Parecia incomodo y tenia la mirada clavada en la puerta. De pronto, ella volvio a la realidad y se sintio avergonzada.

– Lo siento muchisimo -murmuro mientras se levantaba-. Dejaremos la reunion para otro momento, estare mucho mejor la proxima vez. Deja que consulte mi agenda y te llamare.

El agarro el pomo de la puerta y se detuvo.

– ?Estas segura de que estaras bien?

No, no estaba segura. No estaba segura de nada. Pero ese no era el problema de Raul.

Forzo una sonrisa.

– Estoy genial. En serio, marchate. Voy a llamar a un par de amigas y me desahogare con ellas.

– De acuerdo -el vacilo-. ?Tienes mi numero?

– Aja -no estaba segura de si lo tenia o no, pero estaba decidida a dejarlo marchar mientras aun le quedara un atomo de dignidad-. La proxima vez que me veas, sere absolutamente profesional. Lo juro.

– Gracias. Cuidate.

– Adios.

Y se marcho.

Cuando la puerta se cerro, ella se dejo caer en la silla y, despues de apoyar los brazos en la mesa, poso la cabeza sobre ellos e hizo todo lo que pudo por seguir respirando.

Crystal le habia dejado sus embriones y solo habia dos preguntas que importaban: ?Por que y que demonios se suponia que tenia que hacer ahora?

Raul llego a la Escuela Elemental Ronan poco despues de las dos. Aparco en el aparcamiento que habia junto al patio y no le extrano que el suyo fuera el unico Ferrari por alli. Le gustaban esa clase de juguetitos.

Antes de poder bajar del coche, su movil sono. Miro el reloj, aun tenia unos minutos antes de acudir a su cita, y vio el numero reflejado en la pantalla. Sonrio mientras contestaba.

– Hola, entrenador.

– Hola -dijo Hawk, su antiguo entrenador del instituto-. Hace tiempo que Nicole no sabe nada de ti y llamo para averiguar por que.

Raul se rio.

– La semana pasada hable con tu preciosa mujer, asi que se que no me llamas por eso.

– Me has pillado. Estoy vigilandote, asegurandome de que estas siguiendo adelante con tu vida.

Asi era Hawk, penso Raul con frustracion y aprecio a partes iguales.

– Has pasado por cosas malas -siguio diciendo el hombre-, pero no te regocijes en ello.

– No lo hago. Simplemente estoy ocupado.

– Le das demasiadas vueltas a las cosas. Te conozco. Buscate un objetivo, implicate personalmente en tu nuevo pueblo. Te distraera. No puedes cambiar lo que ha pasado.

El buen humor de Raul se disipo. Hawk tenia razon. El pasado no podia cambiarse. Los que se habian ido no volverian y eso era algo que no podia solucionarse ni con todo el dinero del mundo.

– No puedo olvidarlo -admitio.

– Tendras que hacerlo. Tal vez no hoy, pero pronto. Puedes recuperarte, Raul. Abrete a la gente.

Parecia imposible, pero llevaba casi veinte anos confiando en Hawk.

– Hare lo que pueda.

– Bien. Llama a Nicole.

– Lo hare.

Colgaron.

Raul se quedo unos segundos sentados dentro del coche pensando en lo que Hawk le habia dicho. Implicarse. Encontrar un objetivo. Lo que el otro hombre no sabia era lo mucho que el queria evitar todo eso. Implicarse era lo que habia causado el problema en un principio. La vida era mucho mas segura si la vivias desde la distancia.

Salio del coche y agarro la mochila que habia llevado. Siempre que visitaba una escuela, llevaba unos cuantos balones oficiales de la Liga Nacional y tarjetas firmadas de los jugadores. Eso ponia muy contentos a los ninos y por eso estaba alli. Para entretenerlos y motivarlos.

Se fijo en el edificio principal de la escuela. Era viejo, pero estaba bien conservado. Solia charlar con chavales de instituto, pero la directora y la maestra le habian insistido demasiado. Era nuevo en el pueblo y, ya que tenia pensado quedarse en Fool’s Gold de manera permanente, habia decidido que cederia y cooperaria.

Entro en el edificio y lo primero en lo que se fijo fue en que, a diferencia de las escuelas de las grandes ciudades que solia visitar, en esa no habia ni detector de metales ni guardias. Las puertas dobles estaban abiertas, los pasillos eran amplios y bien iluminados, las paredes libres de grafitis. Al igual que el resto de Fool’s Gold, la escuela era demasiado perfecta para ser verdad.

Siguio las indicaciones que lo conducian hasta el despacho principal y se vio en una gran zona abierta con un largo mostrador donde estaban los tipicos boletines de anuncios con folletos para fomentar la lectura y programas extra escolares. Una mujer de cabello oscuro estaba sentada en un escritorio tecleando algo en un viejo ordenador.

– Buenos dias -dijo el.

La mujer, que parecia estar cerca de los cuarenta, alzo la mirada. Se quedo boquiabierta, se levanto y sacudio las manos.

– Oh, vaya, estas aqui. ?Estas aqui! No puedo creerlo -corrio hacia el-. Hola, soy Rachel. Mi padre es un super fan tuyo. Se va a morir cuando le diga que te he conocido.

– Espero que no -dijo Raul con tono distendido mientras sacaba una tarjeta de la mochila y buscaba un boligrafo.

– ?Que?

– Que espero que no se muera.

Rachel se rio.

– No lo hara, pero se pondra celoso. Habia oido que vendrias y aqui estas. ?Esto es tan emocionante! Raul Moreno en nuestra escuela.

– ?Como se llama tu padre?

– Norm.

Firmo la tarjeta y se la dio.

– Puede que esto le ayude a llevar mejor la decepcion.

Ella tomo la tarjeta con sumo respeto y se llevo una mano al pecho.

– Muchas gracias. Es maravilloso -miro el reloj y suspiro-. Supongo que ahora tengo que llevarte a la clase de la senorita Miller.

– Si, creo que sera mejor que vaya a hablar con los ninos ya.

– Bien. Para eso estas aqui. Ha sido maravilloso conocerte.

– Lo mismo digo, Rachel.

Ella salio de detras del mostrador y fueron al pasillo. Mientras caminaban, la mujer le hablaba sobre el colegio y el pueblo a la vez que lo miraba con una mezcla de aprecio y flirteo. Estaba acostumbrado a eso, iba con su profesion, y hacia tiempo que habia aprendido a no tomarse tanta atencion demasiado en serio.

La clase de la senorita Miller se encontraba al final del pasillo. Rachel le abrio la puerta.

– Buena suerte -le dijo.

– Gracias.

Entro solo en el aula.

Habia alrededor de veinte ninos, todos mirandolo con los ojos como platos, mientras su profesora, una atractiva mujer de unos cuarenta anos, se sonrojaba.

– Oh, senor Moreno. No puedo darle las gracias lo suficiente por estar hoy con nosotros. Es muy emocionante.

Raul sonrio.

– Siempre me alegra charlar con los ninos -miro a toda la clase-. Buenos dias.

Unos cuantos alumnos lo saludaron mientras que otros parecian demasiado impactados y emocionados como para hablar. Por lo menos los chicos. La mayoria de las ninas no parecian en absoluto impresionadas.

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