El cargador estaba en la bolsa de viaje. Lo conecto en la toma de corriente de 220 y camino hasta la mesita de noche para realizar la llamada desde el telefono del hotel. Siguio las instrucciones, marco el cero y despues el numero del arqueologo.

La senal zumbo al otro lado de la linea.

Media docena de veces antes de que saltara el buzon de voz.

Parco en palabras pero muy expresivo: «Dejame tu mensaje. Hare lo posible por llamarte aunque no te prometo nada.»

No supo si dejarle ese mensaje o volver a intentarlo al concluir su bano.

Opto por lo primero.

– Gonzalo, soy yo, Georgina -hablo despacio-. Acabo de llegar a El Cairo. Estoy en el hotel Le Meridien Pyramids. Tengo el movil descargado pero en una hora estara operativo, aunque mejor me telefonea al hotel, suite 620. Voy a acostarme en diez minutos, pero puede llamarme cuando quiera, no importa que este dormida. Usted llameme, por favor. Espero que podamos vernos manana, ?verdad? Estoy realmente nerviosa por… Bueno, ya sabe. Nerviosa e impaciente. No deje de ponerse en contacto conmigo -no supo que mas agregar y se limito a despedirse con un laconico-: Gracias.

Dejo el auricular en la horquilla, porque se trataba de un telefono de corte antiguo, y regreso al bano, con el agua ya a media banera. No espero mas y se metio en ella, se sento sin hacer caso del ardor y quedo asi, con la barbilla apoyada en las rodillas y las manos abrazandose las piernas, pensativa. El nivel del agua fue subiendo hasta inyectarle el mismo calor en el resto del cuerpo. Entonces cerro el grifo y se estiro, apoyando la cabeza en el respaldo acolchado. La banera era grande, y tenia sistema de jacuzzi. No lo conecto por esta vez.

Se sumergio tambien en algo mucho mas profundo que el agua.

El silencio.

Con la mente milagrosamente en blanco.

Diez minutos despues, adormilada, supo que no resistiria mucho mas aquella bendicion, asi que se levanto, se seco frotandose piernas y brazos con energia y se dirigio a la cama sin ponerse siquiera un pijama.

Miro el telefono.

Suspiro.

Otros diez minutos mas tarde estaba dormida, con la luz encendida y el telefono pegado a su cara.

4

La desperto de nuevo el silencio. Abrio los ojos, como tantas otras veces, sin saber a ciencia cierta donde se encontraba. La luz encendida. La suite. El Cairo.

Penso en el jet lag y en sus malas pasadas. Por el sopor mental y el cansancio dedujo que apenas si llevaba dormida tres o cuatro horas. Cuando volvio la cabeza y vio la luz del dia filtrandose por la rendija de la ventana fruncio el ceno. Echarle un vistazo a la hora acabo de desconcertarla.

Las nueve de la manana.

Llevaba dormida trece horas.

Ininterrumpidas.

– Asombroso -gimio.

Se llevo una mano a la frente y busco indicios de fiebre. Estaba bien. Con su perfecta genetica, otra cosa si la habria sorprendido. Lo unico insoportable era el calor. Habia cerrado el aire acondicionado y despertaba empapada. Conto hasta diez, se incorporo haciendo un esfuerzo y lo conecto aunque fuese en su fase minima, para refrescar el ambiente. A continuacion camino hasta la ventana y corrio las cortinas primero y las viejas persianas despues, aunque por lo menos el mecanismo era electrico. La golpeo el sol de la manana cairota y la imagen placida de los jardines del hotel. La sufre no daba al exterior, sino al interior. La piscina era una esplendida mancha azul en el conjunto dominado por el verdor de las plantas. Ya habia dos nadadores impenitentes cruzando su geografia, y media docena de sillas y hamacas ocupadas por candidatos al ocio. Desde la sexta planta del Le Meridien Pyramids, la ultima, se divisaban a un lado las tres piramides de Giza bajo el cielo azul e impoluto de la capital egipcia. Habia elegido el hotel precisamente por estar delante de la ultima de las siete maravillas de la Anti guedad conservadas en el presente. Una imagen arrebatadora.

Trece horas, y probablemente si se acostaba de nuevo dormiria trece mas.

– ?Tan cansada estas? -se dijo.

Necesitaba un segundo bano para despejarse, aunque no como el de la noche anterior. Mas bien una ducha, y de agua fria. Fue hasta la banera y primero tuvo que vaciarla, porque se habia olvidado del detalle al salir de ella horas antes. Mientras se asomaba a su propio reflejo en el espejo se sintio diez anos mas vieja. Tenia ojeras, el pelo revuelto y aquella odiosa sensacion bucal de pastosidad, ademas de la cabeza vuelta del reves. Para vencerla se lavo los dientes, a fondo, y despues la cara, con agua fria. El ruido de la banera siendo devorada por el desague le disparo otro instinto en si misma: el de su estomago vacio. Un crujido alarmante. No ingeria alimento alguno desde el ultimo de los aviones tomados en su periplo, y no habia sido como para disparar cohetes gastronomicos. Antes de salir del cuarto de bano tomo uno de los albornoces de la estanteria de las toallas y se lo puso, porque necesitaba un poco de aire frio pero solia soportarlo mal y era mejor prevenir. Cubierta con el regreso a la cama y miro el telefono.

La lucecita de los mensajes estaba apagada. Aun asi quiso asegurarse y llamo a la centralita.

– Disculpe, ?he recibido alguna llamada en estas horas?

– No, no, senora, ninguna llamada para usted -le informo una correcta voz de mujer en un no menos correcto ingles.

Joa colgo.

?Cuando se ponian en marcha los arqueologos del Valle de los Reyes?

?Apareceria por el hotel Gonzalo Nieto prescindiendo de llamarla, para dejarla descansar mas?

?Por que…?

Hizo un gesto de preocupacion.

Recupero su telefono movil, ya cargado, y tras abrirlo marco el numero del hombre que la habia traido hasta alli en cuarenta y ocho horas, atravesando medio mundo en diferentes vuelos. Cuando lo aplico en su oido se repitio la misma cadencia que la noche pasada: escucho seis tonos antes de que apareciera el buzon de voz en la linea.

– Dejame tu mensaje. Hare lo posible por llamarte aunque no te prometo nada.

En esta ocasion fue mucho mas parca.

– Gonzalo, soy yo. Digame algo, por favor.

Corto y se quedo con el movil en la mano, pensativa.

Luego lo dejo en la cama y se incorporo de nuevo, para regresar al cuarto de bano.

Fue entonces cuando vio el sobre, a unos veinte centimetros de la base de la puerta. Un sobre echado a mano por la ranura inferior.

El mensaje del profesor.

No se molesto en razonar su precipitada observacion. Acudio al encuentro del sobre, lo recogio del suelo y lo rasgo por la solapa con ansiedad. En el exterior solo venia escrito el numero de su habitacion. Dentro habia una hoja de papel que extrajo con la misma premura.

Podia esperar cualquier cosa menos aquello.

5 PM

Adivino que el texto hacia referencia a una hora, post meridian: las cinco de la tarde o 17:00 horas.

El cartucho era otra historia. Aunque sabia que lo habia visto en alguna parte. Un cartucho egipcio, con un nombre.

Parpadeo.

El golpeteo en la puerta la arranco de su abstraccion y la asusto. El sobresalto hizo que mirara hacia ella con

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