolor de cabeza habia ido cediendo. El unico dolor intenso le venia de la rodilla, pero habiendola operado el dia anterior, cabia esperarlo asi. En la bolsa en que llevaba las escasas pertenencias de la noche del incendio, guardaba tambien una receta para los analgesicos. Segun el medico, la rehabilitacion comenzaria en unos dias. Todo iba segun el plan previsto.

El conductor cerro el porton de la ambulancia y los dos hombres subieron a la parte delantera mientras Cathy se agarraba a la barandilla de metal de la camilla, no por miedo a caerse sino para tocar algo real que pudiera confirmarle que todo aquello estaba ocurriendo de verdad. Que era cierto que abandonaba el hospital para ir a casa de Stone.

Aunque sonreia, sabia tambien que las lagrimas andaban al acecho. No estaba segura de si estaba viviendo un sueno o una pesadilla. El dia de la operacion, Stone se habia pasado a verla por la tarde, y recordaba haberse quedado dormida preguntandose si volveria a visitarla. Despues, al despertarse un momento en mitad de la noche, lo habia encontrado sentado al lado de la cama.

Habian hablado en la oscuridad, y por unos minutos, habia fingido que volvian a estar hablando por telefono. Pero no era igual. Para empezar, Stone le habia pedido la llave de su casa, lo cual era perfectamente logico. Alguien tenia que ir a recoger sus cosas, el correo y demas. Pero es que no le hacia ninguna gracia que viera donde vivia, o como era su casa, aunque intentase convencerse de que el hecho de que fuese pequena y vieja no importaba. La tenia siempre limpia y con el jardin arreglado.

Pero no era la limpieza o el orden lo que le preocupaba, se decia mientras la ambulancia tomaba direccion oeste en la autopista. Era ser pobre lo que la inquietaba. Le habia dicho a Stone que vivia en un moderno apartamento, en un lugar de moda. Una parte mas de su fantasia.

Habia intentado volver a hablar de aquel tema en varias ocasiones, pero el siempre le decia que no importaba. Pero tenia que importar. Stone tenia que despreciarla, aunque actuase de un modo que no lo parecia. Darle tantas vueltas a las cosas le estaba despertando dolor de cabeza, asi que decidio concentrarse en contemplar el paisaje.

Habian tomado direccion sur, y unos cuantos kilometros despues, la ambulancia abandono la autovia en direccion otra vez hacia el oeste.

El pulso se le acelero. Debian estar ya cerca. Stone le habia dicho que su casa tenia una magnifica vista del oceano, y ella nunca habia vivido tan cerca del agua. Quizas Stone tuviese razon. Quizas tuviera que considerar aquel cambio como unas vacaciones, una breve oportunidad para visitar un mundo radicalmente distinto al suyo.

Al cabo de unos cuantos kilometros mas, la carretera se estrecho y comenzo a ascender, hasta que sintio que la ambulancia se detenia. Por encima del hombro, vio una alta verja de hierro y oyo al conductor hablando por un portero automatico. Unos segundos mas tarde, las puertas se abrian lentamente y entraban en la propiedad.

Cathy se agacho para poder ver por la ventana lateral. La casa era enorme. Al menos tres plantas que mas parecian de un castillo que de una casa de verdad. La fachada era de piedra y las ventanas tenian formas distintas. La finca sobre la que se asentaba parecia no tener fin.

Siempre habia sabido que eran distintos, pero le asustaba ver hasta que punto. No era de extranar que tuviese servicio en aquella casa. Puede que hubiera cometido un error, penso, tragando saliva. ?Seria demasiado tarde para pedirle al conductor que la llevara a su pequena casa del valle?

Pero antes de que pudiera decidir, se detuvieron. El conductor abrio el porton y la miro primero a ella, y despues a la casa.

– Hay unas cuantas escaleras hasta la puerta principal, y seguro que unas cuantas mas en el interior.

– Puedo usar las muletas.

Habia practicado aquella manana, y aunque no se le daba demasiado bien, podria arreglarselas.

– No. Para eso he traido ayuda.

El ayudante en cuestion bajo tambien y juntos sacaron la camilla de la parte trasera y la hicieron avanzar sobre las ruedas hasta el primer peldano de la escalera. La puerta principal se abrio y una mujer de corta estatura salio.

Debia rondar los cincuenta y tantos anos, tenia el pelo entrecano y unos ojos oscuros como el carbon. Llevaba un vestido gris que quedaba a medio camino entre el uniforme de una enfermera y el de una criada, y unos comodos zapatos blancos.

– Senorita Eldridge -dijo, y sonrio-, soy Ula, el ama de llaves. Stone me dijo que llegaria hoy por la manana. Sea bienvenida -su sonrisa se desvanecio al mirar a los dos hombres-. Y ustedes tengan cuidado con ella, que ya lo ha pasado bastante mal; no se les vaya a caer ahora.

Los dos hombres intercambiaron una mirada exasperada. No era la primera vez que les hacian esa advertencia.

– Si, senora. No se preocupe.

– Por aqui, por favor.

Y les condujo al interior de la casa. Cathy recibio la impresion de un recibidor tan grande como el de un hotel, con suelos de marmol y altas puertas que conducian a otras partes de la casa, pero antes de que pudiera absorber nada, empezaron a subir la escalera y siguieron despues por un pasillo. Ula abrio una puerta y se hizo a un lado. Los hombres la siguieron.

Cathy fue depositada junto a una cama con baldaquino tamano reina. Apenas habia podido recuperarse de la impresion cuando los hombres la colocaron en la cama.

– Ahora traeremos sus cosas -dijo uno de ellos, y salieron de la habitacion.

Ula se acerco a la ventana y descorrio las gruesas cortinas. El sol lleno la enorme habitacion al instante. Desde la cama, Cathy podia ver un perfecto jardin, una esquina de algo que parecia una piscina y una vista increible del mar, que se extendia abarcando todo el horizonte. A la derecha quedaba una extension de tierra que debia ser Malibu.

– Es una vista preciosa, ?verdad? -comento Ula.

Cathy asintio. No sabia que decir.

– Stone me ha hablado del accidente -continuo Ula-. Ha tenido mucha suerte; segun el, podria haber sido mucho peor.

– Eso parece.

Ula se movio por la habitacion.

– Aqui estan la television y el video -le dijo, abriendo un armario instalado en la pared del fondo-. Tenemos antena parabolica, asi que puede ver todos los canales que quiera -camino a su izquierda-. El armario. Han traido ya sus cosas y las he colgado.

– Gracias.

Menos mal que Ula no habia abierto las puertas. No queria ver sus exiguas posesiones colgando en aquel enorme espacio. Ya se sentia bastante fuera de sitio.

– El bano -dijo, abriendo otra puerta, y Cathy pudo ver un suelo brillante y una ducha tan grande que cabria

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