Rosa Regas

Viaje a la luz del Cham

© 1995

I. El viaje.

En el aeropuerto de Madrid una senorita de Informacion me reprendio porque me empene en saber a que hora salia mi avion. Al facturar el equipaje en el mostrador de la Royal Jordanian me habian dicho que el vuelo salia a las 11, y asi constaba en mi tarjeta de embarque.

Habian transcurrido mas de dos horas sin que en la pantalla figurara la palabra Amman o Damasco.

Me dirigi a Informacion.

– Oiga, ?que quiere que le diga? Aqui no viene -dijo la empleada mirando su pantalla particular con la que parecia dialogar con mayor cordialidad.

– Sin embargo -insisti-, en mi tarjeta dice que el avion va a salir a las 11 y ya son las 11:30.

– ?Y a mi que me cuenta? -respondio de malos modos-. ?Que quiere? ?Que le ponga un avion para usted sola?

– Es una posibilidad -respondi procurando no perder la calma y recordando con nostalgia las epocas en que la gente que en Espana trabajaba de cara al publico era amable y alegre sin excepcion-. Disculpe, pero crei que estaba usted aqui para informar.

– ?No le digo que no viene?

Vaya a preguntar a las Lineas Aereas Jordanas.

– He pasado ya la frontera y no puedo salir otra vez.

– Esto no es culpa mia.

– No he venido a acusarla, senorita, sino a pedir informacion.

– Y yo le doy la informacion que hay. ?Que mas quiere que haga?

– Estaba furiosa, el pelo se le habia erizado y tenia las mejillas rojas como un tomate-. ?Anda ya! -anadio sin mirarme y se sumergio en los secretos tecnologicos de su ordenador.

Como no tenia otra cosa que hacer, quiza tambien para entretener mi desazon y borrar la afrenta que supone ese tipo de trato, y fiel al principio de que quien no protesta es carne de canon para la esclavitud, di la vuelta al mostrador circular, pedi a otra senorita una hoja de reclamacion y me sente en un banco a rellenarla y a contarle a un hipotetico responsable lo que me habia ocurrido con esa amable senorita que cobraba todos los meses un sueldo por dar informacion a los clientes.

– Perdone que la moleste.

Alguien se habia sentado a mi lado.

– He oido su altercado con la senorita. Yo tambien voy a Amman.

?Va usted por negocios?

– No, no. Yo no voy a Amman, voy a Damasco.

– ?Por turismo?

Tenia un leve acento que me fue imposible localizar. Era alto, y debia de tener entre cuarenta y cincuenta anos, llevaba bigote y los ojos a la fria luz de los neones parecian grises. Iba vestido con elegancia pero habia algo raro en su vestimenta: los pantalones y la americana pertenecian a trajes impecables aunque levemente distintos. Es un espia, pense, y le mire con aprension.

Unos dias antes habia cenado en Paris con Moannes, un amigo libanes que vivia en Francia desde hacia varios anos, para que me hablara de Siria. Vete con cuidado, me habia dicho, todos son espias, el guia lo es, y el camarero, y el barman, y el vendedor callejero.

?Que van a espiar?, me pregunte entonces, y sin darle mayor importancia imagine un elemental Circus arabe pululando sus miembros por el desierto romantico en busca de informacion secreta.

El caballero del aeropuerto insistio:

– ?Va por turismo?

– En cierta manera si.

– ?Esta en un grupo? -la pregunta que habrian de hacerme a todas horas durante el viaje los ‘maitres’ de los hoteles, los camareros, los guias de los museos, los espontaneos que me abordaron en la calle, las nuevas amistades.

– No -respondi sin dejar de escribir-. Voy a visitar el pais y a vivir en el durante unas semanas.

– Y pregunte a mi vez-: ?Es usted sirio?

– Soy palestino y vivo en Jordania.

– Habla muy bien el espanol.

– Mi abuela era espanola.

– Hubo una pausa, yo seguia escribiendo.

– Disculpe si la molesto otra vez, pero ?no cree usted que protestar por una bobada no es la mejor forma de comenzar un viaje?

Levante la vista hacia el que me miraba sonriente. Si, era cierto, tenia los ojos grises. Sonrei a mi vez:

– ?Que es lo que le hace suponer que necesito un consejo?

– En realidad nada -respondio sin inmutarse-, pero en cambio esta claro que precisa informacion: ha habido un error en las tarjetas de embarque, el vuelo de la Royal Jordanian no sale hasta las 13:20, llegaremos a Viena a las 15:30 de la tarde y a Amman a las 21:40, y lo mas probable es que usted no este en Damasco hasta las 12 de la noche. No es un retraso del vuelo, es que es su hora de salida, se lo aseguro. De ahi que no haya aparecido aun en la pantalla. Asi que nos queda todavia mas de una hora. ?Por que no tomamos un cafe?, o si lo prefiere - anadio con fingida turbacion-, hagame usted el honor de dejarme que yo la invite.

Ismail Kerak no era un espia.

Mas que en el cafe fue en el avion donde comence a conocerle aunque viajaba en primera y yo en turista.

Embarcamos, como el habia dicho, a las 12:30 y despegamos de Barajas a las 13:25, y cuando las luces se apagaron de nuevo despues de una breve escala en Viena, mientras yo contemplaba de soslayo sobre el ala del avion los definidos limites y los intensos colores de los campos, amarillos, verdes y ocres, de la Europa oriental, vino a sentarse a mi lado e hicimos juntos el viaje hasta Amman. Habia nacido en Haifa, Palestina, en 1941, donde su padre habia sido medico, y vivia en Jordania desde que la familia se vio obligada a abandonar el pais de sus antepasados en 1949, un ano despues de que las potencias occidentales, dijo, regalaran su pais a los sionistas y les autorizaran a constituirse en Estado en nombre de un dios que apenas es reconocido por una decima parte de la humanidad. Era medico neurologo y trabajaba en un hospital de Amman. Habia ido a Londres a un congreso y habia hecho escala en Madrid donde su madre tenia familia. Mas tarde hablo de Damasco y las informaciones que me dio vinieron a anadirse al exiguo bagaje con el que habia iniciado el viaje: unos cuantos libros, tres contactos previos, una guia inglesa de Siria de 1982, un mapa, una brujula, una linterna y el cuchillo suizo de mil usos que habia de perder sin utilizar a los pocos dias de mi llegada a Damasco.

– ?Por que llevas esa extrana impedimenta de espeleologo? -pregunto tuteandome de repente como si la vista de ese ridiculo cuchillo le hubiera dado, como en los doblajes de las peliculas espanolas el beso, la confianza suficiente para abandonar el usted.

Le dije que asi lo aconsejaba mi guia britanica y que Moannes, mi amigo libanes, me habia dicho que en Siria habia restricciones de luz.

– Es cierto, pero ?para que el cuchillo?

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