casa.

Y, sorprendentemente, comenzaba a notar como iban mejorando sus huesos. Por el mero hecho de estar en casa, penso, sentada en medio de un enorme y espacioso cuarto de estar que en otro tiempo habia albergado a los bomberos. Un mes y medio atras, habia estado en ese mismo lugar, mirando hacia la calle, viendo a la gente pasar, hablar y reir. Viendo a la gente vivir. Adoraba estar alli, en medio de aquel caos tan organizado. Alli estaba en su lugar. Segura. Solas ella y Emily.

En aquel momento, recien llegada del hospital, estaba esperando a su enfermera y diciendose que se desharia de ella en cuanto fuera posible.

– Hola, mama -Emily se acerco por detras y le coloco un chal sobre los hombros.

Rachel ni siquiera se habia dado cuenta de que tenia frio, pero advirtio entonces que le temblaban los brazos y las piernas. Su cerebro todavia fallaba algunas veces y la horrorizaba su falta de control. La mano le temblaba cuando la posaba sobre el muslo y sus hombros se desplomaban, intensificando su dolor… Y eso que no llevaba sentada ni cinco minutos.

Para una mujer acostumbrada a correr un par de kilometros antes de desayunar, dedicar el resto del dia a trabajar y jugar al fronton por las tardes con su hija, la falta de energia era desmoralizadora.

Estaba tan desanimada que apenas podia soportarlo. Queria saltar, queria correr por su casa y ver cada una de aquellas habitaciones que habia conseguido hacer suyas. Queria subir al estudio y acariciar los lapices de colores y el papel en blanco. Queria dibujar, pintar, gritar… Queria hacer cualquier cosa que no fuera permanecer alli sentada, absolutamente impotente. La impotencia la hacia sentirse de nuevo como una nina.

Como esa nina que habia tenido dinero y toda clase de privilegios materiales. Que lo habia tenido todo, salvo la estabilidad y la seguridad que tanto significaban para ella. Su padre habia pasado toda su vida de adulto preocupado por sus empresas y ganando dinero. Pero en su vida no habia habido risas, y tampoco amor.

Melanie, la mayor de las dos hermanas, normalmente acaparaba toda la atencion de sus padres, dada su natural inclinacion a buscarse problemas. Aun asi, disfrutaba de aquella vida nomada y hacia amistades con facilidad, especialmente entre el sector masculino.

Rachel no. A medida que iban pasando los anos, se habia prometido a si misma que algun dia tendria su propio hogar y nunca se moveria de alli. Cuando estaba en el ultimo ano del instituto, su padre se habia mudado a South Village y, cuando Rachel se habia graduado, sus padres habian decidido que ya era hora de volver a mudarse.

Pero ella, cautivada por aquella ciudad, se habia quedado. Habia utilizado los contactos de su familia para conseguir trabajo como dibujante en uno de los diarios de la ciudad y por las noches estudiaba arte. El resto era historia.

Su dulce hogar.

– ?Mama? -Emily se arrodillo delante de ella-. Es normal que estes cansada. ?No te lo han dicho los medicos? El trayecto hasta casa ha supuesto un gran esfuerzo para ti.

– Si -Rachel sentia la urgente necesidad de tirar algo o de echarse a llorar.

Pero aunque su hija habia cambiado mucho, no queria hacer nada que pudiera afectarla.

– ?Quieres tumbarte un rato?

– Me gustaria no tener que volver a tumbarme jamas en mi vida.

Emily solto una carcajada.

– No te preocupes, dentro de nada estaras gritandome para que salga a jugar fuera de casa y deje de hacer deberes.

Rachel suspiro. Era lo unico que podia hacer.

– Estoy orgullosa de tus notas, Emily, pero eres demasiado joven para estudiar tanto.

– Me gusta estudiar.

– Pero…

Rachel fruncio el ceno como si la idea acabara de escaparsele de la cabeza. Frustrada, cerro los ojos e intento concentrarse, pero no sirvio de nada. No podia recordar lo que habia estado a punto de decir.

– De verdad lo odio. ?Como voy a gritarte si ni siquiera soy capaz de retener un pensamiento en mi cabeza?

