tener una pequena charla con su asistente personal mas tarde.

– Ignoraremos el hecho de que Janis me ha pedido ayuda.

«Ojala eso fuera cierto», penso el, recostandose en su silla y frotandose las sienes.

– Podrias hacerlo por Katie -dijo su madre-. Es tan buena chica…

«Se me acelera el corazon con solo pensarlo», penso el con sorna.

– Katie y yo no nos caemos bien.

De eso hacia muchos anos, claro, pero Howard recordaba claramente aquella tarde de verano. Tina, su madre, se habia empenado en que la acompanara a ver a su mejor amiga. El habia aceptado, y se habia arrepentido en cuanto Katie lo habia mirado y habia suspirado con evidente desilusion.

En aquel entonces, era una chica muy decidida, a la que solo le interesaban los deportes y que, obviamente, lo despreciaba. El era un poco torpon, claro, y bastante raro, ademas, y nunca se le habia dado muy bien comunicarse con los demas. Pero ella se habia mostrado arisca y antipatica. Y ademas habia amenazado con darle una paliza. Y seguro que en aquel momento podria haberlo hecho.

– Puede que ahora las cosas sean distintas -dijo su madre-. Es encantadora.

– Aja.

Su madre se enderezo en la silla. Tina Kent era bajita, pero Howard sabia que era un error juzgarla por su tamano.

– ?Te acuerdas de hace diez anos, cuando tuve cancer de mama? -pregunto.

Howard refreno un grunido y asintio con la cabeza. «Esto no», penso. «Cualquier cosa, menos esto».

– Tu estabas en la universidad. Yo no queria que supieras lo grave que era, porque queria que te concentraras en tu master.

Fue en aquel programa donde desarrollo el software que habia hecho despegar a su compania y lo habia convertido en multimillonario en apenas tres anos.

– Mama… -comenzo a decir.

Ella levanto una mano.

– Cuando viniste a casa, estabas preocupado. Te prometi que me pondria bien -hizo una pausa, expectante.

– Y yo te dije que lo que quisieras, si te curabas -dijo el obedientemente.

– Yo cumpli mi promesa. Ahora te toca a ti cumplir la tuya. Vas a ir con Katie a esa boda. Pasaras cuatro dias en el hotel de Fool's Gold, y haras todo lo posible para que Katie se sienta como una princesa.

«Maldita sea». ?Por que no podia ser como algunos de sus amigos, que jamas hablaban con sus padres? ?Por que tenia que llevarse bien con su madre? Salvo por aquella obsesion con Katie McCormick, su madre era una mujer estupenda. Siempre habian podido hablar, y Howard valoraba mucho su opinion. Pero en aquel momento habria dado cualquier cosa por que sus relaciones se enfriaran un poco, aunque fuera fugazmente.

– Mama -comenzo a decir, y luego sacudio la cabeza. Eran cuatro dias. Seguro que podia sobrevivir-. Esta bien. Tu ganas.

Ella puso una amplia sonrisa.

– Bien. Cuando estuve enferma, Janis estuvo pendiente de mi sin faltar un solo dia. Me hace muy feliz poder hacer algo por ella al fin, aunque sea en una cosa tan pequena.

– Estas vendiendo a tu propio hijo. ?Que pensaran los vecinos?

– Que ya iba siendo hora de que tuvieras novia.

Capitulo 2

Katie esperaba, nerviosa, a la entrada del hotel Gold Rush. El hotel, construido en las montanas que se alzaban por encima de Fool's Gold, era una vieja y enorme casona cuyo estilo arquitectonico oscilaba entre el de un chale y un palacete Victoriano. Las vistas eran impresionantes, el restaurante de cinco estrellas y el servicio impecable. Habia boutiques de primera clase en el vestibulo y un balneario que tentaba a famosos de todo el mundo. Si aquella hubiera sido su boda, Katie habria preferido casarse en el pueblo, a orillas del lago, y celebrar el banquete en algun restaurante de la localidad. Su hermana, en cambio, siempre habia querido una boda fastuosa. Por eso iban a pasar cuatro dias alli.

