felicidad.

Zara tenia la impresion de que los principes no parecian muy felices. Nada de esto era una sorpresa para ellos y todos habian sido muy amables. Sin embargo, sospechaba que su condicion de mujer la convertia en alguien casi invisible para ellos, lo cual era mucho mejor a tener que soportar una actitud hostil. Se preguntaba como tomaria Sabrina la noticia.

– Necesitaras un vestuario de princesa -comento el rey, con una sonrisa-. Y tierras, creo.

Zara se estremecio.

– No es necesario.

Hassan desestimo la negativa haciendo un ademan con la mano.

– Si, tierras. Tal vez, con petroleo. ?Eso te gustaria? Ademas, hay unas preciosas joyas que pertenecieron a mi madre y, como llevas su nombre, tienen que ser tuyas.

– Su Alteza…

– Preferiria que me llamaras padre -afirmo, con los ojos llenos de emocion -. Quizas no todavia, necesitamos conocemos mas. Pero en su momento…

– Yo…

Zara no pudo seguir y dejo escapar un sollozo. El rey Hassan era su padre, no solo una coincidencia de codigos geneticos y factores sanguineos. Por fin, tenia un padre.

Sentia que la cabeza le iba a estallar y que la habitacion daba vueltas a su alrededor. Por suerte, nadie se dio cuenta de su estado.

– No tienes que darme nada. No vine a buscarte por eso.

– Lo se, mi pequena -aseguro el, tomandole la barbilla-, Pero me hace feliz, asi que deberas ser indulgente con los deseos de un viejo. Eres mi hija y un miembro de la familia real. Es lo menos que te puedo dar, de lo contrario, seria un insulto para ti, para mi y para nuestra gente.

A Zara se le hizo un nudo en el estomago. Seguia sin poder digerir que tuvieran la costumbre de referirse al pueblo de Bahania como si fuese parte de sus propiedades.

Los siguientes minutos fueron algo confusos. Llegaron mas miembros del personal de palacio, algunos asistentes hablaban por telefono, otros traian bandejas con refrigerios y todo el mundo hacia preguntas. Los principes se habian marchado, pero Rafe se habia quedado en un rincon. Zara trataba de atender a todo. En un abrir y cerrar de ojos, tenia organizadas varias citas para renovar su guardarropa y definir su nueva imagen. Todo transcurria tan rapido que Zara tenia la sensacion de estar atrapada en un universo paralelo.

Cuando el trabajo estuvo terminado, Hassan la abrazo una vez mas y se marcho, llevandose a todo su sequito con el. Zara se quedo sentada, apenas podia respirar y estaba demasiado aturdida como para ponerse de pie. Una vez solos, Rafe se reunio con ella en el sofa.

– No parece que estes muy bien -dijo el.

– No imaginas como me siento. ?Esto va a ser siempre asi?

El asintio.

– El circo acaba de comenzar…

Zara se estremecio.

– ?Y sera muy malo?

– No lo se. Pero hazme un favor: no quiero que mi compania sea un problema para ti. Antes era tu guardaespaldas por capricho del rey. Era una medida de precaucion pero no algo necesario. Ahora es cuando realmente voy a empezar a ganarme el salario de verdad.

A ella no le gustaba como sonaba eso, pero era demasiado tarde para cambiar las cosas.

Zara trataba de parpadear con normalidad mientras el peluquero le cortaba el cabello. Mientras veia caer los mechones de pelo, sentia que su panico se habia incrementado de manera considerable.

– Estas aterrada -le dijo Sabrina, desde la silla de al lado-. Relajate.

– Para ti es facil decirlo.

Zara aun no se habia acostumbrado a las lentillas de contacto y no podia dejar de parpadear freneticamente. Fiona solia decirle que la belleza era dolorosa, pero jamas habia imaginado que podia llegar a ser tan incomoda.

En menos de cuarenta y ocho horas, todo habia cambiado. Dos dias atras, despues de que el rey se marchara, Sabrina habia ido a la habitacion de Zara con una secretaria y habian elaborado una agenda de citas y tareas para organizar los primeros dias en la vida de la nueva princesa de Bahania. Empezaron por ir a un oculista para cambiar las gafas por lentillas; luego, recorrieron varias tiendas de ropa. Zara apenas recordaba que habian comprado y que descartado porque Sabrina era quien se habia ocupado de elegir la mayoria de las cosas, desde los vestidos, hasta los trajes, los zapatos y los bolsos.

