dejado atras el mes de febrero. Hace dos semanas nevo y la ciudad quedo paralizada durante tres dias. Hubo un panico indescriptible. No circulaban los coches. Los taxis zigzagueaban como trineos por la Quinta Avenida. Los bomberos no pudieron apagar un incendio en Tribeca, porque el agua se habia congelado. Y, despues, el horror: tres vagabundos murieron defrio en Central Park, entre ellos una mujer de treinta anos a la que encontraron sentada, congelada en un banco. En los telediarios de la noche y la manana no se hablaba de otra cosa. Nadie comprende por que el Ayuntamiento no abre los refugios cuando llega una ola de frio. ?Como aceptar que alguien pueda morir asi en nuestros dias? ?Y en las calles de Nueva York! Es lamentable.

?Asi que tu tambien te has mudado a una nueva casa! Muy simpatica tu perorata sobre las chicas de la facultad. Ahora es mi turno: ?Quien es ese Juan que se ocupa tanto de ti? Trabajo como un loco, pues faltan pocos meses para los examenes. ?Todavia me echas un poco de menos? Escribeme.

Philip

25 de abril de 1975

Philip:

He recibido tu carta, deberia haberte respondido hace dos semanas, pero jamas encuentro tiempo para hacerlo. Estamos ya a finales de abril, hace buen tiempo y un calor que a veces resulta dificil de soportar. Hemos viajado durante diez dias con Juan, atravesando todo el valle de Sula para luego subir por la carretera del monte Cabeceras de Naco. El objetivo de nuestra expedicion era llegar a las aldeas de las montanas. Ir hasta alli ha sido dificil. El Dodge, nombre con el que hemos bautizado a nuestro camion, nos ha fallado dos veces, pero Juan tiene unas manos magicas. Estoy rendida, no te puedes imaginar lo que supone cambiar la rueda de semejante armatoste. Al principio los campesinos nos han confundido con sandinistas, y estos a su vez con frecuencia nos toman por militares que van de civil. Si se pusieran de acuerdo, nos facilitarian el trabajo.

En el primer control, te aseguro que el corazon se me salia del pecho. Jamas me habian puesto un fusil automatico tan cerca de la cara. Hemos comprado nuestros salvoconductos con algunos sacos de trigo y doce mantas. La carretera que subia junto a las rocas apenas era practicable. Hemos tardado dos dias en ascender mil metros. Resulta dificil explicarte lo que encontramos alli: poblaciones famelicas a las que todavia nadie habia ayudado. Juan tuvo que negociar duramente para ganarse la confianza de los hombres que vigilaban el puerto de montana…

Fueron recibidos con la mayor de las desconfianzas. El ruido del motor les habia precedido y los habitantes de la aldea se habian arracimado a lo largo del camino para seguir el lento avance del Dodge, cuya caja de velocidades crujia a cada curva. Cuando casi tuvo que detenerse para realizar una ultima maniobra que anunciaba el final de la carretera desierta, dos hombres saltaron a los estribos del camion apuntando con sus machetes hacia el interior de la cabina. Sorprendida, Susan dio un bandazo, aplasto el freno y poco falto para que el camion se precipitase por el barranco.

Llena de una ira que ahogaba su miedo, salio de la cabina. Al abrir de golpe la puerta, lanzo a uno de los hombres al suelo. Con la mirada iracunda y poniendose en jarras lo cubrio de insultos. El campesino se incorporo boquiabierto, sin comprender ni una sola palabra de lo que la mujer de piel clara le gritaba a la cara, pero indudablemente Dona Blanca estaba enfadada. Juan tambien bajo del camion, aunque mas tranquilo, y explico las razones de su presencia alli. Despues de algunos instantes de duda, uno de los campesinos levanto el brazo izquierdo y una docena de aldeanos se adelantaron. El grupo se puso a discutir durante interminables minutos y la conversacion se transformo en un griterio confuso. Entonces Susan se subio al capo del camion y ordeno friamente a Juan que tocase el claxon. El sonrio y lo hizo. Poco a poco las voces,ahogadas por el sonido de la cascada bocina, se acallaron. Todo el grupo se volvio hacia Susan que en su mejor espanol se dirigio al que parecia ser el jefe.

– Tengo mantas, viveres y medicinas. ?O me ayudan ustedes a descargar el material o suelto el freno de mano y regreso a pie!

