«Pero no antes que yo», me dije. Le conte tambien como Rhea habia traicionado a su hermano y huido con el collar.

Aquel era el momento de confundir la caceria y lo hice.

– Morgan me dijo que planeaban ir a Cayo Oeste porque alli tenian un amigo que podia llevarlos a Cuba. Estaba convencido de que Rhea se dirigia hacia alli cuando lo abandono.

Hess hizo una mueca.

– Cuba… Si ha ido alli la hemos perdido.

Los diarios comentaron largamente la muerte de Fel. Estaba seguro de que Rhea iba a leerlo, aunque no podia saber que Fel me habia contado lo de Spooky Jinx. Quiza no estuviera con el, pero tenia que probarlo de todos modos. Debia silenciarla. No habria futuro para mi a menos que ella estuviera muerta.

Aguarde hasta que termino el interrogatorio sobre la muerte de Fel y luego le dije a Hess que iba a ir a San Francisco a distraerme un poco. Me pidio que me mantuviera en contacto con el. Yo seria el testigo principal en caso de que engancharan a Rhea, pero su expresion me indico que tenia pocas esperanzas de encontrarla.

Antes de abandonar Paradise City en direccion a Luceville, llame a Claude, el sirviente de Sydney. Le pregunte si querria trabajar para mi ya que me mudaba al apartamento.

– Aprecio su ofrecimiento, senor Larry -me respondio- pero jamas podria trabajar para otro caballero despues de haberlo hecho para el senor Sydney. Pero si le sirve de algo intentare encontrar una persona adecuada para usted.

– No se moleste -le dije, y colgue.

Ser despreciado por un marica viejo y gordo me deprimio. Le hubiera pagado lo mismo que Sydney… ?Quien diablos se creia que era?

Pero despues de pensar un rato en ello, entendi su posicion. ?Por que iba a querer seguir trabajando? ?Acaso Sydney no le habia dejado una buena suma? Sin embargo, sabia que aquella no era la verdadera razon. Sabia que Claude me despreciaba por mudarme a la casa de Sydney… y yo comenzaba a despreciarme a mi mismo.

Tres dias despues del interrogatorio de Fel, subi al Buick y me dirigi a Luceville.

El dia anterior, habia ido a Miami a comprarme una vestimenta de hippy: una camisa floreada, un par de vaqueros y unas zapatillas negras. Despues, fui a una tienda de empeno y compre una 38 automatica especial con una caja de balas. Tambien compre una peluca, un cinturon ancho con una calavera como hebilla y una navaja de muelle.

De regreso a mi apartamento, prepare una solucion de tierra, aceite y agua con la tierra de las macetas de mi terraza y ensucie la camisa y los pantalones.

A unos treinta kilometros de Luceville, me detuve en un pequeno pueblo y aparque el Buick, luego, con el disfraz en una maleta, compre un destartalado Chevvy en una tienda de coches usados.

Me puse la ropa de hippy y la peluca en una playa solitaria. Hacia tres dias que no me afeitaba y, al verme en el espejo retrovisor del automovil, pense que ni Jenny me reconoceria aunque pasara por delante de ella.

Estaba dispuesto.

Me sente detras del volante y parti.

No sentia remordimientos por Fel Morgan. Estaba seguro de que me habria chantajeado durante el resto de mi vida. Tampoco me inquieta lo que planeaba hacer con Rhea si la encontraba… era mi vida o la suya.

Sin embargo, sabia que no iba a ser facil. Tal vez no estuviera con Spooky, aunque sospechaba lo contrario, y aunque estuviera tenia que atraparla y luego, matarla.

Atrapar y matar a Rhea seria tan dificil como atrapar y matar a un gato salvaje.

Pero tenia que hacerlo.

CAPITULO DIEZ

Llegue a Luceville cuando el reloj del Ayuntamiento daba las seis. Debido a la contaminacion y al polvo de cemento, conducia igual que los demas, con las luces de posicion encendidas. Senti nuevamente el polvo pegado en el cuello y me asalto una especie de nostalgia.

