Liz se incorporo.

– ?Los hemos perdido?

– Eso espero.

Siguieron conduciendo durante horas y cambiaron de vehiculo varias veces. Por fin, un poco antes de que anocheciera, entraron en una calle tranquila y David apreto el boton de un mando a control remoto. Despues espero a que la puerta de un garaje se abriera.

– ?Donde estamos? -le pregunto Liz.

– En un piso franco -respondio el-. No te preocupes. No nos han seguido.

– ?Como lo sabes?

– Porque un equipo de mis hombres nos ha estado siguiendo durante todo el tiempo. Ellos me habrian avisado si hubiera habido algun problema.

David entro en el garaje y cerro la puerta tras ellos. Ayudo a Liz a sacar a Natasha del coche y subieron al piso.

Liz se sorprendio al encontrar comida en la nevera, una cuna en uno de los dormitorios y jabon en el bano.

– Asi que la casa viene amueblada -dijo ella, con una despreocupacion que no sentia.

– De esta manera, todo es mas facil.

Natasha seguia llorando. Liz la saco de su silla y la tomo en brazos.

– Lo siento -le dijo al bebe-. Esto ha sido horrible para ti, pero ahora ya ha terminado. Estas a salvo, carino.

Ella vio como David se sacaba el telefono movil del bolsillo.

– Estamos a salvo, ?verdad?

El asintio.

– Por ahora si. Pero esto tiene que terminar.

– Me gusta ese plan -dijo ella y le dio un beso a la nina en la frente. Despues se volvio hacia David-. ?Y Sophia? ?Estara bien?

– Creo que si, pero voy a comprobarlo. Despues, llamare a casa.

– ?Adonde?

– A Portland. Quiero hablar con mi padre.

– De acuerdo. ?Por que?

– Porque no podemos continuar asi. A mi padre le deben unos cuantos favores.

– ?Que significa eso?

– Mi padre es un hombre poderoso y llevara este asunto a lo mas alto.

A ella se le encogio el estomago.

– ?Y quien esta en lo mas alto?

– El presidente.

Liz caminaba por el pasillo mientras David hacia unas cuantas llamadas. Despues de tomarse un biberon y un poco de papilla de cereales, Natasha se habia quedado dormida. Al menos, uno de ellos podia descansar. Liz tenia la sensacion de que nunca podria dormir tranquila de nuevo.

Casi una hora despues, David salio del pequeno estudio del piso y sonrio.

– Arreglado.

– ?Que quieres decir?

– El juez ha accedido a cambiar la vista definitiva a manana. Ya no tendras que esperar diez dias.

– Eso es estupendo -respondio ella, aliviada-. ?Y podre llevarmela a casa despues de la vista?

– En el vuelo de medianoche. Yo te llevare desde el juzgado hasta la embajada y despues, te marcharas.

Ella abrio la boca, pero la cerro sin decir nada. A casa. Sin David. Al pensarlo, le dolia el corazon.

Por supuesto que queria marcharse, pero no queria separarse de el. Habia cosas que queria saber. ?Estaba listo para volver a Estados Unidos? ?Sentia algo por ella? ?Habia sido su relacion resultado del peligro al que se habian enfrentado o era algo distinto? Los dos habian sentido algo cinco anos antes y para ella, aquel sentimiento seguia vivo, pero, ?estaba de acuerdo David?

– Nos gustaria utilizar la vista como trampa para atrapar a los hombres que te perseguian -le dijo el.

Ella tardo unos segundos en asimilar aquello.

– ?Quereis capturarlos?

– A todos los que sea posible -respondio David y se acerco a ella-. No tienes que hacerlo si no quieres, Liz. No voy a negarte que hay cierto riesgo. Pero si estas dispuesta a ayudar, te prometo que te protegere con mi vida.

En sus ojos oscuros brillaba el convencimiento, pero tambien habia algo mas. Una emocion que ella querria identificar como amor, pero no estaba segura. ?Que sentiria David por ella? ?Y que sentia ella por David?

– Confio en ti -le dijo.

El la beso.

– No lo lamentaras.

Las esperanzas que Liz hubiera tenido de pasar una velada romantica y tranquila con David se desvanecieron cuando aparecio el equipo que planearia la trampa. Ella preparo cafe y sandwiches y despues se sento en la reunion durante un rato. Sin embargo, finalmente no quiso oir mas y se retiro. Llevo la cuna de Natasha a la habitacion principal y se acurruco en la cama. Tenia los ojos hinchados del cansancio, pero parecia que no podia relajarse lo suficiente como para dormir.

Sin embargo, debio de conseguirlo, porque desperto a la madrugada del dia siguiente. Estaba lloviendo. Una vez mas, el tiempo encajaba perfectamente con su estado de animo.

El terror y la aprension le impidieron comer nada y cuando salieron hacia la vista, no podia dejar de temblar.

David no hablo apenas mientras conducia por Moscu. Ella sabia que habia coches siguiendolos para protegerlos y sabia que habria agentes de seguridad apostados por todo el edificio del juzgado. Tambien sabia donde estaba Ainsley y lo que estaba haciendo, pero aun asi, Liz no podia respirar con calma.

– ?Que tal estas? -le pregunto David.

Ella tuvo que tragar saliva antes de responder.

– Bien.

El se rio.

– Sigues sin saber mentir.

Habia muchas cosas que Liz queria decirle, pero aquel no era el momento. Se estaban jugando demasiado.

Llegaron a su destino mas pronto de lo que ella suponia. David la ayudo a sacar al bebe del coche y despues le paso el brazo por los hombros y la guio hacia la entrada principal. Ella tenia la sensacion de que habia miles de personas observandolos, esperando el momento preciso para atacar.

Cuando llegaron a la sala de la vista, Liz apenas podia respirar y caminaba con dificultad debido al temblor. Le parecia que el bebe que llevaba en brazos pesaba cientos de kilos.

Queria decirle a David que no podia continuar con aquello. No era capaz. Queria tirarse al suelo y acurrucarse. Sin embargo, siguio caminando hacia la mesa que habia al fondo de la sala.

Sus pasos resonaban en el silencio. Y en aquel mismo silencio, el percutor de la pistola que los apunto resono tambien, como un trueno.

– Denme la nina.

Liz asintio y extendio los brazos. El hombre intento agarrar el fardo, pero entonces Liz retrocedio y el bebe cayo y se golpeo contra el suelo. El hombre miro hacia abajo, horrorizado.

Todas las puertas de la sala se abrieron de repente.

– ?No se mueva! -dijo alguien en voz alta. Despues, grito algo en ruso. Liz penso que era la misma orden.

Los agentes entraron en la habitacion y el secuestrador dejo caer la pistola.

Mientras David la recogia, los agentes arrestaron a todo el mundo que estaba en la sala. Liz cayo de rodillas y aparto las mantas de la muneca que habia llevado entre los brazos.Al mismo tiempo, se saco del bolsillo de la

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