– ?Como voy a olvidarme? ??Como vas a pedirme eso?!

Diana cambio la expresion por una dureza nueva y, de pronto, ambas volvieron a ser dos adolescentes peleando por un par de zapatos.

– ?No me grites!

– Te grito porque no puedo creer que sigas siendo tan estupida. No cambiaste nada, Diana. Estas como hace veinte anos, la nena buena. ?Hasta cuando?

– Cosas mias.

– ?No me digas? ?Y te gusta esta vida de mierda que llevas?

– ?De que hablas?

– De las pocas ganas que pones en todo, del trabajo que no te gusta, de las ojeras que tenes, de la imbecilidad de andar prendida a una computadora…

En este punto, Diana abrio la boca como para devolver el ataque, pero las palabras quedaron atascadas en una mueca torpe.

– Si, no me mires con cara de yo no fui -siguio Gabriela en un galope verbal extenuante-. Lo de la maquina es por un tipo, ?no? ?O te pensas que naci ayer? ?Sabes que pienso? Que esta barbaro, que ojala te despiertes de una buena vez, que te saques esas telaranas que tuviste toda la vida. Pero no alcanza con la maquinita. Hay que verse, tocarse, olerse, ?entendes?

– Estas muy mal, Gaby.

– ??Mal?! ??Mal?! Estoy destruida, deshecha, no existo, estoy muerta. ?Y que? ?Vos estas mejor, acaso? A mi no vas a venderme esa mentira de la estabilidad, Diana. Yo me la paso por el culo. Tu estabilidad, tu orden, todo. ?Pura cobardia!

– ?Basta!

– Te moris de miedo. Estas cayendote a pedazos, pero te moris de miedo. Y yo no soy como vos. Yo soy imperfecta, un desastre, pero no me entrego. Todavia me queda algo de verguenza.

– ?Que queres decir?

– Sabes bien a que me refiero.

– Deci lo que tengas que decir.

– Que Nando te mete los cuernos hasta la medula, que se le nota a un kilometro, se le huele, y vos seguis jugando a la pelotuda. ?Que pensas? ?Que tus hijos no se dan cuenta?

Diana hubiera querido defenderse, pero sintio que la ira se disolvia en una baba de miedos y las palabras se volvian un aliento entrecortado. Gabriela recorria el camino inverso y se serenaba a medida que la otra iba perdiendo el control. Parecian dos ruinas de una ninez extraviada.

– No seas boba. Te lo digo por tu bien. ?No ves que estas desperdiciando lo mejor? Sos linda; estas para titular, no para suplente -cambio el tono grave por una voz que quiso ser graciosa-. Y mira que par de melones. Ya quisiera yo.

La broma de Gabriela distendio el ambiente y Diana dejo escapar una risita. Estuvieron unos segundos sin hablar, con la mente en blanco, tratando de regresar cada una de su viaje interior.

– ?Queres que suspenda lo de hoy?

– No. ?Por que?

– No se, como te sentis mal.

– Ya se me esta pasando y ni siquiera me tome el te.

– Te preparo otro.

– Voy yo. No quiero quedarme aqui todo el dia. ?Pensaste en la comida?

– Sencillita. Una picada y empanadas. Voy a comprar helado, por las dudas, pero seguro que Mercedes trae el postre. Nada de complicarse. ?Y vos? Tenes que estar despampanante.

Gabriela resoplo con suficiencia, se acomodo el corpino y puso cara de comehombres.

– Pobrecito el tal… ?como dijiste que se llama?

– Bruno.

– Pobrecito, Bruno. No sabe que mujeron lo espera -se llevo los dedos a la boca e hizo un gesto como si le estuvieran saliendo colmillos.

Diana penso que su hermana no tenia remedio.

– A veces -le dijo-, quisiera ser como vos.

– La despeino con una caricia y salio disparada hacia su cuarto porque llevaba mas de una hora sin consultar su casilla.

De: Diana

Para: Granuja

Enviado: sabado 26 de julio de 2003, 08:45

Asunto: Lo de ayer fue…

…perfecto. Supuse que conocia a Cortazar, pero nunca tanto como para contestarme como lo hizo. Siento que ahora si empezamos a sintonizar la misma frecuencia. Estoy casada y tengo tres hijos.

Diana

De: Granuja

Para: Diana

Enviado: sabado 26 de julio de 2003, 10:45

Asunto: por fin

Ahora entiendo, aunque todo era muy previsible, Diana. Creo que siempre supe que tenias una familia, pero me alegra que por fin me lo hayas dicho. No hay nada de que avergonzarse, son circunstancias de la vida. Yo estuve casado muchos anos y se lo que se siente cuando no hay motivos para levantarse. Ahora solamente busco eso, una razon mas fuerte que las obligaciones. Me hace muy feliz recibir tus mensajes. Los espero como un nino y tengo miedo de que un dia ya no esten. Perdoname las presiones.

G.

XV

La casa parecia lo bastante limpia como para recibir gente y lo bastante desordenada como para que nadie se sintiera inhibido de despatarrarse en un sillon. Asi les gustaba a Diana y a Nando. Era una de las tantas convenciones sobre las cuales se cimentaba su familia y una de las causas por las que les costaba desprenderse de aquellas estructuras sabidas de memoria sin las cuales se sentian perdidos. Incluso en las epocas tormentosas, cuando parecia resquebrajarse la paciencia y el vuelo de cualquier mosca era buena excusa para discutir, incluso entonces habia una intimidad familiar en la que nadie penetraba, ni siquiera los amantes de ocasion. Era un espacio preservado de los otros en torno al cual apretaban filas los cinco; una valla de seguridad dentro de la que podian moverse sin temor, o se trataba mas que de pequenos detalles, como la cantidad de azucar en el cafe, la temperatura de la sopa o el modo de planchar las camisas, pero constituian una forma de ser familiar que los unia con lazos mas poderosos que el mismo amor y les conferia una identidad sin la cual perdian sus referencias.

Diana pensaba mucho en esto cada vez que Nando fracasaba en ocultar sus amores prohibidos. Se cuestionaba hasta el hastio acerca de la etica y la dignidad; se preguntaba donde habia quedado su orgullo. Y cuando llegaba al limite de la tolerancia, cuando creia que esa seria la ultima vez, justo cuando comenzaba a delinear el discurso pomposo de la despedida, el miedo a perder los pequenos detalles de todos los dias le desinflaba las fuerzas y armaba el circo de excusas que ni siquiera intentaba creer.

Encendio las luces bajas de la sala y puso un florerito con clavelinas sobre la mesa ratona. Penso que reunirse alli seria mas acogedor y acerco unos almohadones por si alguien queria sentarse en el piso. Trajo unas velas gordas, color crema, y otras pequenas que dejo flotando en agua. Nando detestaba las velas, pero a ella le encantaba el efecto misterioso que producian, sobre todo despues de unas copas de vino. Se sento en el piso para

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