abierta. Louise diria que era una celebracion, un homenaje a la primera mujer que ocupaba la presidencia del pais.

Lunes, 16 de Mayo de 2005

Cuatro meses mas tarde

Capitulo 1

– Es una fecha endemoniada ?Quien cojones la ha elegido?

El jefe del Servicio de Seguridad de la Policia, SSP, se paso la mano por sus mechones de pelo rojo.

– Lo sabes muy bien -respondio una mujer algo mas joven que miraba con los ojos entornados una anticuada pantalla de television que se balanceaba sobre lo alto de un archivador en el rincon; los colores estaban empalidecidos y una raya negra vacilaba a traves de la parte baja de la imagen-. Fue el propio primer ministro. Una buena ocasion, ya sabes Mostrar el viejo pais de origen en toda la magnificencia del nacional- romanticismo.

– Borracheras, diabluras y basura por todas partes -bramo Peter Salhus-. No me parece muy romantico El Dia Nacional [1] siempre es un infierno ?Y como cojones -la voz paso a falsete mientras miraba el televisor- tienen pensado que consigamos cuidar a la senora?

La Madame President estaba a punto de poner los pies sobre tierra noruega. Delante de ella iban tres hombres vestidos con abrigos oscuros. Los caracteristicos auriculares se veian perfectamente. A pesar de la capa de nubes bajas, todos ellos llevaban gafas de sol, como si estuvieran parodiandose a si mismos. Detras de la Presidenta, bajando por las escaleras del Air Force One, venian sus hermanos gemelos: igual de grandes, igual de oscuros e impasibles.

– Da la impresion de que ellos mismos se pueden encargar del trabajo -dijo Anna Birkeland con sequedad-. Por otra parte, espero que nadie mas escuche tu… pesimismo, por decirlo asi. La verdad es que estoy un pelin preocupada. Tu no sueles…

Se interrumpio a si misma y Peter Salhus tambien callo, con los ojos fijos en la pantalla del televisor. El violento exabrupto no le pegaba. Al contrario; cuando dos anos antes le nombraron jefe de vigilancia, fue precisamente la calma y el caracter amable del hombre los que posibilitaron que alguien con un pasado en el Ejercito fuera aceptado como jefe de un servicio cuya historia estaba repleta de vergonzosas cicatrices. Las airadas protestas de la izquierda se calmaron un poco cuando Salhus pudo mostrar un pasado en las juventudes socialistas. Entro en el Ejercito con diecinueve anos para «desenmascarar el imperialismo norteamericano», como explico sonriente en una entrevista que retransmitieron por la television. Cuando luego cambio de tercio y durante minuto y medio justifico su labor con gran seriedad y trazo una imagen amenazante que la mayoria podia reconocer, el asunto estuvo practicamente resuelto. Peter Salhus cambio el uniforme por el traje y se mudo a los locales del SSP, si no por aclamacion, al menos con apoyo politico transversal. Caia bien a sus empleados y era respetado por sus colegas extranjeros. Con su corte de pelo militar de pocos milimetros y su barba canosa, despertaba una confianza masculina y antigua. Aunque resultara paradojico, Peter Salhus era un jefe de vigilancia bastante popular.

Y Anna Birkeland no le reconocia en absoluto.

La luz del techo se reflejaba sobre su calva sudorosa. El cuerpo se columpiaba hacia delante y atras, al parecer sin que el mismo se percatara de ello. Cuando Anna Birkeland le miro las manos, vio que tenia los punos cerrados.

– ?Que pasa? -pregunto, como si en realidad no quisiera obtener una respuesta.

– Esto no es buena idea.

– ?Por que no has detenido todo el asunto? Si estas tan preocupado como pareces, deberias haber…

– Lo he intentado, lo sabes muy bien.

Anna Birkeland se levanto y se acerco a la ventana. La primavera no tenia demasiada presencia en la palida luz de la tarde. Poso la palma de la mano contra el cristal y se formo un breve contorno de vaho que desaparecio al instante.

– Tenias tus reservas, Peter. Bosquejaste posibilidades y aportaste objeciones. Eso no es lo mismo que intentar parar algo.

– Vivimos en una democracia -dijo. A Anna le parecio que la voz estaba exenta de ironia-. Son los politicos quienes deciden. En contextos como estos, yo no soy mas que un miserable consejero. Si hubiera podido decidir yo…

– ?Le habriamos impedido la entrada a todo el mundo?

El se volvio bruscamente.

– A todo el mundo -repitio ella, ahora mas alto-. ?A todo el mundo que amenace este idilico pueblo que lleva el nombre de Noruega?

– Si -dijo el-, tal vez.

Su sonrisa resultaba dificil de interpretar. En la pantalla del televisor, la Presidenta era conducida desde el colosal avion hasta una suerte de escenario improvisado. Un hombre vestido de oscuro manipulaba el microfono.

– Cuando estuvo aqui Bill Clinton salio todo muy bien -dijo ella mordisqueandose una una-. Se paseo por la ciudad, se tomo unas cervezas y saludo a diestro y siniestro. Incluso fue a una pasteleria. Y no tenia ni cita ni plan.

– Pero eso era antes.

– ?Antes?

– Antes del 11 de Septiembre.

Anna se volvio a sentar. Con las manos abiertas se levanto la melena por la nuca. Luego agacho la mirada y tomo aire para decir algo, aunque lo que salio fue un sonoro suspiro. Del pasillo llegaban risas que se alejaban hacia el ascensor con pasos rapidos. La Presidenta ya habia finalizado su breve discurso desde el mudo televisor.

– Ahora el responsable de su seguridad es el Distrito Policial de Oslo -dijo finalmente-. Asi que, en sentido estricto, la visita presidencial no es problema tuyo. Nuestro, quiero decir. Ademas… -hizo un movimiento de manos senalando el archivador bajo el televisor- no hemos encontrado nada. Ningun movimiento, nada de actividad. Ni entre los grupos que ya conocemos aqui en el pais ni en las zonas limitrofes. Nada de lo que hemos recibido desde fuera indica que esto vaya a ser mas que una visita muy agradable… -la voz adquirio la entonacion de una presentadora de los telediarios- de una Presidenta que quiere honrar a su pais de origen, Noruega, que ademas es un buen aliado de Estados Unidos. Nada indica que alguien tenga otros planes al respecto.

– Lo cual resulta bastante llamativo, ?no? Esto es…

Se interrumpio. La Madame President entraba en una limusina negra. Una mujer de manos rapidisimas la ayudaba con el abrigo, que se habia quedado colgando fuera del coche y estaba a punto de quedarse enganchado con la puerta. El primer ministro noruego sonreia y saludaba a las camaras, con cierto exceso de entusiasmo infantil ante la magnifica visita.

– Es el objeto de odio numero uno de todo el mundo -dijo el senalando la pantalla con la cabeza-. Sabemos que no pasa un solo dia sin que se tracen planes para quitarle la vida a esa senora. Ni un puto dia. En Estados Unidos, en Europa, en Oriente Medio, en todas partes.

Anna Birkeland se sorbio los mocos y se restrego la nariz con el dedo indice.

– Eso lleva haciendose mucho tiempo, Peter. Se hace con mucha gente mas, aparte de con ella. Nuestros colegas por todo el mundo descubren constantemente cosas asi, cuando denuncian ilegalidades para que no se conviertan en realidades. Ellos tienen el mejor servicio de seguridad de todo el mundo y…

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