momento y dijo-: Ahora mismo empezara a trabajar.

Brunetti volvio a su despacho.

Mientras aguardaba, leyo dos periodicos considerandolo trabajo e hizo varias llamadas telefonicas, sin tratar de justificarlas mas que como politica de buenas relaciones con personas que un dia podrian proporcionarle informacion.

A la hora del almuerzo, aun no habia tenido noticias de la signorina Elettra, pero salio de la questura sin reclamarselas. Si llamo a Paola para avisar de que no almorzaria en casa. Fue a Da Remigio y pidio insalata di mare y coda di rospo con salsa de tomate, diciendose que, puesto que no habia tomado mas que un quartino del vino blanco de la casa y una sola grappa, podia considerarlo un almuerzo ligero que le daba derecho a una cena mas consistente.

Al regresar, se asomo al despacho de la signorina Elettra, pero ella no estaba. Se sintio defraudado, temiendo que no fuera a volver aquella tarde y el tuviera que esperar hasta el dia siguiente para disponer de la informacion sobre Filippi. Pero ella no le fallo. A las tres y media, cuando el empezaba a pensar en bajar a pedir a Vianello que mirase en su ordenador, ella entro en su despacho con unos papeles en la mano. -?Filippi? - pregunto el. -?No es el nombre de una batalla? -Si. Donde Bruto y Casio fueron derrotados. -?Por Marco Antonio? -pregunto ella, sin sorprenderlo.

– Y Octavio -puntualizo el-. Quien, despues, si no me falla la memoria, derroto a Marco Antonio.

– No le falla -dijo ella y, al dejar los papeles en la mesa, agrego-: Gente de cuidado, los soldados. El senalo los papeles con la barbilla. -?Lo dice por eso o por la batalla de Filippi? -Por las dos cosas -respondio ella. Explico que dentro de una hora se iria de la questura, porque tenia una cita, y salio del despacho.

No eran mas que una docena de hojas, pero contenian una exposicion completa de la carrera militar de ambos hombres. Despues de graduarse por la Academia San Martirio, Filippi paso a la academia, ya estrictamente militar, de Mantua, donde fue un cadete mediocre y consiguio un numero intermedio de su promocion. Entonces empezo una carrera que nada tuvo que ver con batallas ni peligros belicos. Durante los primeros anos en activo fue «especialista en recursos» en un regimiento de tanques. Despues de su primer ascenso, estuvo destinado tres anos en la Embajada de Italia en Espana, en calidad de agregado militar. Ascendido de nuevo, fue nombrado oficial encargado de suministros a un regimiento de paracaidistas, donde permanecio hasta su retiro. Al repasar la hoja que describia el primer destino de Filippi, la mirada de Brunetti tropezo con la palabra «tanque», e inmediatamente le vino a la mente su padre y la indignacion que provocaba en el esa sola palabra. Durante dos anos de la guerra, mientras el ejercito se tambaleaba bajo el mando del general Cavallero, ex director del complejo armamentista Ansaldo, el padre de Brunetti habia conducido un tanque. Mas de una vez, habia visto volar en pedazos a los hombres de su batallon al romperse el blindaje, como si fuera cristal, bajo el fuego enemigo.

No fue mas belicosa la carrera de Toscano. Al igual que Filippi, habia ascendido sin esfuerzo, como impulsado por suaves soplos de las mejillas de querubines protectores. Al cabo de varios anos en los que en ningun momento le turbo el sonido de disparos hecho con hostilidad, el colonello Toscano fue nombrado asesor militar del Parlamento, puesto que hacia dos anos habia sido invitado a abandonar. En la actualidad era profesor de Historia y Teoria Militar en la Academia San Martino.

Debajo de las dos hojas que tenian impreso el membrete del ejercito habia otras dos que contenian listas de las propiedades de Filippi y Toscano y de sus familiares, asi como copias de los ultimos estados de cuenta bancarios. Quiza los dos tenian mujer rica; quiza los dos descendian de familia acomodada; quiza los dos administraron su paga sabiamente durante todos aquellos anos. Quiza.

