– Bueno, pero, en esta ocasion, compra las de ciento diez horas de duracion. Las que compraste la vez anterior se consumieron demasiado rapido.

Si su madre hubiera tenido la mas remota idea de la angustia que le producian sus constantes visitas a la tumba, no se lo habria dicho como si el que las velas hubiesen durado menos de lo que debian dependiese de una suerte de tacaneria por su parte. Ella compraria encantada velas que ardiesen toda la vida, si las hubiera. Pero no era asi. Solo las vendian de ciento diez horas, como maximo. Y desde que su madre vendio el coche -pues ya no se atrevia a conducir-, Monika no tenia otra mision que llevarla siempre al cementerio a encender nuevas velas en cuanto se consumian las anteriores.

Hacia veintitres anos. Ya llevaba muerto mas tiempo del que habia vivido. Aun asi, el ocupaba la mayor parte del espacio.

Ocupaba todo el espacio.

Habia un par de coches en el aparcamiento, pero el cementerio parecia desierto.

MI hijo querido

Lars

*1965+1982

No conseguia acostumbrarse: su nombre en una lapida. Su nombre debia figurar el primero en la lista de resultados de alguna competicion deportiva; en algun articulo de prensa sobre las principales jovenes promesas del hockey. Cuando no lograse impresionar a la gente de otro modo, habria podido hacerlo diciendo que era la hermana pequena de Lasse Lundvall. Aquel ano habria cumplido cuarenta pero, para ella, seguia siendo su hermano dos anos mayor, aquel al que admiraban los amigos, al que perseguian las chicas, el que triunfaba en todo aquello que emprendia.

El orgullo de su madre.

Monika se preguntaba como habria sido todo si su padre se hubiese quedado con ellos y los hubiese acompanado a lo largo de los anos. Si no hubiese abandonado a la familia cuando su madre estaba embarazada de ella y le hubiese ahorrado tantos anos de soledad. Monika no llego a conocerlo nunca. Alguna vez, en la adolescencia, le escribio una carta a la que el respondio de forma breve e impersonal, pero los planes de concertar una cita para verse quedaron en nada. A ella le habria gustado que el hubiese mostrado mas interes, que hubiera sido el quien promoviese un encuentro. Pero no lo hizo, y el orgullo pudo con ella. Ni hablar, ella no pensaba mostrarse anhelante. Despues pasaron los anos y el volvio a apartarse.

Como era de esperar, la vela se habia consumido y no le paso inadvertido el enojo de su madre ante la idea de que la tumba hubiese estado a oscuras. La mujer se apresuro a sacar las cerillas del bolsillo, ahueco la mano para proteger la vacilante llama y encendio otra vela. ?Cuantas veces no habia visto a su madre, en aquel mismo lugar, frotar la cerilla contra el rascador, observar como crecia la llama en el recipiente de plastico hasta que, por fin, se alargaba en busca de la mecha! ?No se le ocurrio nunca pensar que todo empezo precisamente con una llama tan pequena como aquella? ?Que ese fue el origen de la desolacion? Aun asi, alli iba, eternamente, a encender la vela en cuanto se sofocaba la llama. Como si quisiera que ardiese sobre la tumba en senal de triunfo sobre su victima.

Volvieron al coche. Su madre le dio la espalda a la tumba con un ultimo suspiro y echo a andar. Monika se quedo un rato mas, leyo su nombre por enesima vez, invadida del habitual sentimiento de impotencia. ?Que hace una hermana con la oportunidad de vivir la vida, cuando el hermano que parecia tener las mejores expectativas la habia perdido? ?Que requisitos debia satisfacer para hacerse merecedora? ?Para justificar el hecho de seguir viviendo?

– Te vienes conmigo a casa a comer algo, ?no?

– Hoy no puedo.

– ?Y que tienes que hacer?

– He quedado con una amiga para cenar.

– ?Otra vez? Ultimamente tengo la impresion de que sales todos los dias. No creo que puedas hacer bien tu trabajo si andas siempre por ahi durante la semana.

A veces lo sonaba. Otras veces se lo imaginaba despierta. Una valla muy alta, totalmente blanca, con una verja negra de hierro forjado. Una verja cerrada, que solo se abria cuando ella daba su beneplacito.

– ?Con quien has quedado?

– No la conoces.

– Vaya.

Ya en el coche, Monika cerro los ojos un instante. Aun no habia podido decirle nada sobre el curso al que iba a asistir la semana siguiente, y ahora era demasiado tarde. Imposible ir a encender ninguna vela sobre la tumba, a menos que su madre tomase el autobus, una opcion que no se animaba a comunicarle una vez que la mujer habia perdido el buen humor.

Monika encendio el intermitente y se puso en marcha. Su madre iba con la cabeza vuelta, mirando por la ventanilla.

Monika la observaba de reojo.

– El dia 23 doy una conferencia en la biblioteca sobre el fondo de beneficencia que tenemos en la clinica. Si quieres puedes asistir, podria recogerte antes.

Se hizo un breve silencio, cuando aun, quiza… Figurate si, por una vez.

Una sola.

– Pues…, no se.

Una sola.

El resto del trayecto no cruzaron una palabra. Monika freno y se detuvo con el motor en marcha ante la subida al garaje. Su madre abrio la puerta del coche y salio.

– Habia comprado pollo.

Monika se quedo mirando su figura hasta que desaparecio al entrar en la casa. Entonces se recosto en el reposacabezas e intento recrear en su mente el semblante de Thomas. Gracias a Dios que el existia, que habia ido a dar justo con el. Sus ojos calidos la miraban como nadie nunca la habia mirado hasta entonces; sus manos la habian hecho experimentar algo parecido a la paz. El no tenia ni idea de lo importante que era para ella, ?como iba a saberlo, si en realidad ella jamas utilizo las palabras adecuadas?

Lo cierto era que el se habia convertido en una condicion indispensable.

Pero la sola idea de haberle permitido cobrar tanta importancia para ella la tenia totalmente aterrada.

2

Fue pura casualidad que ella lo viera y, en el fondo, merito de Saba. Alguno de los trabajadores de los servicios sociales habia atornillado la cesta que colgaba de la puerta, justo debajo de la ranura para el correo, y a ella le resultaba del todo inexplicable que se hubiesen tomado la molestia y el tiempo necesario para hacer algo asi. Comprendia que era para que ella misma alcanzase a coger el correo, pero puesto que nunca recibia ninguno, aquello era malgastar el valioso dinero publico. Con tanto como ahora economizaban en todo… Claro que en alguna ocasion recibia una notificacion del banco y cosas asi, pero la urgencia de esas cartas no justificaba el coste de aquel montaje. Tampoco le interesaban los periodicos, bastantes desgracias veia por las noches en las noticias de television. Ella preferia reservar el dinero de su pension para otras cosas. Para cosas que se podian comer.

En cualquier caso, ahora habia una carta en la cesta.

Una carta en un sobre blanco con el texto manuscrito en el espacio para la direccion del destinatario.

Saba se sento ante la puerta con la lengua fuera, a contemplar a aquel intruso de color blanco, tal vez porque exhalaba un aroma solo perceptible para sus finos sentidos.

Tenia las gafas en la mesa de la sala de estar y se planteo un instante si merecia la pena sentarse en el

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