– Sera cuestion de practicar -le aseguro Emily.

En ese momento sono el timbre de la puerta y la sonrisa de Emily se desvanecio. Su saludable rostro parecio apagarse mientras fijaba la mirada en la puerta.

– Es la enfermera -dijo Rachel mirando la puerta con una expresion que imaginaba identica a la de su hija.

– Llega muy pronto -Emily se mordisqueo una ya suficientemente roida una.

Desde luego, el grito tendria que esperar, porque Emily parecia mucho mas nerviosa que ella.

– Oh, carino, estare bien -tendria que estarlo-. Ademas, es algo temporal, ?recuerdas?

– Si, eh… yo que tu procuraria no olvidarlo.

Rachel necesitaba abrazar en aquel momento a su hija. Asi que se movio para hacer justo eso, pero el dolor que laceraba su cuerpo le recordo que no podia hacer nada al calor del momento. Mientras se reclinaba de nuevo en la silla, tomo aire y lo solto lentamente.

– ?Mama?

– Estoy bien -relativamente, por supuesto-. Acabemos cuanto antes con esto. Estoy segura de que Mel y tu habeis hecho un gran trabajo a la hora de seleccionar a la enfermera.

– Eh… probablemente este sea un buen momento para comentar que la tia Mel no ha tenido nada que ver con esto -Emily continuo mordiendose la una y mirando hacia la puerta con una curiosa mezcla de miedo y alegria-. Ella no lo sabe, nadie tiene ni idea…

El timbre volvio a sonar, seguido en aquella ocasion de tres golpes a la puerta.

Una enfermera impaciente. Magnifico.

Emily alzo la barbilla y se dirigio hacia la puerta. Pero a medio camino se detuvo. Rapida como una bala, corrio de nuevo hacia Rachel, le dio un beso en la mejilla y le dirigio una temblorosa sonrisa.

– Lo siento, ?de acuerdo? -se dirigio a grandes zancadas hacia la puerta y la abrio.

En la puerta, con el hombro apoyado en el umbral y la cabeza inclinada mientras esperaba con una tension apenas contenida, estaba un hombre al que Rachel pensaba no volver a ver en su vida.

Ben Asher alzo la cabeza y busco sus ojos.

– Hola, Rachel.

Habia ido. Habia vuelto. Y, por increible que pareciera, en lo unico que Rachel podia pensar era en su falta de pelo. Alzo su debil y tembloroso brazo y busco la gorra que le servia para esconder su calvicie.

– Tu.

– Si, yo -Ben se enderezo y, sin que nadie lo invitara, entro en la casa y dejo caer la bolsa en el suelo. Despues, avanzo hasta Emily para darle un enorme abrazo.

– Hola, carino.

– Hola, papa -le devolvio el abrazo, se separo de el y sonrio.

Mas grande que la propia vida, Ben permanecia en el vestibulo, con las manos en las caderas y mirando con franca curiosidad aquella espaciosa habitacion con las paredes de ladrillo, los suelos de madera y una barra en el centro.

– Mama -Emily se humedecio los labios mientras miraba alternativamente a sus padres-. Yo le pedi a papa que viniera.

Ben miro a su hija arqueando una ceja y Rachel no pudo menos de preguntarse si Emily se lo habria pedido o se lo habria suplicado.

?Pero realmente importaba? Ben no habia ido hasta alli por ella, habia ido por Emily. Y el hecho de que, durante un fugaz y humillante segundo hubiera sido capaz de pensar otra cosa, era algo que estaba mas alla de su capacidad de comprension. Cerro los ojos, pero la imagen de Ben continuaba indeleblemente grabada en su cerebro. Era tan igual, pero al mismo tiempo tan distinto a como lo recordaba que, sencillamente, se habia quedado sin respiracion.

Ben siempre tenia un efecto identico en ella cuando Rachel tenia diecisiete anos y el era todo su mundo. Dios, ?de verdad habia sido tan joven? Hasta entonces pensaba que el dolor no podia ser peor, pero le bastaba mirar a Ben para sentir que no era mas que un barril de polvora a punto de explotar.

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