Hacia anos, cuando Brunetti conocio a Faola, se limitaba a llamarla por telefono una vez cada tres o cuatro dias, con el proposito de disimular su interes y tambien con la no menos vana esperanza de mantener lo que el definia como su superioridad masculina. Aquella forzada reserva suya le vino ahora a la memoria mientras marcaba el numero de Avisani en Palermo.

Pero Avisani, al oir su voz, estuvo tan afable como solia estarlo Paola en aquel entonces.

– Tenia intencion de llamarte, Guido; pero esto es un caos. Da la impresion de que aqui nadie sabe quien manda en el Gobierno.

Brunetti se sorprendio de que un hombre tan ducho en el periodismo como Avisani pudiera considerar que eso merecia un comentario, pero solo dijo: -Perdona si me pongo pesado. -Nada de eso -rio Avisani-. He repasado los archivos, pero lo unico que he encontrado, aparte de lo que ya te dije, es que los dos, tanto Filippi como Toscano, poseen enormes paquetes de acciones de Edilan-Forma. -?Como cuanto de «enormes»? -Como diez millones de euros cada uno. Brunetti hizo un leve sonido gutural de interes y pregunto:

– ?Alguna idea de como las han adquirido? -Las de Toscano son de su mujer. Por lo menos, estan a nombre de ella.

– Y ya me dijiste que Filippi esta casado con una prima del presidente de la empresa.

– Si; pero las acciones estan a nombre de el, no de ella. Parece ser que cuando estaba en el Consejo de Administracion le pagaban en acciones.

Estuvieron un rato sin hablar, hasta que Brunetti dijo:

– A los dos les convendria procurar que no bajara la cotizacion de las acciones.

– Precisamente -convino Avisani. -Y una investigacion parlamentaria hubiera podido tener ese efecto.

Ahora fue el periodista quien respondio con un sonido gutural, aunque el suyo era ya un franco grunido. -?Has comprobado la cotizacion? -Firme como una roca, mejor dicho, una roca que va subiendo y da dividendos seguros.

La linea telefonica quedo en silencio, pero a cada uno le parecia oir girar y chasquear los engranajes mentales del otro mientras hacian calculos y sacaban conclusiones. Finalmente, Avisani dijo, con premura en la voz:

– Ahora he de dejarte, Guido. Quiza manana nos despertemos sin gobierno.

– Lastima que Tomas de Aquino ya no este entre nosotros -comento Erunetti suavemente.

– ?Que? -dijo Avisani, desconcertado, y enseguida rectifico-: ?Por que?

– Hubiera podido anadir eso a sus pruebas de la existencia de Dios.

Otro sonido sordo, y Avisani colgo.

Pero, ?como introducirse en el mundo de los cadetes?, se preguntaba Brunetti. Hacia tiempo que tenia ?a conviccion de que no era casualidad que la Mana se hubiera desarrollado en la misma tierra que el Vaticano, porque una y otro exigian a sus seguidores total fidelidad y ambos castigaban la traicion con la muerte: la del cuerpo o la del alma. El tercer integrante de esta trinidad de fanaticos de la lealtad era sin duda la clase militar: quiza la practica de dar muerte al enemigo hacia mas facil darsela al amigo.

Brunetti permanecio sentado a su mesa mucho rato, contemplando alternativamente la pared del despacho y la fachada de San Lorenzo, pero sin encontrar en ninguna de ambas superficies un resquicio por el que introducirse en el codigo que regia en San Martino. Finalmente, descolgo el telefono y llamo a Pucetti. Cuando el agente respondio, Brunetti pregunto:

– ?Cuantos anos tiene Filippi?

– Dieciocho, senor.

– Me alegro.

– ?Por que?

– Podemos hablar con el a solas.

– ?No pedira un abogado?

– No si se cree mas listo que nosotros.

– ?Como conseguiremos hacerselo creer?

– Enviare a Alvise y Riverre a buscarlo.

Brunetti observo con satisfaccion que Pucetti se abstenia de reirse y de hacer comentarios, y vio en su discrecion una senal tanto de la inteligencia como de la caridad del joven.

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