Dicho en pocas palabras, podian esperar volver a entrar en combate.

El ataque estaba programado para que tuviera lugar el 11 de enero de 1944. El objetivo de los convoyes de bombarderos serian las fabricas de aviones de Oschersleben, Braunschweig, Magdeburgo y Halberstadt.

Ambos habian protestado por la interrupcion de su licencia navidena. Todavia estaban cansados tras los combates.

– ?Dos semanas para ponerse al corriente de esta diabolica maquina! -suspiro Bryan-. Si no se absolutamente nada de esos pajarracos… ?Por que no tripula el Tio Sam sus propias baratijas?

John Wood estaba de espaldas a los dos, inclinado sobre la documentacion:

– ?Por que os quieren a vosotros!

– ?A eso llamas tu un argumento valido?

– Sabreis responder a las expectativas de los norteamericanos y salvareis el pellejo.

– ?Nos lo garantizan?

– ?Si!

– ?Dile algo, James! -Bryan se dio la vuelta encarando al amigo.

James se llevo la mano a la bufanda y se encogio de hombros. Entonces Bryan se sento.

No habia nada que hacer.

La operacion estaba programada para durar poco mas de seis horas. La totalidad de la fuerza, que comprendia 650 bombarderos de cuatro motores de la octava flota aerea norteamericana escoltados por cazas de larga distancia P-51, debia bombardear las fabricas de aviones.

Durante este ataque, el avion de Bryan y James deberia abandonar la formacion.

Segun rumores insistentes, durante los ultimos dos meses se habia observado una creciente afluencia de albaniles, ingenieros y tecnicos altamente especializados, asi como un torrente de obreros esclavos de origen polaco y sovietico que se dirigian hacia Lauenstein, al sur de Dresde.

Los servicios de inteligencia habian recibido noticias segun las cuales se estaban desarrollando trabajos de construccion en la zona, aunque no se sabia que estaban edificando. Las conjeturas que se hicieron entonces parecian indicar que podia tratarse de fabricas para la produccion de combustible sintetico, y si estas resultaban ser ciertas, eso significaria una catastrofe para nuestros intereses, pues daria alas a los alemanes a la hora de llevar a cabo su proyecto de desarrollar nuevas bombas volantes.

Por estas razones, la mision de Bryan y James consistia en fotografiar y levantar planos de esa zona, asi como de la red de ferrocarriles de Dresde, de manera tan exacta, que la informacion del servicio de inteligencia pudiera ser actualizada. Una vez realizada la mision deberian volver y unirse al convoy aereo, que los llevaria de vuelta a Inglaterra.

Muchos de los norteamericanos que participarian en el ataque ya eran curtidos guerreros del aire y, a pesar de las heladas y del inminente acontecimiento, estaban echados directamente sobre la tierra cubierta de blanco y helada que algunos osaban llamar pista de aterrizaje. La mayoria charlaban como si les aguardara un baile o como si estuvieran en sus casas tumbados en el sofa, pasando el rato tranquilamente en una tarde de domingo. Aqui y alla habia alguno que otro con los brazos cruzados alrededor de las rodillas y la mirada perdida. Eran los nuevos e inexpertos que todavia no habian aprendido a olvidar los suenos y a reprimir el miedo.

El ingles, sorteando a los pilotos dispersos por la pista, se dirigio hacia su companero, que estaba totalmente estirado en el suelo, con la cabeza apoyada sobre los brazos.

Bryan dio un respingo al notar una ligera patada en el costado.

Los copos de nieve se deslizaban por sus rostros, posandose sobre narices y cejas. Las nubes se cernian amenazantes formando olas oscuras. Esa campana iba a ser muy distinta de las que habian realizado de noche.

El asiento vibraba ligeramente bajo el cuerpo de Bryan. El espacio aereo que los rodeaba estaba saturado de los reflejos de los radares de los aviones del convoy. Cada uno de los ecos sonaba preciso y distinto de los demas.

Mas de una vez, durante los entrenamientos, habian bromeado sobre la posibilidad de repintar los cristales del avion y dejarse guiar unicamente por los instrumentos, tan fiable era aquel equipo.

Una broma que bien podrian haber hecho realidad en esa expedicion, pues la visibilidad ofrecia, segun palabras de James, «la misma claridad que una sinfonia de Bela Bartok». Los limpiaparabrisas y el morro irrumpian entre las masas de nieve; no veian nada mas.