Katie ya se habia registrado en el hotel, como el resto de su familia mas inmediata. Los que venian de fuera del pueblo llegarian en cualquier momento, y ella tenia que encontrar a Howie antes de que lo encontraran otros. Era esencial que coordinaran sus historias. Si no, no tendria sentido tenerlo alli todo el fin de semana.

Se le ocurrio por un segundo dejar al descubierto aquella trampa. Asi se libraria de Howie, pero se veria reducida al estatus de vieja solterona. Si, habia empezado un nuevo siglo. Si, las mujeres podian hacer de todo. Pero en el mundo de los McCormick, seguir soltera a los veintisiete anos no era solo una calamidad, sino tambien una verguenza.

– Pero tu eres periodista deportiva -diria otra vez su tia Tully-. ?No puedes cazar a un marido, con todos esos deportes que ves?

Ojala fuera tan sencillo. El problema era que, aunque le encantaban los deportes; la competicion, la busqueda de superacion, las pequenas singularidades que hacian interesante cada partido, los deportistas le gustaban menos. Tal vez fuera porque, gajes del oficio, solia verlos en sus peores momentos. Era como trabajar en la cocina de un restaurante. Despues, cenar fuera nunca volvia a ser lo mismo.

Un hombre alto y moreno entro en el vestibulo. Era tan guapo que la gente se volvia a mirarlo, y tenia un cuerpo a juego. Tenia los hombros anchos y las piernas largas, e iba pulcramente vestido con vaqueros y una camisa de rayas azules y aspecto suave. «Que mas quisiera yo», penso Katie con amargura, mirando mas alla del tio bueno con la esperanza de ver a aquel tipo torpon que estaba a punto de llegar tarde.

Howie se dedicaba a los ordenadores. Tal vez deberia haberle enviado un e-mail para recordarle su cita.

– ?Katie?

El desconocido alto y moreno se detuvo a su lado. Ella miro su boca firme, su mandibula fuerte y sus preciosos ojos verdes, ocultos tras unas gafas de montura plateada. Y se quedo boquiabierta. Lo noto, y a continuacion tuvo que hacer un esfuerzo por cerrarla. No podia ser. Era imposible. ?En que planeta pasaban esas cosas?

– ?Ho-howie?

El sonrio. Era una de esas sonrisas sexis y socarronas que hacian ronronear a cualquier mujer que hubiera alrededor.

– Jackson -dijo-. Ahora me llaman Jackson. Es mi segundo nombre.

«Tambien podrian llamarte 'bombon'», penso ella, aturdida, mientras intentaba fijarse en los cambios. Ahora era mas alto, mas musculoso, y hasta su pelo era perfecto.

– ?Ho-Howie? -repitio.

La sonrisa se convirtio en una risa suave.

– No he cambiado tanto.

Au contraire.

– Has, eh, crecido -logro decir ella, confiando en no parecer tan estupida como se sentia.

– Tu tambien.

Ella arrugo la nariz. No habia crecido precisamente. Seguia teniendo mas o menos la misma estatura que a los trece anos: en torno a un metro sesenta. La diferencia era que, desde entonces, habia perdido unos veinte kilos. Y habia descubierto como sacar partido a su cara mas bien corriente.

Y no es que se quejara, exactamente. Pero en una familia formada por personas muy altas, delgadas y atractivas, ella era como un retroceso a aquel linaje bajito y curvilineo que todos consideraban ya superado por su buena crianza.

– Si, bueno, por lo menos ya no estoy regordeta -dijo, pensando que no tenia sentido ignorar lo obvio.

Jackson la observo un momento.

– Tus ojos siguen siendo los mismos. Son bonitos. Me acordaba de su color.

– ?Porque te fulmine con la mirada? -pregunto ella.

– Aja. Me daba panico que fueras a darme una paliza.

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