Zara acaricio el lino de los pantalones que habian comprado en la ultima tienda. Sabrina los habia combinado con una camisa de seda turquesa y unos mocasines a tono. Zara trataba de no pensar en cuanto habia costado todo. En teoria, como hija de un rey el precio no debia importarle; pero tambien era la hija de Fiona y su madre le habia ensenado a no malgastar el dinero para no tener que mendigar.

– No puedes evitar la conferencia de prensa – dijo Sabrina, sacando la agenda que llevaba a todas partes-. Llegado el caso, podemos limitar la asistencia y la cantidad de preguntas. Sin embargo, tendremos que organizar algunas entrevistas con las principales revistas del pais. Quiza uno o dos semanarios y varios mensuales. Eso bastara para satisfacer la curiosidad del publico, al menos por un tiempo.

Cuando el peluquero dejo las tijeras y agarro el secador de pelo, Zara estuvo a punto de caer presa del panico y de salir corriendo del lugar. El ruido del artefacto les impedia seguir con la charla asi que, mientras Sabrina seguia haciendo anotaciones en su agenda, ella aprovecho para echar un vistazo a la tienda. El salon principal estaba decorado en rojo y negro, con algunos detalles de blanco. El lujo que la rodeaba le hizo pensar que, seguramente, su peinado costaria mas de lo que habia gastado en comida el mes anterior. En cuanto el peluquero terminara su trabajo, Zara recibiria una clase de maquillaje. Solo entonces, podria regresar al palacio para descansar y prepararse para la conferencia de prensa de la manana siguiente.

Mientras sentia el aire caliente sobre su cabeza, penso en Cleo. Su hermana habria adorado la atencion y habria hecho que la situacion fuera mucho mas tolerable. Pero Cleo estaba de vuelta en Spokane y las veces en las que la habia llamado, siempre estaba distraida.

Tres horas mas tarde, Sabrina y ella tomaron una merienda en su habitacion. Docenas de bolsas y cajas llenaban la sala y las estanterias del bano estaban atestadas de cosmeticos y productos de peluqueria. Zara calculo que se pasaria toda la noche ordenando el lugar.

– La cuestion es que eres princesa. No puedes olvidar eso. Se que has crecido en una familia relativamente normal, pero ahora todo ha cambiado. Adonde vayas, estaras representando a Bahania. Un insulto o un desaire hacia ti, afecta a nuestra gente.

– Me cuesta acostumbrarme a esa idea -afirmo Zara-. No estoy segura de que los ciudadanos vayan a estar muy entusiasmados conmigo.

– Te adoraran -le aseguro su hermana-. Solo se tu misma. Pero necesitaras una secretaria -continuo Sabrina-. Creo que podria prestarte a la mia durante un par de meses, hasta que aprendas como funciona todo. Despues, podras contratar a quien quieras. Y, segun lo mucho que viajes, deberias pensar en la posibilidad de tener un ayudante personal que se ocupe de los detalles de tu equipaje, tu agenda y de cualquier cosa que necesites.

– Creo que preferiria ser la hija silenciosa de la que nadie sabe nada.

– Me temo que ya es demasiado tarde para eso – afirmo Sabrina, con ternura-. Mi padre le ha hablado de ti a todo el mundo.

Sabrina miro entonces su reloj y anadio:

– ?Que tarde se ha hecho! Kardal me va a matar.

– Lo dudo -dijo Zara y se puso de pie-. Te adora.

– El sentimiento es mutuo. ?Estaras bien? Me quedaria contigo, pero Kardal organizo una cena y tengo que acompanarlo.

– Estare bien. Ademas, ya has tenido demasiadas atenciones conmigo, ve a divertirte con tu marido.

Sabrina se levanto de su asiento y salio corriendo de la habitacion. Zara se sento en el sofa y cerro los punos para reprimir la necesidad de frotarse los ojos porque tenia las lentillas puestas.

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