Capitulo 9

Farran asio las flores con fuerza e intento recobrar la compostura, pero estaba tan atonita por ver a Stallard que no lo consiguio.

– ?En donde esta… Nona? -inquirio casi sin aliento.

Sintio miedo por la anciana cuando, a modo de contestacion, Stallard la tomo de la mano para hacerla entrar en la casa. Farran supuso que todavia debia estar demasiado perpleja, puesto que acepto la ayuda. Pero el la siguio tomando del brazo para conducirla a la sala de estar y Farran temio aun mas que Nona estuviera enferma.

– ?En donde esta? -cuestiono, soltandose de el al percatarse de que Nona no se encontraba en la sala de estar.

– En este preciso momento -Stallard la miro con fijeza a los ojos-, yo diria que esta jugando con alegria al bridge -Farran abrio mucho los ojos y el prosiguio-: Creo que me llamara como en tres horas, cuando quiera que vaya a buscarla para traerla a casa.

– Pero… pero -Farran meneo la cabeza como si esperara que al hacerlo se le aclararan las ideas-. Pero Nona me esta esperando.

– Correccion -senalo Stallard, confundiendola mas que nunca-. Yo te estaba esperando.

– ?Tu…? -de pronto su cerebro empezo a funcionar y se percato de que, si Stallard hubiera estado en el extranjero, no habria tenido tiempo de regresar tan rapido al enterarse de que Nona estuviera enferma-. Se supone que estas fuera del pais -acuso Farran con frialdad, al recobrarse un poco de la impresion.

– Como puedes ver, no lo estoy -la miro de frente-. Puedo preguntarte, Farran, ?por que te negaste a venir a ver a Nona hasta que ella te dijo que yo estaba de viaje?

Farran aparto la vista y trato de recordar la charla que sostuvo con Nona.

– Yo… -por fortuna, la rabia la ayudo-. Tu no tienes nada que ver en esto -vio que se tensaba y su silencio la forzo a continuar-: Puede que no lo creas -intento hablar con el tono de la maxima indiferencia-, pero quiero a Nona y…

– Entonces, ?por que, ya que la quieres, huiste de su lado como lo hiciste?

– ?Acaso debi quedarme para que me insultaras? -exploto Farran y de inmediato lamento sus palabras.

Pero era demasiado tarde para culparlo a el de hacerla enojar, o a si misma por perder el control, pues Stallard la miraba con gran detenimiento.

– Entonces estas de acuerdo en que yo tengo parte en esto, ?verdad? -la pregunta fue hecha con lentitud.

– Estoy de acuerdo en que, desde mi punto de vista, parece que Nona y tu me han puesto una trampa -replico Farran con mucha tension-. Aunque no entiendo por que se tomaron la molestia. Aunque no me importan sus motivos -anadio con rapidez al ver que Stallard iba a interrumpirla. Se dirigia a la puerta, cuando se percato de que todavia tenia las flores en la mano-. Ten, tu daselas a Nona, con mis felicitaciones.

– Daselas tu misma -rugio Stallard y en un segundo se interpuso entre la puerta y Farran, impidiendole la salida a esta con gran eficacia.

– Si crees que permanecere aqui durante tres horas mas, te equivocas -Farran se nego a ser intimidada por la apariencia hostil y agresiva de Stallard-. Quitate de mi camino -las palabras salieron a borbotones de su boca-, tengo que tomar un tren -ese pensamiento trajo otro y, nerviosa, ya no pudo dejar de hablar-. Toma tambien las llaves de tu auto -hurgo en su bolso de mano-. Nunca tuve la intencion de conservar el auto, asi que pudiste haberte ahorrado la llamada de ayer…

– No te llame ayer por el maldito auto -interrumpio Stallard con rabia, pues le parecio que solo asi podia hacerla callar-. Vaya ?que…?

– Casi me enganas -rugio la chica, con el deseo de que se alejara de la puerta; no obstante se sentia demasiado nerviosa para acercarse mas y forzarlo a apartarse.

Fue extrano pero, aunque ella era la que estaba nerviosa, vio como Stallard inhalaba hondo, para calmarse. Despues de un momento hablo con una voz mucho mas calmada y tranquila.

– Me he enganado a mi mismo durante mucho tiempo… asi que no me sorprende que tambien te haya enganado a ti.