Una mujer atraveso el gentio silencioso, se coloco delante de la rejilla del radiador y se santiguo. Susan intento bajar de su improvisada plataforma sin romperse el tobillo. La mujer le tendio la mano, ayudada poco despues por un hombre. Susan avanzo hasta la parte de atras, donde estaba Juan, mirando a la gente de arriba abajo. Los campesinos se apartaron lentamente a su paso. Con la ayuda de Juan retiro la cubierta de lona. Todo el pueblo estaba silencioso e inmovil. Susan saco un monton de mantas y las arrojo al suelo. Nadie se movio.

– Pero ?que les pasa? ?Maldita sea!

– Senora -dijo Juan-, lo que usted les trae no tiene precio para ellos. Esperan saber lo que usted les pedira a cambio y tambien saben que no tienen con que pagarlo.

– ?Pues diles que lo unico que les pido es que nos ayuden a descargar el camion!

– Es algo mas complicado que eso.

– Y para que sea simple, ?que hay que hacer?

– Pongase el brazalete del Peace Corps, tome una de las mantas que acaba de tirar al suelo y coloquela sobre el hombro de la mujer que acaba de santiguarse.

Al poner la manta sobre el hombro de la mujer, la miro al fondo de los ojos y le dijo:

– He venido a entregarles lo que hace tiempo les deberian haber traido. Perdoneme por haber venido tan tarde.

Teresa la acogio entre sus brazos y le dio un beso en las mejillas. Con gestos de alegria, los hombres se precipitaron hacia el camion y vaciaron su contenido. Juan y Susan fueron invitados a cenar con todos los habitantes del pueblo. En cuanto hubo caido la noche, encendieron una gran hoguera y se sirvio una cena frugal. En el curso de la velada, un nino se acerco a Susan por la espalda. Ella sintio su presencia, se dio la vuelta y le sonrio, pero el muchacho salio corriendo. Al cabo de un rato reaparecio, acercandose un poco mas; nuevo guino de ojo y nueva huida. La escena se repitio varias veces, hasta que por fin el nino se quedo a su lado. Susan lo miro sin hacer ningun movimiento y sin hablarle, y en aquel rostro mugriento distinguio la belleza de su ojos, negros como el azabache.

Susan le tendio la mano con la palma vuelta hacia el cielo. Los ojos del nino dudaban entre el rostro y la mano, y sus dedos acabaron apresando timidamente el indice de Susan. El le hizo una senal para que permaneciese callada y ella sintio la traccion de su bracito, que la arrastraba consigo.

El pequeno se detuvo detras de una empalizada y con un dedo que coloco sobre su boca le conmino a permanecer en silencio y a ponerse de rodillas para estar a su misma altura. Despues senalo un agujero que habia entre las canas y la invito a colocar el ojo. El nino se aparto y ella avanzo para ver que habia podido empujarle a reunir tantas fuerzas para vencer su miedo y conducirla hasta alli.

… Descubri a una ninita de cinco anos que estaba a punto de morir, puesto que su pierna se encontraba completamente gangrenada. Cuando una parte del pueblo fue arrastrada por un rio de lodo, un hombre que iba a la deriva, agarrado al tronco de un arbol, y que buscaba desesperadamente a su hija, la cual habia desaparecido, vio el bracito de la nina sobresaliendo en las aguas. Arrancandolo de la muerte, cogio con fuerza el cuerpo de la nina. Juntos descendieron kilometros en la oscuridad, luchando por mantener la cabeza por encima de las aguas en medio del ruido ensordecedor de los remolinos y las corrientes que los arrastraban hasta el limite de sus fuerzas, hasta perder la conciencia.Al amanecer, cuando se desperto, ella estaba a su lado. Ambos se hallaban heridos, pero estaban vivos. Sin embargo, habia un detalle: la nina a la que habia salvado no era su hija. Jamas encontro el cuerpo de su propia hija.

Al termino de una noche de conversaciones, el hombre acepto entregarnosla. Yo no estaba segura de que la nina lograra sobrevivir al viaje, pero alla arriba solo le quedaban unos pocos dias de vida. Le prometi que regresaria con ella al cabo de un mes o dos, con el camion lleno de viveres. Entonces consintio en el sacrificio, por los otros, creo yo. Y aunque mi causa era justa, me senti sucia cuando me miro. Estoy de regreso en San Pedro, y la pequena todavia se debate entre la vida y la muerte. Me siento agotada. Para tu informacion, Juan es mi asistente, ?que te habias imaginado? ?No estoy de vacaciones en

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