Para llegar a la casa de Spooky y sobre Lexington tenia que atravesar el centro de la ciudad y me quede colapsado en el trafico, entre el transito de la gente que regresaba a su casa.

Cuando pase por la calle donde Jenny tenia su despacho me pregunte si estaria en el sexto piso, con el cabello desordenado y sus formularios amarillos. Pero no era el momento de pensar en Jenny. Pensaria en ella cuando tuviera la seguridad de estar a salvo. Hasta entonces, ella debia ser solo como algo que uno desea con todas sus fuerzas pero no puede tener.

Deje el Chevvy en un aparcamiento cercano a Lexington. Cogi la bolsa, donde guardaba una camisa para cambiarme, mi maquina de afeitar y la 38 automatica y anduve por el barrio hasta llegar a la calle Lexington.

Habia oscurecido ya y las luces de la calle estaban encendidas. Exceptuando unos cuantos borrachos y unos muchachos de color jugando a la pelota, Lexington se encontraba desierta a aquellas horas.

Enfrente estaba el numero 245: el cuarto de Spooky quedaba en una ruinosa casa de alquiler de cuatro pisos. Dos chiquillos blancos con la nariz llena de mocos se sentaban en la escalera de la entrada. Con los punos apretados entre las rodillas y los hombros echados hacia delante, observaban la basura tirada en el suelo, que incluia un gato muerto. Sobre la puerta destartalada un cartel decia:

HABITACIONES-SE ALQUILA

Me parecio demasiado bueno para ser verdad. Hice una pausa para mirar al otro lado de la calle, al numero 245, luego empece a subir la escalera, esquivando a los dos chicos, que me miraron con aire de desconfianza. Entre en el vestibulo que olia a orina, a transpiracion rancia y a gatos.

Una vieja se escarbaba lo que le quedaba de dientes con un palillo. Su pelo parecia cola de raton por lo grasiento y sucio. Llevaba una bata acartonada por la mugre. No podia tener menos de ochenta anos, inclusive mas.

Me detuve ante ella, que me estudio desde la peluca hasta las zapatillas. Por su expresion despectiva, comprendi que no le gustaba demasiado lo que veia.

– ?Tiene una habitacion, dona? -pregunte, mientras apoyaba la bolsa en el suelo.

– No me llames dona -me contesto con voz ronca, llena de flema-. Para ti soy la senora Reynolds, y no lo olvides.

– Muy bien, senora Reynolds, ?tiene un cuarto?

– Doce dolares a la semana, pagados de antemano.

– Quisiera echarle un vistazo.

Sabia que nuestro dialogo pertenecia a una pelicula de clase B.

– Segundo piso, numero 5. La llave esta en la puerta.

Subi por los escalones crujientes sin tocar la barandilla, cubierta de suciedad. El numero 5 quedaba al final del oloroso pasillo.

El cuarto tenia unos tres metros cuadrados. Habia una cama, una mesa, dos sillas rectas, un armario y una alfombra raida. El papel proximo a la ventana se estaba despegando. Habia un banco grasiento con un hornillo de gas.

Deje la bolsa, baje la escalera y pague los doce dolares a la vieja. Despues, camine hasta un almacen italiano y compre alimentos para unos cuantos dias. Ademas de las distintas latas de comida, compre una botella de whisky. Despues, fui a una ferreteria y compre una olla pequena y una sarten.

Cuando regrese, la senora Reynolds seguia montando guardia en la entrada.

– ?Donde puedo lavarme? -le pregunte.

Me estudio, se rasco la axila izquierda y despues me contesto:

– Los banos publicos estan en la esquina. Hay un inodoro en cada piso. ?Que mas quieres?

Lleve las compras a mi cuarto, cerre la puerta con llave, deje todo sobre la mesa y examine la cama. Las sabanas estaban bastante limpias pero la colcha tenia manchas de aspecto sospechoso. Me pregunte cuando

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