– De hacerte sufrir.

– ?Y no me haria sufrir una mentira? -pregunto el, pero ahora confuso, ya no enfadado.

Ella volvio la palma de la mano hacia arriba, con tos dedos abiertos en un ademan que expresaba incertidumbre y tambien, curiosamente, esperanza.

– ?Que paso? -pregunto Giuliano. Como ella no respondia, insistio-: Por favor, zia, dimelo.

Brunetti la veia batallar por recobrar el habla. Finalmente, ella dijo:

– Tenia celos de tu madre, y la acuso de tener una aventura. -Corno el chico no mostraba curiosidad por esto, prosiguio-: Le disparo y luego se suicido.

– ?Y por eso mama esta asi?

Ella asintio.

– ?Por que no me lo dijiste? Yo creia que tenias miedo de decirmelo porque era una enfermedad. -Se interrumpio y entonces, como arrastrado por la corriente de sus confesiones, agrego-: Que era algo de familia. Y que tambien me afectaria a mi.

Esto hundio a la mujer, que empezo a llorar abiertamente, en un silencio interrumpido solo por profundas inspiraciones.

Brunetti pregunto entonces al chico: -?Quieres decirme lo que crees que ocurrio, Giuliano?

El muchacho miro a Brunetti, a la mujer que lloraba y otra vez a Brunetti.

– Creo que lo mataron -dijo al fin.

– ?Quienes?

– Los otros.

– ?Por que? -pregunto Brunetti, dejando para despues la pregunta de quienes eran «los otros».

– Por lo de su padre y porque salio en mi defensa.

– ?Que decian de su padre? -pregunto Brunetti.

– Que era un traidor.

– ?Traidor a quien?

– A la patria -respondio el chico, y Brunetti nunca habia oido pronunciar esta palabra con tanto desprecio.

– ?Por su informe? El chico denego con la cabeza.

– No lo se. No lo decian. Solo repetian que su padre era un traidor.

Como parecia que Giuliano habia hecho un alto, Brunetti lo azuzo.

– ?Por que salio en tu defensa?

– Uno de ellos empezo a hablar de mi padre. Dijo que el sabia lo que habia pasado y que mi madre era una puta. Que no hubo un accidente y que ella se volvio loca cuando mi padre se mato, porque se mato por su culpa.

– ?Y que hizo Moro?

– Pegarle. Al que decia esto, Paolo Filippi. Lo derribo y le rompio un diente.

Brunetti esperaba, no queria presionarle, para no romper el hilo de las revelaciones.

– Aquello les hizo callar durante un tiempo -prosiguio Giuliano-; pero entonces Filippi empezo a amenazar a Ernesto, y un punado de amigos suyos tambien. -Brunetti habia retenido el nombre de Filippi, el estudiante de tercero cuyo padre hacia suministros al ejercito.

– ?Que paso?

– No lo se. Aquella noche, la noche en que Ernesto murio, no oi nada. Pero al dia siguiente, todos estaban raros, preocupados y contentos a la vez, como los ninos que tienen un secreto, o un club secreto.

– ?Tu dijiste algo? ?Preguntaste a alguien?

– No.

– ?Por que?

Giuliano miraba de frente a Brunetti al decir:

– Tenia miedo -y Brunetti se admiro del valor que habia necesitado el chico para decir eso.

– ?Y despues?

Giuliano volvio a mover negativamente la cabeza.

– No lo se. Deje de ir a clase, me quedaba en mi cuarto. Las unicas personas con las que hable fueron usted y el policia que vino al bar, el simpatico.

– ?Por que te fuiste?

– Uno de ellos, no Filippi, otro, me vio hablar con el policia, lo reconocio de cuando nos interrogo en la academia, y entonces Filippi me dijo que, si hablaba con la policia, tuviera mucho cuidado… -Su voz se apago, dejando la frase sin terminar. Aspiro profundamente y agrego-: Que tuviera mucho cuidado, porque hablar con la policia puede conducir a una persona al suicidio, y se rio. -Hizo una pausa, para ver el efecto que esto tenia en Brunetti, y termino-: Por eso me fui. Sali de alli y vine a casa.

– Y no volveras -interrumpio la tia sorprendiendolos a ambos. Se levanto, dio dos pasos hacia su sobrino y se paro. Miro a Brunetti y dijo-: Basta. Por favor, ya basta.

– Esta bien -dijo Brunetti poniendose en pie. Durante un momento, debatio consigo mismo si debia decir al chico que tendria que hacer una declaracion formal, pero comprendio que no era el momento para tratar de presionarle, y menos, delante de su tia. En el futuro, los dos podrian negar que esta conversacion hubiera tenido lugar o podrian admitirlo. Hicieran lo que hicieran, a Brunetti le era indiferente: lo que contaba para el era la informacion que habia obtenido.

Cuando se acercaban al vestibulo, oyo la voz grave y reconfortante de Vianello entremezclada con un ligero gorjeo femenino. Al salir Brunetti y los otros, la madre de Giuliano volvio para saludarlos una cara radiante de gozo. Vianello estaba en el centro del vestibulo, con un cesto lleno de huevos morenos colgando de la mano derecha. La madre de Giuliano senalo a Vianello y dijo:

– Amigo.

24

Durante el viaje de regreso a Venecia, Brunetti explico que, si bien con lo que sabian ya podian llamar a interrogatorio al joven Filippi, el preferia concentrar las energias en averiguar todo lo posible sobre el padre.

Vianello lo sorprendio al anunciar que al dia siguiente dedicaria unas horas a echar una ojeada a Internet, a ver que encontraba. Brunetti se abstuvo de comentar que la expresion «echar una ojeada» le sonaba a cosecha signorina Elettra, al comprender el alivio que podia suponer para el que una persona que no fuera la signorina Elettra, alguien con quien no hubiera contraido tan fuerte deuda por pasados favores, pudiera ser su rastreador de informacion delicada.

– ?Como piensa hacerlo? -pregunto a Vianello.

Sin desviar la mirada del trafico que congestionaba los accesos a Venecia, el inspector dijo:

– Como lo hace la signorina Elettra: ver que encuentro yo y ver que encuentran mis amigos.

– ?Sus amigos son los mismos que los de ella?

A esto, Vianello aparto la vista de la carretera y se permitio lanzar una rapida mirada a Brunetti.

– Supongo que si.

– En tal caso, quiza sea mas rapido pedirselo a la signorina Elettra -concluyo Brunetti con resignacion.

Asi lo hizo, a la manana siguiente entro en el despacho de ella y le pregunto si su amigo militar habia regresado de Livorno y, en tal caso, si querria pedirle que le dejara echar un vistazo a sus archivos. Como si al levantarse aquella manana hubiera tenido el presentimiento de que iba a ponerse en contacto con la clase militar, la signorina Elettra llevaba un jersey azul marino con tiras abotonadas en los hombros, a modo de charreteras.

– ?Por casualidad no llevara tambien espada? -pregunto Brunetti.

– No, senor; con la ropa de manana es un engorro. -Sonriendo, pulso rapidamente varias teclas, se detuvo un

Вы читаете Justicia Uniforme
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×