Habian estado en desacuerdo; no sobre la locura de cambiar de servicio y de avion en un plazo tan corto, sino acerca de los motivos de John Wood. Segun el, su designacion se debia a que eran los mejores, afirmacion que James habia aceptado sin rechistar.

Bryan se lo habia echado en cara. No cabia la menor duda de que John Wood los habia elegido porque James jamas se oponia a nada estando de servicio. Era evidente que esa operacion no habia dado lugar a la polemica por una sencilla razon: porque no habia habido tiempo para nada.

Los reproches irritaban a James. Tal como estaban las cosas, ya tenian mas de que preocuparse. Se trataba de una expedicion larga y el instrumental era nuevo. Hacia un tiempo de mil demonios. En cuanto hubieran abandonado la formacion, nadie los apoyaria. Si la hipotesis de los servicios secretos era correcta, y los alemanes realmente estaban construyendo fabricas importantes para sus intereses, el objetivo estaria muy vigilado. Seria ardua tarea volver a Inglaterra con imagenes de la zona. Sin embargo, James tenia razon. Alguien tenia que hacerlo. Ademas, esa incursion no podia ser muy distinta de las ya realizadas sobre Berlin. Y seguian vivos.

Bryan estaba sentado tranquilamente en el asiento trasero, realizando su tarea de forma impecable. Poco a poco, las vibraciones iban aplastandole el cabello, que llevaba peinado hacia atras. El peinado de Bryan era su rasgo distintivo; recien peinado, parecia casi tan alto como James.

Entre las cartas y los instrumentos de Bryan habia una fotografia de una chica del cuerpo auxiliar femenino, Madge Donat. Para ella, Bryan era un adonis.

Y a ella se habia arrimado Bryan hacia ya tiempo.

Como al compas imperioso de la batuta de un director de orquesta, el fuego antiaereo aleman inicio la obertura de descargas contra los primeros aviones que aparecieron sobre Magdeburgo. Unos segundos antes, James habia previsto el fuego de barrera y habia avisado a Bryan, y entonces habian desviado el rumbo. A partir de ese momento y durante una hora que se les hizo eterna, estuvieron a merced del diablo, desprotegidos y solos.

– Si me obligas a bajar aun mas, rascaremos el culo de esta maldita maquina, James -dijo Bryan, malhumorado, veinte minutos mas tarde.

– ?Tu lenguaje haria que nuestras viejas y distinguidas escuelas se retorcieran de indignacion, Bryan! Si nos quedamos a doscientos pies de altitud, no vas a conseguir plasmar nada en tus fotografias.

James tenia razon. Nevaba sobre el objetivo, pero los golpes de viento levantaban los copos del suelo. Si se acercaban lo suficiente, encontrarian huecos por los que hacer las fotografias.

Desde que se habian desviado del mar de llamas que cubria Magdeburgo, nadie se habia interesado por su presencia. Por lo visto, nadie habia reparado todavia en ellos y Bryan haria todo lo que estuviera en sus manos para que las cosas siguieran asi.

A sus espaldas se habian estrellado muchos aviones, demasiados. En medio del estruendo, James le habia gritado a Bryan que habia visto cazas alemanes disparando unos artefactos que parecian cohetes. Un breve destello seguido de una explosion absolutamente devastadora.

«La Luftwaffe no vale una mierda», habia proferido con alboroto la noche anterior un piloto norteamericano con una amplia sonrisa de Kentucky atravesandole la cara. Tal vez a esas alturas ya habria experimentado personalmente algo bien distinto.

– ?Y ahora, 138 grados hacia el sur! -Bryan seguia el mar de nieve que tenia debajo-. Alla abajo puedes distinguir la carretera principal desde Heidenau. ?Ves ahora el cruce? Bien, pues sigue el brazo que atraviesa la loma.

La velocidad habia bajado a apenas 125 millas por hora, que, con el tiempo que hacia, provocaba unos zumbidos amenazadores.

– Aqui debes cruzar la carretera zigzagueando, James, Pero ?ten cuidado! Algunos de los repechos meridionales pueden ser muy empinados. ?Ves algo?, creo que el trecho hacia Geising ofrece buenas

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