Farran no sabia que pensar al respecto y se mantuvo inmovil, en espera de que el aclarara su declaracion.

Mas, al oir de nuevo a Stallard, ya no estuvo tan segura de desear una aclaracion.

– ?Vamos a sentarnos? Estoy seguro de que estaras mucho mas comoda…

Antes de que ella pudiera hacer o decir algo, Stallard tomo las llaves del auto y las flores y las puso en una mesa. Despues, hizo el intento de tomarla por el codo, pero Farran respingo y fue a sentarse en una silla de la sala de estar.

Creyo verlo sonreir cuando ella cayo en la silla con la expresion de que quiza seria una buena idea sentarse durante un momento. Al levantar la vista, lo vio sentarse con mucha seriedad.

Sin embargo, cuando Stallard empezo a hablar, no explico por que dijo que se 'engano a si mismo', sino que hablo con mucha naturalidad.

– Fue una fuerte impresion la que recibi el lunes, cuando volvi de dar un paseo a pie con la intencion de considerar ciertas cosas bajo una nueva perspectiva, al descubrir que el auto ya no estaba estacionado frente a la casa y…

– Te he traido el auto de vuelta -le recordo Farran con rigidez mientras caia en la cuenta de que, mientras ella bajaba sus maletas, Stallard no veia television con Nona en la sala de estar, sino que habia ido a pasear.

– Por favor, no menciones mas ese maldito coche -pidio Stallard-. Como iba diciendo antes de que interrumpieras -prosiguio con frialdad, ignorando la mirada de rabia de la joven-, fue una fuerte impresion darme cuenta de que te habias marchado. Una impresion aun mas fuerte por el hecho de que te marcharas sin pensar que arriesgabas la herencia por la cual trabajabas…

– No me importa la herencia -interrumpio Farran de nuevo.

Esa vez, Stallard no le pidio que guardara silencio sino que casi la mato de un infarto al senalar:

– Cierto, nunca te importo a ti.

– ?Como…? -lo miro con fijeza-. ?Como lo sabes? -interrogo.

– ?Acaso crees que estoy ciego? -replico a su vez y, como la chica no dijo palabra, continuo-: No hubo nada mercenario ni premeditado en tu manera de trabajar aqui, desde un principio -senalo-. No tenias por que limpiar la casa… no te contrate para eso y de todos modos…

– ?Diablos! -exclamo Farran. La molestaba que, ademas de todo lo que pensaba de ella, la considerara apta para vivir en una pocilga-. Sabes, aun a las mujeres que van en busca de un pez mas gordo les molesta la condicion en la que se halle el lugar en donde van a vivir.

De inmediato, Farran se arrepintio de haberlo dicho y de haberle recordado el comentario de Stallard, de que ella estaba en busca de un pez mas gordo al referirse a Tad Richards.

Pero, aun cuando ella queria enojarse con Stallard, este la dejo pasmada al hablar con inconfundible sinceridad.

– Si me lo permites, te ofrezco una disculpa, no solo por ese comentario vil, sino por todos los comentarios que te he hecho y que te han herido.

Farran estuvo a punto de decirle que en ese caso se estarian alli unos cuantos siglos. Pero, a tiempo, se percato de que eso le indicaria a Stallard que si tenia el poder de lastimarla.

– Asi que -musito despues de un momento de reflexion-, ?ya no crees que regrese a Inglaterra desde Hong Kong con la sola intencion de pedir la tercera parte de la herencia que dejo la tia Hetty?

– No tienes ni un gramo de avaricia en el cuerpo -de nuevo, Stallard la impresiono al hacer una afirmacion tan categorica. Pero se torno sombrio al preguntar con dureza-: ?Sigues enamorada de el?

– ?De quien? -bromeo con fastidio.

– Del hombre del que huiste en Hong Kong. Ottley, el hombre que tanto te deprimio el dia del funeral de la senorita Newbold, lo cual yo, con mi sabiduria superior -se encogio de hombros para burlarse de si mismo-, mal interprete como una muestra fingida de dolor por la mujer a quien nunca te molestaste en visitar en el tiempo en que yo la conoci.

– Yo… -Farran se sintio debil en su interior. Mas, con premura, anadio con frialdad-: No es asunto de tu

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